«La economía social está ignorada y abandonada»

Entrevista a José Antonio Canillas
José Antonio Canillas

Participó en la creación de CCOO, ya en democracia, y de la Associació de Societats Laborals i Economía Social de Catalunya (ASESCAT), que actualmente preside. Trabaja en un centro de personas discapacitadas, y se considera un militante social, perteneciente a la clase obrera.

Se habla, se cita, se profesa una cierta simpatía hacia esto que se ha llamado “economía social”, pero muchos lo perciben como algo casi testimonial. ¿Qué es, en realidad, la economía social?

Para entenderlo de manera sencilla, se puede decir que economía social es aquella en que los trabajadores se consideran los propietarios de la empresa. Yo añadiría, que también de aquellas empresas cuyo objetivo es social, porque podría darse el caso de que una empresa, cuyos dueños fueran trabajadores, hicieran un producto no social como, por ejemplo, armas. Esto es lo que hoy en día se conoce como “economía social y solidaria”. 

¿Podría considerarse que algunas ONG’s” comparten y, en consecuencia, forman parte de la economía social y solidaria?

Las empresas de economía social producen bienes y servicios, que compiten en el mercado con otras. Por tanto, no son ONG’s, aunque trabajan por la democratización de las relaciones laborales, la participación de los trabajadores…

¿Cuál es en estos momentos la radiografía de la economía social en Cataluña?

La economía social tiene altos y bajos. Muchas veces, las cooperativas (en las que los trabajadores tienen el 100% de las acciones de la empresa) y las sociedades laborales (donde tienen más del 51%), adquieren fuerza en momentos de crisis, cuando las empresas quiebran y los trabajadores se hacen cargo de ellas. Así, han surgido sociedades laborales, porque en esa situación los trabajadores tienen dos opciones: o dejar que se cierre la empresa o hacerse dueños de ella. En tal sentido, puede que, como consecuencia de la crisis económica derivada del Covid, surjan nuevas oportunidades para la economía social. En Cataluña, hay en estos momentos unas 6.000 personas que trabajan en sociedades laborales, a las que habría que sumar los cooperativistas. La sociedad laboral más grande de Cataluña, con unos 1.000 trabajadores es actualmente Transportes Urbanos y Servicios Generales, Sociedad Anónima Laboral (Tugsal). Está en Badalona y surgió hace 20 años.

¿Dónde están las grandes piedras que se encuentra la economía social en el camino de su expansión?

Falla el apoyo del gobierno en la promoción de las empresas de economía social. Hay mucho desconocimiento sobre que son, como funcionan y cómo pueden organizarse. No hay incentivos para fomentar la creación de este tipo de empresas. Con lo cual, nada tiene de extraño que su funcionamiento se haga a veces muy cuesta arriba. Pedimos que las Administraciones se impliquen y establezcan, por ejemplo, incentivos concretos a la creación de puestos de trabajo, reducción de impuestos en algunos casos, tener en cuenta que esta economía es de proximidad, que al ser los trabajadores los dueños se esfuerzan para no cerrar, que hay una actitud solidaria entre los propios trabajadores, que se procura no despedir a nadie, si hay que hacer un sacrificio se hace… Y el consumo de sus productos o servicios es, en buena medida, de ámbito local.

¿La Generalitat ha venido apoyando el desarrollo de la economía social y solidaria, o todo lo contrario?

No se puede decir que “todo lo contrario”, pero si es verdad que tampoco se ha distinguido por una actitud proactiva. Estamos abandonados, ignorados… Por ejemplo, podrían haberse arbitrado algunos canales de financiación, que tan necesarios son para las sociedades laborales, como ahora se está haciendo con el ICO. Desde siempre, hemos tenido dificultades para acceder a fuentes de financiación bancarias. Y no solo esto, sino que incluso estamos teniendo dificultades para cobrar de las Administraciones. Durante muchos años, hemos tenido congeladas las ayudas a los centros especiales de trabajo, o centros ocupacionales para personas con discapacidad. Y cuando se paga, se hace muy lentamente y con retraso. Esto ha hecho que muchas sociedades tengan que pedir préstamos, y pagar intereses.

¿Existen referencias significativas de economía social en el entorno europeo o mundial?

Desde los primeros años de la democracia (1975-85), cuando tuvimos un crecimiento significativo, nos hemos guiado mucho por el modelo francés y también por el alemán. Fuimos mejorando hasta que nos estancamos, sobre todo a partir de la crisis de 2008, que ha empalmado con la crisis del Covid. Entre las políticas más significativas de promoción de la economía social y solidaria, hay cosas como subvencionar a los trabajadores con el 100% del salario mínimo y en Francia existen amplias iniciativas de apoyo público. Nosotros, en las empresas de apoyo a las personas, recibimos ayudas equivalentes al 50% del salario mínimo y medidas complementarias para hacer seguimiento psico-pedagógico, que está demostrado que pueden trabajar. 

Gureak, dedicada a la inserción socio-laboral, es la que empresa vasca que más trabajadores tiene en el territorio: cerca de 6.000 en el equipo humano y 5.000 personas con discapacidad ¿Existe alguna iniciativa similar en Cataluña?

Aquí, en Cataluña, cada uno va más hacia su chiringuito, por decirlo de algún modo, muy en correspondencia con el predominio de las pequeñas empresas. Tendemos a que cada pueblecito tenga su centro especial de trabajo. En el País Vasco, hay tres entidades, una por cada provincia, que cuentan con mucho apoyo de la Caja de Ahorros y del Gobierno. Y la verdad es que ha ido muy bien. Gureak es un ejemplo a seguir. Ellos solían venir por aquí a aprender de la experiencia de una fundación de Tarrasa, que se dedicaba a la inserción laboral de personas con discapacidades, pero acabaron superándonos ampliamente. Nosotros nos dedicamos a ayudar en lo que constituye la vida de las personas: trabajo, vivienda, cultura y ocio. Esta última parte también puede estar regida desde un mismo centro de trabajo y ocio. En el País Vasco, estas empresas constituyen incluso una avanzadilla en sectores de la producción como la telefonía, electrónica… Cosas que no hace cualquiera y ellos eran capaces de hacerlo. Nosotros nos dedicamos a cosas más sencillas. Cada vez más, en trabajar para la Administración, como en la limpieza viaria.

¿Vuestra actividad esta, de algún modo, vinculada al llamado cuarto pilar del Estado de bienestar: el cuidado y la atención a las personas?

Cada vez más. Porque vivimos más y, en consecuencia, hay más personas mayores que necesitan atención. También porque somos cada vez más exigentes. Hace 30 o 40 años había quien se preguntaba si personas con minusvalía serían capaces de realizar determinados trabajos. Se ha ido demostrando que sí. Y ahora las personas discapacitadas se sienten con derechos, como cualquier ciudadano. Así, tienen derecho, por ejemplo, a un trabajo digno, que figura en la Constitución. Hay más sensibilidad.

¿A veces, no se queda todo esto en discursos, buenas intenciones, marcos legislativos…, al menos para una muy buena parte de las personas afectadas?

Soy optimista, porque la realidad actual, comparada con la de hace 40 años, no tiene nada que ver. He visto un progreso. Ahora estamos estancados, pero prácticamente en todas las comarcas de Cataluña y en los pueblos más importantes hay centros especiales. También hay que decir que en este sector operan empresas, algunas muy potentes, con ánimo de lucro. Han descubierto que la atención a las personas discapacitadas es una forma de ganar dinero, a veces con modelos que dejan mucho que desear, como se ha puesto de manifiesto en las residencias para mayores. 

¿Quiénes, además de colectivos tan significados como los mayores, gente con discapacidades psíquicas o físicas, etc., se están incorporando al Universo de la dependencia?

Cada vez hay más personas que por enfermedades, insuficiencias culturales o de otro tipo, familias desestructuradas, enfermos mentales, parados crónicos se quedan al margen de la sociedad. Requieren apoyo y tiene que ser desde las Administraciones desde donde se articule la atención. Entre personas jóvenes discapacitadas se ha avanzado mucho, pero cuando topamos con gente expulsada del mercado laboral, no rentable… la cosa es mucho peor.

¿Existe algún colofón para todo esto?

Si se me permite, decir que no estoy en ningún partido, pero soy de izquierdas. Dijo Marx “Proletarios del mundo uníos”. Y en tal sentido, tenemos que estar por la unión y no por la separación, también de los pueblos. Mi patria es el mundo, mi familia la Humanidad.

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