Joe Biden y la independencia de Cataluña

En el planeta Tierra vivimos casi 8.000 millones de personas, de las cuales 335 millones son ciudadanos de los Estados Unidos de América (EE. UU.). En las elecciones presidenciales de este país, celebradas el pasado día 3 de noviembre, han votado 157 millones de ciudadanos, logrando el índice de participación más alto de los últimos cien años (65,7%).

El veredicto de las urnas, que se ha prolongado durante días, ha sido inapelable: una amplia mayoría del electorado -con una diferencia de más de cinco millones de votos- se ha decantado a favor del candidato demócrata, Joe Biden. O, lo que es lo mismo, ha votado contra la reelección del presidente Donald Trump.

La traducción en votos electorales ha sido más ajustada, dado el anacrónico y enrevesado sistema democrático de los Estados Unidos, pero el resultado final no ha quedado adulterado, como sí pasó en las pasadas elecciones del 2016, cuando Hillary Clinton se impuso en las urnas…, pero se quedó a las puertas de la Casa Blanca.

Al ser la primera potencia militar y económica del planeta, el voto de estos 157 millones de norteamericanos nos concierne directamente al resto de habitantes del Mundo. Y, en este sentido, la victoria del tándem Joe Biden & Kamala Harris transmite, antes de que nada, tranquilidad y confianza.

Su mandato efectivo empezará el mes de enero próximo. Veremos –el tiempo nos lo dirá- hasta dónde llegan su energía y capacidad para afrontar los graves problemas sociales que sufren los Estados Unidos, derivados de la fuerte pulsión individualista que impregna la tradicional manera de funcionar de este país. Pero no se podrán abstraer de las evidencias y tendrán que dar una respuesta valiente y creativa.

La pandemia de la covid-19 está poniendo a prueba la capacidad de resiliencia de la humanidad. Con 50 millones de personas infectadas en todo el mundo y 1,3 millones de víctimas mortales -232.000 de las cuales en los Estados Unidos- el coronavirus no es solo un urgentísimo problema de salud pública: para protegernos, nos obliga a hacer confinamientos masivos y a ralentizar la actividad laboral, hechos que tienen una repercusión letal sobre el comercio y la economía mundiales. Esto se traduce en un incremento exponencial de las lacras de la desigualdad, el paro, la pobreza y el hambre.

Todos sabemos que otra humanidad es posible. Una humanidad solidaria y fraternal, regida por un gobierno planetario de personas sabias y sensibles que velen y garanticen el bienestar de todo el mundo. La civilización de internet hace posible que, por primera vez en la historia, todos estamos interconectados, las distancias no existen y las banderas han dejado de tener sentido.

Donald Trump, con su patriotismo ramplón, era un obstáculo objetivo al establecimiento de un nuevo paradigma mundial basado en el amor, la generosidad y la armonía, en contraposición al odio, al egoísmo y al caos que él encarna. Esta es la verdadera dimensión que puede tener la victoria de Joe Biden & Kamala Harris y a todos nos corresponde ahora aprovechar estas nuevas coordenadas y trabajar para hacer posible que la Tierra deje de ser un infierno.

La tarea es titánica. Afrontamos una crisis de civilización que tiene muchas caras: la lucha contra la pandemia, contra la recesión económica, contra el cambio climático, contra los conflictos bélicos, contra las migraciones forzosas, contra la explosión demográfica, contra la polución del medio ambiente, contra la extinción de la biodiversidad, contra la intolerancia religiosa o sectaria…

Solo si los principales dirigentes políticos mundiales –bajo el liderazgo del secretario general de las Naciones Unidas, el portugués António Guterres- coordinan y conciertan sus programas y sus actuaciones podremos salir de este callejón sin salida y hacer la transición hacia un verdadero gobierno mundial al servicio de toda la humanidad. Es obvio que Donald Trump y todos aquellos que bailan al son de su flauta –los nacional-populistas como Boris Johnson, Jair Bolsonaro, Benjamin Netanyahu, Viktor Orban, los sátrapas de las petromonarquías del Golfo…- son los principales focos de resistencia al advenimiento de esta nueva era, basada en el respeto generalizado a los derechos humanos, las energías limpias y el equilibrio ecológico.

Los resultados de las elecciones de este 3 de noviembre en los Estados Unidos también resuenan en Cataluña. Aquí, oficialmente, no hay “trumpistas” –excepto el núcleo residual de Vox-, pero el independentismo catalán había llegado a la conclusión geopolítica (eso sí, con la boca pequeña) que, para lograr sus objetivos secesionistas, era imprescindible que la Unión Europea acabara en el caos, dividida y fragmentada. Y este escenario solo era posible si la pinza Trump-Putin conseguía sabotear y destruir la construcción del proyecto europeo.

El tiro, como ya pasó el 1-O del 2017, les ha salido por la culata. Una de las consecuencias inmediatas de la victoria de Joe Biden & Kamala Harris será el reforzamiento de la interlocución y la cooperación de los Estados Unidos con la Unión Europea. El eje Washington-Bruselas está destinado a ser un actor fundamental en esta nueva página de la historia que hemos empezado a escribir, en la cual la reivindicación de la independencia unilateral de Cataluña por parte de unos cuantos bocazas y corruptos tiene la importancia que tiene: ningun

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