Otegui: preguntas para un personaje complejo

La nulidad de la sentencia a Arnaldo Otegui por el caso Bateragune ha vuelto a poner la justicia española en el punto de mira. De hecho, el Supremo ha tenido que acatar la resolución del Tribunal Europeo de  Derechos Humanos (TEDH) que impugnaba el juicio, atendida la parcialidad de la presidenta del tribunal que lo juzgó en la Audiencia Nacional, Ángela Murillo. La acusación de una magistrada de no haber sido imparcial, y más en un caso como éste que afecta el eje central de uno de los conflictos políticos más complejos de Europa, es una nueva constatación que la politización de la justicia española no es una anécdota. Es algo intrínseco a las altas magistraturas de este poder del Estado que vive todavía encorsetado en un trasfondo ideológico que no ha podido desprenderse de todos los marcos de interpretación herederos de la dictadura.

Otegui, en el Vía libre de RAC1 del 2 de agosto, trazó alguna similitud entre los conflictos catalán y vasco, y sobre todo destacó que será el TEDH el que pondrá las cosas en su lugar también en relación a los presos políticos del proceso. El plebiscito llega a Europa: lo anuncié yo en el título e hipótesis de partida del libro que publiqué durante el último Sant Jordi confinado (Curbet Ediciones, 2020), porque ha sido Europa quién ha acabado redimensionando la figura de Arnaldo Otegui, igual como será el TEDH quien acabará escribiendo la última página del relato sobre lo que pasó en Catalunya en octubre de 2017.

La figura del líder de la izquierda abertzale es tan compleja que difícilmente acabará habiendo quién haga una biografía aceptada por todo el mundo. Esto, a pesar de los esfuerzos titánicos del compañero Antoni Batista, uno de los mejores conocedores del personaje. Pero, como Otegui y el socialista Jesús Eguiguren sabían cuando empezaron a hablar de enderezar el conflicto vasco al poco del cambio de siglo, una negociación nunca se puede ganar por goleada, las familias de los presos también tienen el derecho a considerarse víctimas indirectas del conflicto y encontrar puntos de partida comunes en narrativas que habían sido enfrentadas era esencial para planificar un futuro sin violencia.

El relato, siempre el relato. Porque, una vez ETA depuso las armas y dejó de matar, una vez el conflicto se situó, sólo y exclusivamente, sobre la arena política, todo el mundo sabía que quedaba mucho trabajo por hacer para explicar lo qué pasó en Euskadi, entre 1959 y 2011, a las futuras generaciones. La sentencia del TEDH y la nulidad posterior de la condena a Otegui –que por cierto, lo habilita para ser electo– son, no sólo un duro golpe a la judicatura española, sino también para una clase política y una Brunete mediática que encumbrada en el poder de Madrid ha rechazado analizar el conflicto vasco con toda su complejidad. La misma clase política a quién Eguiguren se tuvo que enfrentar para que le dejaran continuar sentado en la mesa de diálogo, a hurtadillas, a pesar de los atentados en la Peineta y la T4 de Barajas; la misma clase política, esta vez en la oposición, que bajo el mando de Mariano Rajoy sabía que la mano dura daba votos en la España menos periférica.

La sentencia del TEDH y el acatamiento que ha hecho el Supremo obligan, ahora sí, a situar la complejidad del fenómeno a todos los historiadores y periodistas que lo quieran trabajar. Muchos ya lo señalaban, pero todavía había quién intentaba usar las grandes plataformas audiovisuales o los programas de infotainment para buscar más culpables de los que realmente hubo: quienes empuñaron las armas. Quizás, el momento político que se abre ahora –que permite la calma y empezamos a disfrutar de la perspectiva del tiempo– nos ayudará a hacer un análisis más pausada y a hacernos preguntas trascendentales para tejer un relato mucho menos maniqueo: ¿el final de ETA vino por convicción y madurez de la sociedad vasca, o también tuvo algo que decir la presión policial, que metió en la cárcel a más de cien activistas anualmente durante los últimos años de conflicto? ¿Cuál es el tope electoral del independentismo vasco con Arnaldo Otegui habilitado para ser electo? ¿Habrá alguna vez capacidad de acuerdo con un PNB de quien, el mismo líder abertzale reconoce que "está narcotizando la conciencia nacional"?

Ahora mismo, preguntas que aún tienen difícil respuesta y en un nuevo tiempo político para España donde, desde 2015, la presión del independentismo se deja sentir más en Catalunya que en el País Vasco.

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