«La gente es cada vez más crítica»

Entrevista a Neus Matamoros
Neus Matamoros
Neus Matamoros

Estudiante de Derecho y miembro del Consejo del Alumnado de la UB. Forma parte de Federalistas de Izquierdas y de la Asociación de Jóvenes Estudiantes de Cataluña (AJIC).

El Mayo del 68 se puso mucho de moda el movimiento estudiantil, porque los estudiantes tomaron la iniciativa del cambio. ¿Está pasando hoy algo que se pueda asimilar a aquello, de alguna manera, en algún lugar del mundo?

Probablemente: el movimiento ecologista actual está encabezado por jóvenes que estudian, como Greta Thumberg. También en los movimientos feministas hay mucha gente joven. Cómo no se dispone de mucho conocimiento del pasado, los jóvenes tienden a romper con lo que se encuentran. Llegas a una realidad que te ha sido impuesta y que no acabas de comprender. Ves que hay muchas injusticias y que nadie hace nada para cambiarlas. Así, si tienes un poco de espíritu asociativo, te organizas.

¿Dónde, a escala global, los movimientos juveniles resultan más potentes, creativos, de vanguardia…?

Porque tenemos el privilegio de poder ser críticos, tenemos libertad de expresión y recursos suficientes, en la Unión Europea quizás estemos al frente. Probablemente, también en los EE.UU. hay mucho movimiento crítico, a veces mal organizado, por desconocimiento o falta de recursos. Allí esto es una cosa común, porque el que tiene dinero se dedica a la política, y si no tienes, intentas capear de alguna manera. Fíjate en Alexandria Ocasio-Cortez, que actualmente es uno de los principales referentes del movimiento juvenil. Una señora que trabajaba de camarera, y que un día dice que no le gusta lo que está viendo, decide pasar a la acción y, actualmente, es la representante del Distrito 14 de Nueva York. Es un ejemplo de la iniciativa que tenemos los jóvenes para decir que "esto no me gusta y hay que cambiarlo".

¿La izquierda, digamos, histórica, instalada en su épica, no es muy crítica e incluso pesimista con la juventud?

Pueden tener parte de razón, porque ahora los movimientos juveniles no están organizados en ningún sindicato o plataforma amplia. Actúan más puntualmente. ¿Qué pasó con el 15-M? Cambió la manera de hacer sindicalismo estudiantil y acción juvenil. Fueron personas que dijeron basta. Salieron a la calle, ocuparon plazas… Hicieron una acción, y a partir de aquí se han ido repitiendo las mismas dinámicas en el movimiento juvenil. ¿Por qué? Porque es cómodo y muy fácil convocar por las redes sociales y porque, realmente, la forma de protestar ha cambiado. Muchas veces me han preguntado si soy partidaria de las huelgas. Lo soy, pero en estos momentos es muy fácil pervertir el concepto de huelga. ¿Para qué sirve una huelga? ¿Qué defendemos? Tenemos un manifiesto, unas ideas… ¿De qué nos quejamos? Se siente que hay huelga, y cómo que hay enfado se intenta protestar. La realidad ha cambiado, y para la izquierda melancólica es fácil criminalizar a los jóvenes.

¿Precisamente los partidos y los sindicatos de izquierdas no son un poco responsables de esto?

Ciertamente, sí. Los partidos y los sindicatos, que tuvieron una función muy social en los ochenta, noventa, se quedaron estancados, y ahora forman parte del establishment. El concepto de casta que utilizaba Podemos me parece muy representativo de lo que pensaba la gente joven de todos los partidos antiguos. Igual que los sindicatos. ¿Por qué no resultan atractivos para la gente joven? Porque podían haber hecho muchas cosas y no las han hecho. Y la gente es cada vez más crítica. Les cuesta más aceptar una idea unilateralmente. Este es tu partido, este es tu sindicato. Mis padres han militado siempre en el Partido Socialista. Y yo les digo que la manera que tienen de entender el partido no es la que tengo yo. Yo lo veo como un lugar de debate, de intentar cambiar el mundo. Ellos lo interpretan con unos protocolos y una burocracia con los cuales yo no estoy de acuerdo.

¿En España, hay que mencionar algún foco, alguna experiencia significativa en el movimiento de los estudiantes?

Si bien es difícil que haya un sindicalismo activo, porque cada vez más los jóvenes somos más precarios y más pobres, y no tenemos tanto tiempo para intentar cambiar el mundo, también hay un desencanto con el activismo en la población juvenil. La sociedad cada vez se vuelve más individualista: si mi familia, mis amigos y yo estamos bien, realmente, ¿Por qué me tengo que movilizar? Bien es verdad que Cataluña ha sido siempre un foco de activismo, de vanguardia, de lucha obrera. También la Universidad de Salamanca, por tradición histórica, siempre ha tenido un movimiento estudiantil muy fuerte. En el País Vasco están muy muy organizados. Madrid, la Complutense…, de aquí surgió el movimiento del 15-M. Hay movimiento estudiantil, pero, como tal, no. Porque no es un movimiento unificado, con propuestas uniformes.

¿Un movimiento, digamos, puntual, espontáneo?

Es un movimiento de acciones instantáneas para conseguir algo. Por ejemplo, la Facultad de Derecho no tiene microondas. Nos organizamos todos y protestamos ante el Decanato y ya está. Se ha conseguido un objetivo. Así, el movimiento es más bien por objetivos. En esto se nota también el activismo processista. Porque es gente que se organiza multitudinariamente y después se desorganiza. No tiene continuidad en el tiempo.

Se asocia, de diferentes maneras, el processismo a los jóvenes, y especialmente a los estudiantes. ¿Esto es así?

Tiene una parte de realidad. Es verdad que hay sindicados de estudiantes processistas, pero son de grandes declaraciones. Nunca los verás gestionando una incidencia. Los sindicatos que ahora han subido al carro de la independencia han olvidado cuáles son sus orígenes, que son defender los derechos de los estudiantes. Tienen representación, tienen cargos, pero cuando se les necesita a pie de facultad no aparecen. Somos gente como yo, gente independiente, otros sindicatos los que gestionamos las cosas. ¿Por qué? Porque no es muy glamuroso decir que estás a pie de obra. Con la covid hemos hecho un esfuerzo especial para ayudar a los que empezaban, que se sentían muy inseguros. Yo, a tercero, también lo estaba.

¿El movimiento processista estudiantil está vinculado, influido, enmarcado por el aparato educativo y, en concreto, por el cuerpo docente?

Es cierto que la educación catalana hace muchos años que actúa como una fábrica de independentismo. Los más jóvenes están familiarizados con una pseudorealidad que se ha ido inculcando. Se ha manejado de tal manera la educación que ha generado conflicto y segregación. Cuando hubo la sentencia del procés, estuve a punto de dimitir, porque querían que se firmara una declaración a favor de los presos, cuando hay problemas no resueltos, como lo de los profesores precarios, o el de los alumnos que no tienen representación real. Sufrimos presiones, pero era la moda y había que seguirla. El microondas puede esperar, decían los processistes. Y esto no es así. El microondas, la pobreza estudiantil, la brecha digital… no pueden esperar. Mientras vosotros esperáis un barco al cual al final no sabéis si podréis subir o no, hay gente que tiene que dejar la universidad, no porque quieren, sino por necesidad.

¿Entre los estudiantes hay algún tipo de debate en el plano nacionalismo-no nacionalismo?

Hay un poco de todo. He tenido conversaciones interesantes con gente independentista, con datos, argumentos, y también con quienes dicen que el 1714 fue la guerra de la independencia… También me pasa con el nacionalismo español. Estoy con Iñigo Errejón cuando decía que ser patriota es querer una sanidad, una educación pública de calidad, unas instituciones que estén al servicio del ciudadano. Debatiendo con dos amigos, uno de nacionalista, y otro a quien le era igual, el primero decía que no conseguía entender como yo no entendía su punto de vista, y el tercero le reprochaba precisamente lo mismo.

¿Desde tu perspectiva, qué rumbo crees que está tomando la barca nacionalista?

¿Qué pasa con el procés y el movimiento estudiantil? Cuando haya algún pretexto, previsiblemente se movilizarán, y dejarán de hacerlo hasta la próxima vez. Los que querrían organizarse ven que los sindicatos tradicionales no les sirven, tampoco los independentistas, ni los de la facultad. Esto, el neoliberalismo en los sindicatos estudiantiles, es un problema. Es cómodo y se entiende: mis intereses van delante de los tuyos. La covid ha paralizado el movimiento estudiantil processista.

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