UZBEKISTÁN Y UNICEF, NEGOCIOS PARALELOS

Laporta inició sus manejos turbios con régimen sangriento de Tashkent al mismo que con Unicef

Uzbekistán, un país tan alejado de la vida del Barça como de la democracia, combinación arrebatadoramente seductora para un presidente como Joan Laporta, que pasó los últimos años de su mandato íntegramente dedicado a hacer negocios redondos para él  y a dejar el Barça como un solar, se puso de moda en una época determinada con el pretexto, de fondo, de la celebración de un amistoso en la capital, Tashkent, por cinco millones de euros.

El Barça acabó cobrando, o al menos eso se dijo, tres millones por alojar un stage del equipo del gobierno de allí, FC Bunyodkor, y disputar un amistoso en la Ciutat Esportiva a puerta cerrada.

Detrás, sin embargo, se urdió un entramado de negocios en los que Laporta y Barça se confundían hasta configurar una nebulosa inextricable, pero desde luego muy rentable cuando menos para el entonces presidente Joan Laporta, a quien nunca le incomodó, al contrario, el régimen autoritario, sangriento y dictatorial de su presidente, de su hija y de la empresa más beneficiada del país, Zeromax, la pantalla perfecta para cualquier fechoría comercial. 

Todo empezó con viajes individuales de jugadores como Messi, Iniesta, Puyol, Eto’o o Cesc (entonces en el Arsenal), viajes de un día en un vuelo privado a la capital uzbeka por los que el magnate uzbejko Miradil Djalalov, mano derecha e instrumental del tirano gobernante y propietario de Zeromax, llegó a pagar hasta un millón de euros, de los cuales los futbolistas no cobraron más de medio millón. Es decir que en cada ‘clinic’ de los jugadores el margen de beneficio para alguien, o sea para el organizador, era enorme. Más tarde aparecieron empleados y exempleados del club, o bien amigos de Laporta, que empezaron a trabajar por el país, se supone que en el ámbito del asesoramiento deportivo. También ocurrió que el exazulgrana Rivaldo acabó fichando por el Bunyodkor.

Laporta explicó más tarde que los jugadores cobraron directamente del empresario uzbeko y que su despacho «no intervino en absoluto», en este caso a través del periodista e intermediario Joan Patsy, hombre de confianza de Johan Cruyff.  Según Joan Laporta, su despacho contrató a Patsy para el desarrollo de un ‘coaching sport’ (instrucción deportiva) para el grupo de empresas de Zeromax y su intermediación en el clínic -contactando con los agentes de los jugadores- fue a título personal y por su amistad con el expresidente.

La verdad sería finalmente revelada por un agente de futbolistas turco, Bairan Tutumlu, en la demanda que le presentó a Joan Laporta por no haber cobrado la comisión correspondiente de todos esos negocios pues, aseguró ante el juez, había sido él quien procuró que Laporta y Djalalov se conocieran en el restaurante Via Veneto de Barcelona y surgiera entre ellos la chispa de la amistad y de la cooperación internacional. 

En el juicio, Laporta admitió ante el juzgado de primera instancia número 10 de Barcelona, haber facturado a través de Laporta & Arbós Advocats Associats, su bufete una cantidad de 3 millones a Zeromax, empresa propiedad de Djalalov, «por la prestación de servicios de consultoría empresarial durante tres años», al parecer relacionados con los trabajos de un oleoducto. A Laporta se le escapaba la risa mientras declaraba, pero no a sus socios del bufete que aún están buscando donde fue a parar esa otra transferencia de 10,1 millones de euros que el abogado de Tutumlu, Pepe Oriola, acreditó registrada por el Banco de España a favor del presidente del Barça, procedente del mismo entorno uzbeko. Desde luego no pasaron por la contabilidad del despacho.

El agente Bairan Tutumlu, que trajo al Barça a Laudrup en los tiempos del Dream Team, reclamó un 10% de esas y de otras operaciones. Para quitarse de encima a Tutumlu, Laporta explicó que se había reunido con el millonario uzbeko por mediación de George Mikadze, marido de su secretaria, de nacionalidad y origen georgiana ambos, que estuvo en prisión por delitos monetarios relacionados con el narcotráfico antes de entrar a trabajar en el Barça. Mikadze, sin embargo, declaró que sólo estuvo allí para traducir del ruso para Joan Laporta. La famosa comida la pagó Bairan Tutumlu, explicó, una cuenta de 1.200 euros.

Extraña combinación de futbolistas, viajes que no dejaron un euro en el club, oleoductos, asesoramientos millonarios y reclamación de comisiones con la participación del despacho de abogados de Laporta, una persona del entorno de Johan Cruyff, siempre la misma persona, y la entrañable relación del presidente del FC Barcelona con el régimen brutalmente represivo de Uzbekistán. Hacer negocios turbios con ese país tan condenado por Amnistía Internacional no estaría desde luego alienado con los presuntos valores de un club que, por obra de Laporta, casualmente inició los negocios con Zeromax y su poderoso entorno financiero al mismo tiempo que ampliar generosamente con UNICEF los acuerdos y esponsorización de la camiseta del FC Barcelona.

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