Sin Rovira Belloso

Mosén Rovira Belloso murió el pasado 16 de junio. He tardado una semana en enterarme, lo cual imputo a alguna limitación mía pero también a una comunidad donde noticias como ésta no aparecen más destacadas en sus medios de comunicación. Para mí, Rovira Belloso era uno de los grandes, una de esas personas que dejan huella. Muy merecida la Cruz de Sant Jordi que le concedieron en 1999. Jordi Pujol no lo hizo todo mal.

Se doctoró en Teología y Derecho en la Universidad de Barcelona en el año en que yo nací. Por alguna razón que desconozco, mi padre tenía una cierta relación con él. Mis padres cristianos me llevaban a misa los domingos y en alguna de ellas Rovira Belloso era el oficiante. Gracias a él dejé de creer en Dios. Si ahora se lo pudiera comentar seguro que contestaría esta afirmación provocativa con su entrañable sonrisa burlona. Pero es verdad. Pertenecía a aquellos sacerdotes que situaban la doctrina cristiana tan a pie de calle que al final te implicabas en el activismo social que pregonaba y acababas olvidándote del Dios que decían que había detrás de ese compromiso.

No es que coincidiéramos demasiadas veces pero siempre que lo hacíamos parecía que fuéramos amigos de toda la vida. Cuando le preguntabas por alguna cuestión comprometida te contestaba de una forma que acababas creyendo que te había dado la razón aunque no lo hubiera formulado explícitamente.

¿Qué pensaba del lío catalán? Ni idea. Nunca se lo llegué a preguntar. Si lo hubiera hecho muy probablemente me hubiera quedado con las ganas de saber qué pensaba de verdad. Pero seguro que habría intentado poner paz y esperanza con sus palabras.

¿Qué habría pensado de que se haya organizado una oración ecuménica de apoyo a los dirigentes independentistas encarcelados? Otra pregunta que quedará en el aire. Si alguien se lo preguntó me gustaría saber qué le respondió. Murió tres días antes de que ese acto tuviera lugar.

Lo único que puedo decir es que era más partidario de la discreción que del protagonismo público. Una discreción que, desgraciadamente, ha hecho que haya tardado una semana en enterarme de que había muerto un hombre bueno.

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