¿Hay que limitar la propiedad privada?

Recientemente se ha publicado el nuevo libro de Thomas Piketty Capital e ideología, subsiguiente al exitoso El capital en el siglo XXI. El economista formula propuestas radicales para intentar subvertir la sentencia del intelectual norteamericano Fredric Jameson, que afirma que hoy parece "más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo". Mientras que en su best-seller anterior, Piketty investigó la dinámica perversa de la acumulación del capital, en Capital e ideología hace hincapié en combatir la desigualdad y en romper con la sociedad hipercapitalista actual, que se puede entender más como una construcción ideológica que como producto de fenómenos naturales.

Para el francés, el origen de la propiedad es social, y por eso mismo tiene que volver a la sociedad. Los emprendedores o innovadores billonarios, a menudo reconocidos como héroes, tendrían que pagar impuestos de forma anual y no esperar a tener 90 años para pagar a la sociedad de la cual se han beneficiado, gracias a inversiones públicas, el trabajo de muchas generaciones y un marco legal determinado.

En la misma línea crítica, a finales del otoño pasado se llevó a cabo un interesante debate interdisciplinario sobre las desigualdades sociales en el Instituto de Ciencias Políticas y Sociales (ICPS), en Barcelona, en torno a la carencia de equidad existente entre barrios, ciudades y/o países, a partir de varios indicadores empíricos sobre niveles de salud, calidad y esperanza de vida, fracaso escolar, etc. Participaron, entre otros, Marina Subirats, catedrática emérita de Sociología (UAB); Héctor Silveira, profesor de Filosofía del Derecho (UB), y Raül Digón, profesor de Ciencia Política (UB), de quien se presentó el libro Socialismo y justicia distributiva.

Uno de los temas tratados fue la democracia actual y sus carencias como sistema institucional. Así, entre otras cosas, se remarcó la escisión capital que hay actualmente en el ámbito del derecho en materia de regulación económica. Se cuestionó en particular que el ordenamiento jurídico afecte a los poderes públicos mucho más intensamente que al sector privado en ámbitos como la vivienda, donde la administración tiene que orientar su actuación para garantizar viviendas dignas, mientras que los poderes privados pueden acumular sin límites para especular, muchas veces a expensas de los derechos sobre la vivienda.

Es por eso que el profesor Silveira destacó que si hay un ordenamiento constitucional que afecta a los poderes públicos también tendría que haber uno que afectara más a los poderes privados, fijando unos límites específicos para proteger derechos fundamentales. En un sentido afín, Raül Digón recordó que la emancipación colectiva no puede ser sólo política, sino que también tiene que ser social, porque los derechos políticos sin los economicosociales se convierten en meramente formales.

Marina Subirats, desde la sociología, expuso que aquello que verdaderamente subyace en el debate sobre las desigualdades radica en la consolidación de las divisorias entre clases sociales, tal como ha comprobado empíricamente como investigadora en varios proyectos de investigación. Igualmente, explicó la reestructuración internacional de las clases, con fenómenos que acentúan la polarización (por un lado, las clases corporativas y las cosmopolitas, y, de otro, los movimientos migratorios de personas que no son explotadas ni necesarias como clase trabajadora, sino directamente marginadas), y reflexionó sobre las implicaciones políticas que se derivan de ello.

Actualmente, tal como se desprende del pensamiento de Piketty, y de debates como el mencionado, así como otras fuentes, hay en juego und cambio de paradigma que incluye la disputa sobre cuáles serán las conurbaciones que gobernarán la economía mundial, así como la tensión constante entre democracia y capitalismo. Aun así, traducir las reflexiones sobre la desigualdad en políticas públicas de justicia distributiva reclama la acción colectiva de la ciudadanía crítica (los activistas por el derecho a la vivienda, los movimientos en relación con el cambio climático, etc.), así como la vocación pública de figuras como Bernie Sanders, que manifiesta que "la desigualdad entre renta y riqueza es el gran problema moral, económico y político de nuestro tiempo" y que "ninguna nación podrá prosperar mientras algunas personas acumulen tanto y tantas tengan tan poco".

 

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