Las relaciones entre Messi y la directiva azulgrana no pasan, como es evidente, por su mejor momento. Las declaraciones del delantero argentino fueron contundentes y muy directas. "Quiero quedarme, pero quiero ganar", poniendo en entredicho incluso que el club hubiera puesto toda la carne a la parrilla en el fichaje de Neymar para traerlo de vuelta del PSG cómo él había recomendado.
La reacción de la directiva ha sido mandar un mensaje tranquilizador en el sentido que quiere iniciar negociaciones para ampliar su actual contrato, que vence el 2021 coincidiendo con el final del mandato de esta junta. Una manera de volver a tenerlo contento y, si puede ser, callado.
El caso es, pero, que los planes de la junta eran otros muy diferentes, empezando por no hacer ningún gesto de acercamiento y mucho menos de iniciar conversaciones para ampliar su permanencia al club. La intención era agotar el contrato y hasta forzar dentro de lo posible que Leo pudiera irse del club antes de lo previsto por dos motivos. El primero, porque el club podría cobrar por un hipotético traspaso y en segundo lugar porque su marcha liberaría más de 130 millones de euros que no le vendrían mal a la tesorería azulgrana.
Desde el otro lado, el jugador no se plantea irse ni quiere que sus palabras se mal interpreten en el sentido que si no se dan las condiciones para tener un equipo competitivo, quizás se va del Barça. Al contrario, podría darse la situación conflictiva y de tensión en que Messi reiterara este discurso crítico contra la junta de Bartomeu para forzar una crisis dentro de la misma junta y quien sabe si hasta una dimisión que condujera a unas elecciones anticipadas. En cualquier caso, el pulso está echado y es un pulso fuerte que quizás no se pueda arreglar ni con mucho dinero si dura demasiado.
