AHORA SÍ QUE LOS ESTÁN EMBAUCANDO

Laporta se muestra arrepentido y pide perdón a los Penyistes castigados y rechazados por él durante su mandato

Joan Laporta aprovecha las reuniones con las Penyes del FC Barcelona, un colectivo que ha ido creciendo estos últimos años hasta convertirse en la mayor organización barcelonista autónoma e independiente del club, para pedir perdón por el maltrato del que fueron objeto durante sus años de mandato en el FC Barcelona.

Con excepciones puntuales, pues algunas Penyes le organizaban actos a su medida, sobre todo a favor de su generoso y desordenado apetito, Laporta siempre las castigó con su persistente indiferencia y por el efecto adverso del runrún de fondo del marcado discurso independentista de Laporta y su incapacidad para tolerar que, del mismo modo que el presidente proclamaba sus sentimientos nacionalistas y soberanistas, otros barcelonistas defendieran por igual los suyos, tanto su sentido de pertenencia a la familia azulgrana como el de sentirse, en muchos casos, españoles.

En 2008, cuando llegaron a producirse grandes tensiones entre el movimiento y Laporta, las Penyes ya habían superado las mil unidades y los 100.000 afiliados. Fue con motivo del VIII Congreso de Peñas Barcelonistas de Andalucía, Ceuta y Melilla, celebrado en Jerez de la Frontera, cuando estalló una especie de guerra después de que el presidente decidiera no asistir presencialmente a ninguno de los actos previstos. Era la segunda vez consecutiva que Laporta dejaba colgados a los peñistas andaluces, pues tampoco había aparecido en el anterior celebrado en Granada dos años antes.

El presidente azulgrana ya había dejado de viajar con el equipo meses antes ni había asistido tampoco a actos relevantes sociales del club. A esta frustración se sumó el malestar de las peñas por el añadido de nuevas exigencias de la directiva, que quería imponer un cupo de socios en cada una de ellas en función del número de habitantes de la localidad en la que están radicadas. Aunque esta propuesta ya había sido aprobada por el Consejo Consultivo, donde tenía una mayor representación el grueso de las Penyes de Catalunya, numéricamente muy superior a las del resto del estado, Andalucía fue un poco la primera en rebelarse y adoptar una postura contraria o de desobediencia en este Congreso.

Sólo faltó que el directivo responsable de lo social en aquel momento, Jacint Borràs, dijera en su discurso que el presidente del club, Joan Laporta, tenía otras cosas más importantes que hacer que ir al Congreso de Penyes de Andalucía, palabras que fueron muy mal encajadas por la totalidad del colectivo.

En conjunto el discurso fue interpretado por la mayoría de las Peñas andaluzas como un desagravio definitivo, un insulto y la prueba de que la voluntad de la junta era ir reduciendo la fuerza social de las peñas cargándolas de obligaciones a cambio de muy pocos, cada vez menos, derechos o facilidades.

La crispación y definitiva ruptura se produjo cuando, con motivo de un partido en Almería, el presidente sí decidió viajar con el equipo y restringir su presencia a la comida de directivas protocolaria con el presidente del Almería, un importante promotor inmobiliario con el que le interesaba reunirse. Laporta llegó a la capital andaluza apenas cuatro horas antes del partido. Desde hacía muchos días ya se sabía que su presencia estaba vetada a cualquier iniciativa social de las peñas andaluzas. Tras la comida, el presidente se marchó al estadio Juegos Mediterráneos, donde sí se dio un breve baño de multitudes cuando apareció por el túnel de acceso al campo y se fotografió con todos los recogepelotas del estadio. Los miles de aficionados barcelonistas que viajaron al partido desde puntos de toda Andalucía y el Levante se quedaron con las ganas de estar cerca del presidente. Porque ese suele ser el deseo de la mayoría de los aficionados barcelonistas que sólo tienen la oportunidad de sentir el Barça de cerca una vez al año.

Por el contrario, se le vio en Roma en un partido de baloncesto porque le iba de camino a Suiza, a donde estuvo viajando frecuentemente. Una anormalidad de su agenda ya que casi nunca se le veía en el Palau Blaugrana animando a los equipos de las secciones profesionales. 

No fue un año fácil para las Penyes el de 2008, rematado por el Congreso Mundial celebrado en l’Hospitalet, que ya llegó envuelto en polémica por la imposición del catalán como único idioma oficial en contra del criterio largamente empleado y aceptado de compaginar catalán y castellano por respeto y voluntad de convivencia con la numerosa participación de barcelonista procedentes de todo el estado. La insistencia de Laporta consiguió su propósito que no era otro que deslucir la Trobada, afectada por una fortísima ausencia de penyistes que cancelaron sus viajes.

La politización y el tono independentista que Joan Laporta ya exhibía entonces no ayudó a mejorar la relación. Fue en la inauguración del Congrés de Penyes de L’Hospitalet (2008) donde perdió los nervios gritando y denunciado que la prensa estaba “embaucando” a los penyistes y barcelonistas, un discurso fuera de lugar, de alguien que no estaba en condiciones de protagonizar un acto público después de una noche agitada y en un estado de nervios justificado porque él mismo se había cargado el equipo que había liderado Ronaldinho a la final de París. Como siempre, incapaz de gestionar su extraordinaria buena suerte, caminaba directo a una moción de censura.

Doce años después, Joan Laporta, que no ha perdido nunca un minuto en relacionarse con nada del Barça en todo este tiempo (ni siquiera en las elecciones de 2015) y mucho menos con las Penyes, reaparece como un arrepentido que ha visto la luz y de pronto siente que necesita hacer las paces con el movimiento de Penyes. Un disfraz, de nuevo, que sostiene su estrategia de aparecer como quien no es para paliar en la medida de lo posible el rechazo que provoca su amenaza de vuelta. Todo hace suponer que se trata, por su parte, de embaucar a los Penyistes.

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