País nuevo, amigos nuevos

En los últimos tiempos, una televisión canadiense y otra australiana se han puesto en contacto conmigo para pedirme que les ayudara a encontrar una familia donde sus miembros defendieran posiciones diferentes sobre el proceso catalán. He fracasado estrepitosamente. Sólo una pareja que había aparecido en el diario El Mundo parecía dispuesta a participar en la grabación, pero finalmente renunciaron. Su aparición pública había derivado en discusiones con otros familiares que no querían agravar.

También en los últimos tiempos hay un grupo de personas que me conocían que han anunciado que dejan de seguirme en Facebook, que dejan de ser amigos míos en esta red social. No sé si también en la vida real. Cabe decir que yo no he hecho lo mismo con ningún amigo de Facebook. Es decir, hoy por hoy la opción de romper el vínculo es unilateral. Y no sólo sé que seguirá siendo así, sino que estoy convencido de que en algunos casos, y pasado un cierto tiempo, esas amistades se recuperarán.

Es, por tanto, tiempo de perder amigos y amigas.

Al mismo tiempo, sin embargo, estoy descubriendo a otra gente que quiere ser amiga mía. Y es una experiencia muy interesante. Una parte de estos amigos aparecen por las redes sociales y te puedes fiar de ellos relativamente. Hay trolls, enemigos de los amigos que me han abandonado y personas de buena fe. Y es a estos últimos a los que quiero referirme.

Estoy haciendo amigos nuevos que buscan el calor humano que han perdido en sus círculos familiares y de amistad tradicionales. Se sienten incómodos o los han echado directamente de los chats o de las redes sociales en las que compartían informaciones, ilusiones y entretenimiento. La construcción del nuevo país les ha dejado en un rincón salir del cual les supone discusiones y malos rollos. Necesitan hablar, contactar, compartir lo que piensan y sienten con otros grupos humanos.

El camino hacia la nueva Cataluña conlleva una reorganización de los núcleos de amistades. No sería bueno, sin embargo, que esta nueva fragmentación sentimental y social se consolidara.

Quizás lo de Amigos para siempre era exagerado e iluso, pero aunque el país nuevo nos traiga amigos nuevos habría que confiar en que, un día u otro, se rehagan los puentes con los que ahora hemos perdido.

Con DI y 155. O sin.

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