«No permitiré que el Parlament parezca un patio de escuela». Con estas palabras, el presidente del Parlamento catalán, Roger Torrent, pretendía cortar de raíz el enfrentamiento entre los independentistas y Cs por la presencia de un lazo amarillo en la bancada reservada para el gobierno en el hemiciclo de la cámara catalana.
Pero, a pesar de esta voluntad manifiesta y el hecho que llegó a suspender el pleno para imponer la paz política, la cosa no le salió bien al presidente. Sucesivos episodios en la misma sesión, con un cartel antifascista de la CUP enganchado ante el escaño de Inés Arrimadas y un nuevo enfrentamiento dialéctico entre Cs y los anticapitalistas dejaron muy claro que ni unos ni otros pretendían rebajar el tono en cuanto a la exhibición de símbolos.
La sesión plenaria se acabó y parecía que el tema había sido puntual. Pero los periodistas parlamentarios, que siempre acaban poniendo la oreja en los pasos perdidos del Parlament, oyeron a un diputado de Ciudadanos avisando que «si ellos llevan lacitos amarillitos, nosotros llenaremos esto de banderas españolas». Y poco después, un miembro de la CUP admitía que no estaban dispuestos a dejar de forzar «una guerra de símbolos» en cada pleno.
