Cataluña 2018: Agarraos, que vienen curvas

Cuando Jordi Pujol fue elegido presidente de la Generalitat en 1980 me consolé diciéndome que al menos esto serviría para que dejáramos de hablar de cómo somos y dejamos de ser los catalanes y de cómo de mal nos trata España. Era joven. Apenas 24 años. Y nada acostumbrado a los usos y hábitos del funcionamiento de una democracia.

Han pasado casi 40 años y nos hemos tirado buena parte de ese tiempo discutiendo de lo que yo creía que era simplemente una plataforma para que un grupo político se hiciera con el poder en Cataluña.

Al contrario, los últimos años esta discusión ha subido de tono, se ha sustituido la palabra ‘nacionalista’ por la de ‘independentista’ y la cuestión social ha quedado más escondida que nunca en el debate político catalán. Lógicamente, los partidos de izquierda, que son los que pretenden mejorar las condiciones de vida de los grupos sociales más desvalidos y vulnerables, han salido perdiendo con esta dinámica. En las elecciones del pasado día 21 más que perdedores han salido escaldados. Y el futuro no hace prever ningún cambio en la dirección que querrían las organizaciones de izquierda.

El día antes de las elecciones le pregunté qué votaría a la mujer que limpia la escalera del bloque de pisos donde vivo. Me dijo que Ciudadanos. Y, claro, no lo iba a hacer porque estuviera convencida de que Inés Arrimadas y los suyos defenderían mejor que nadie sus intereses laborales. Pertenece a un colectivo que años atrás habría votado socialista o comunista. Votó Ciudadanos porque no quiere que el proceso hacia la independencia de Cataluña siga adelante y considera que este partido es el que mejor puede detener esta marcha.

El día 21, los partidos declaradamente independentistas obtuvieron 2.062.000 votos. Los que están contra la independencia, 2.212.000 (si no se quiere contar con los votos de Catalunya en Comú en este segundo capítulo, quedarían unos 1.900.000 votos).

Con este panorama entramos en 2018 sin saber qué pasará en la elección del nuevo presidente de la Generalitat y qué clase de política adoptará. Todo hace pensar que Carles Puigdemont deberá renunciar a continuar en el cargo y que habrá que buscar un candidato que tampoco puede ser Oriol Junqueras, si se ha de respetar la preeminencia de la lista más votada, aunque sea por los escasos 10.000 votos y dos diputados que separan a Junts per Catalunya de ERC.

Pero sobre todo habrá que ver si el nuevo Gobierno de la Generalitat insiste en que Cataluña es una República independiente que se basa en la ley de transitoriedad jurídica aprobada a toda pastilla el 7 de septiembre en el Parlamento .

El partido más votado en las elecciones ha sido Ciudadanos y tiene un apoyo notable en la calle, como han demostrado las manifestaciones contrarias a la independencia de los últimos meses. Cualquier medida de un nuevo Gobierno que intente imponer pasos o adopte actitudes simbólicas independentistas será rechazada en la calle por la gente que se ha ido animando a colgar banderas españolas en sus balcones.

Un tuitero valoraba el resultado de las elecciones diciendo que en Francia tienen un Frente Nacional y aquí tenemos dos.

Abróchense los cinturones. En 2018 vienen curvas. Y, desgraciadamente, todas giran a la derecha.

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