De Jordi Pujol a Eduard Pujol

La sentencia del caso Palau de la Música cierra una etapa de la historia de este país que empezó hace 58 años y que ha marcado generaciones de catalanes, entre los cuales me cuento. El 19 de mayo de 1960 se produjeron los llamados hechos del Palau, que catapultaron la figura de Jordi Pujol. Aquel día se hizo en este templo modernista un concierto del Orfeó Català en homenaje al centenario del nacimiento del poeta Joan Maragall.

Un grupo de jóvenes de la organización católica que entonces capitaneaba el joven Jordi Pujol interrumpió el concierto para ponerse a entonar, distribuidos entre el público, el Cant de la senyera, con letra de Joan Maragall, que había sido suprimido del programa por órdenes del gobernador civil de aquella época, Felipe Acedo Colunga. También se lanzaron unas octavillas, redactadas por el mismo Jordi Pujol, donde, con el título «Os presentamos al general Franco», se acusaba al régimen dictatorial de promover la corrupción para comprar la voluntad de los catalanes.

Jordi Pujol no estaba aquel 19 de mayo de 1960 en el Palau de la Música, pero fue detenido horas después como cerebro ideológico de esta acción. Torturado en la jefatura de Vía Layetana, juzgado y condenado a siete años de cárcel (cumplió sólo dos), este episodio marcó el futuro colectivo de Cataluña: un burgués católico de derechas levantó la bandera y asumió protagonismo en las trincheras antifranquistas, pobladas por heroicos, humildes y sacrificados militantes comunistas y anarquistas.

Una vez salido de la prisión de Zaragoza, Jordi Pujol se dedicó en cuerpo y alma a promover Banca Catalana y el grupo industrial que organizó a su alrededor, que pretendía ser, ya entonces, una estructura de Estado. A la muerte de Franco, Jordi Pujol decidió dar el salto a la política y por eso utilizó el partido que había fundado, Convergència Democràtica (CDC), y la plataforma financiera del banco. Cuando hay mucho dinero, no es difícil triunfar en el mercado electoral –nos lo han demostrado empresarios como Silvio Berlusconi o Donald Trump- y es así como, en 1980, el ex-vicepresidente ejecutivo de Banca Catalana conquistó la presidencia de la Generalitat, cargo en el cual se mantuvo hasta el año 2003.

Lo que empezó el 19 de mayo del año 1960 en el Palau de la Música ha acabado este 15 de enero del 2018 con la sentencia contra la banda de ladrones –las familias Millet y Montull- que se había apoderado de este templo modernista y contra el ex-tesorero de CDC, Daniel Osàcar, partido que tenía escondida aquí su caja B. Jordi Pujol empezó su trayectoria pública denunciando duramente la corrupción franquista en una octavilla repartida en el Palau de la Música y ha acabado saliendo en las primeras páginas de todos los diarios por haber promovido y tolerado la corrupción generalizada.

La vida da unas vueltas muy curiosas y, a veces, muy amargas. El primer candidato de CDC a la alcaldía de Barcelona fue Xavier Millet, el hermano del condenado Fèlix Millet. El nieto de Joan Maragall –el autor del Cant de la senyera– fue quien denunció en el Parlament la mafia del 3% de CDC. Jordi Pujol, antes de los hechos del Palau, organizó una campaña de boicot contra el diario La Vanguardia por el llamado caso Galinsoga y el conde de Godó se acabó convirtiendo, años después, en el principal beneficiario de las ayudas de Jordi Pujol, desde la Generalitat y CDC, y, a la vez, en el gran cómplice y encubridor del régimen corrupto pujolista.

Hay una Cataluña que –para bien y para mal- se ha acabado este 15 de enero, con los delincuentes condenados y con la dimisión preventiva de Artur Mas como presidente del PDECat, el partido sucesor de CDC. Artur Mas fue el octavo hijo del matrimonio Jordi Pujol & Marta Ferrusola y durante cinco años (2010-15) protagonizó la segunda parte del régimen pujolista. Él era el chico de los recados de General Mitre, el paréntesis que se tenía que cerrar con la entronización de Oriol Pujol como heredero de la dinastía presidencial en la Generalitat. Pero el caso de las ITV –otra vez, la corrupción- truncó la línea sucesoria del régimen.

Si Artur Mas fue el octavo hijo, Carles Puigdemont es el nieto rebelde de Jordi Pujol & Marta Ferrusola. Su trabajo fundamental durante los dos años de su presidencia ha sido llevar el conflicto Cataluña/España hasta el límite, con un objetivo: obligar a los poderes fácticos de Madrid a negociar un pacto que comportara, prioritariamente, la disminución de la presión judicial contra los miembros del clan Pujol y, a poder ser, su exoneración. Tal como pasó, en 1985 con la querella por la quiebra de Banca Catalana, que acabó con su archivo. En esta ocasión, ni Mariano Rajoy ni Felipe VI han dado su brazo a torcer, como ocurrió con Felipe González y Juan Carlos I.

Pero Carles Puigdemont ya ha sido amortizado y la familia no quiere que entierre la vida en una prisión. En el equipo de Junts per Catalunya, la coalición que ha sustituido a CDC y PDECat, hay un personaje clave: el diputado y portavoz Eduard Pujol, que no tiene ningún parentesco con la familia del ex-presidente de la Generalitat, pero que representa mejor que nadie los intereses del clan. Intuyo y deduzco que es el tapado de la trama mafiosa. Ha aterrizado en la política dejando el cargo de director de la emisora RAC1, de la familia Godó (otra vez los Godó). Será él, en ausencia de Carles Puigdemont, quien marcará el ritmo y el paso de esta tercera encarnación del régimen pujolista. No tendremos a Oriol Pujol, que está en capilla para ingresar en la cárcel, pero tendremos a Eduard Pujol.

Pilar Rahola, la propagandista de confianza, ya escribió el pasado martes en La Vanguardia (siempre La Vanguardia) las exequias de Artur Mas, a quien dedicó hace años un epustuflante panegírico (La máscara del rey Artur). El Palau de la Música ha sido el cementerio de Jordi Pujol y de Artur Mas. Ahora, con el permiso de los monaguillos de ERC y la CUP –que no se enteran- es la hora de Eduard Pujol. Tiene carácter, mala leche y un sentido muy práctico de la política y de los negocios, pero sólo 34 escaños…

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