¿Era el imam de Ripoll el confidente B-05 de la Operación Chacal?

Abdelbaki Es Satty no fue detenido y ni siquiera se le interrogó
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Sea dicho con todo el respeto por la noble raza del lobo: Abdelbaki Es Satty, el imam de Ripoll a quien se considera el cerebro de la célula jihadista que perpetró los atentados del pasado 17 de agosto, era un «lobo«. Originario de la zona del Rif, al norte de Marruecos, militaba en el radicalismo jihadista desde muy joven y desde hace más de 15 años, una vez emigrado a España, se dedicaba a promover la lucha a muerte contra los «infieles» y los «cruzados» que habían invadido Palestina, Afganistán o Irak.

Después de los ataques de las Ramblas de Barcelona y de Cambrils, el foco mediático se ha concentrado en el grupo de jóvenes de Ripoll que habían sido abducidos y manipulados por Abdelbaki Es Satty, a quienes los Mossos d’Esquadra consideran que murió en la tremenda deflagración fortuita del chalet okupado de Alcanar. Del imam se ha explicado que fue contratado por la comunidad musulmana de Ripoll en 2015, poco después de que saliera de la prisión de Castellón, donde había estado encerrado cuatro años por un delito de tráfico de drogas y que allí habría hecho una estrecha amistad con Rachid Aglif, uno de los condenados por los atentados del 11-M en Madrid.

En su expediente judicial sólo figura su condena por narcotráfico, antecedente que desvirtúa su perfil de «lobo» jihadista -primero, vinculado a Al Qaeda y después al Daeshque ha marcado su trayectoria vital. Hay que tener en cuenta que la corriente del jihadismo en el cual militaba Abdelbaki Es Satty justifica que se pueda traficar con drogas o llevar una vida «occidentalitzada» si esto sirve para conseguir dinero para la causa y para «despistar» a la policía. Desde esta perspectiva, parece claro que los 12 kilos de hachís que la policía le confiscó en 2010 en Ceuta, y que lo llevaron a prisión durante cuatro años, estaban destinados a obtener dinero para continuar con su tarea jihadista.

LA TRAMA DE VILANOVA I LA GELTRÚ

Abdelbaki Es Satty conocía Cataluña muy bien. Se movía por aquí como un pez en el agua y estaba muy arraigado a Vilanova i la Geltrú, donde consta que vivió durante largas temporadas desde el año 2000. Por lo tanto, su pista no se tiene que buscar en Ripoll, donde sólo pasó los dos últimos años, sino en la capital del Garraf, que es realmente donde estableció su base operativa en Cataluña para predicar y extender la jihad.

En los archivos de la Audiencia Nacional hay enterrado un sumario judicial que, a la luz de los atentados de Barcelona y de Cambrils, produce escalofríos. Son los 15.000 folios de la llamada Operación Chacal, que EL TRIANGLE ha exhumado y donde el nombre de Abdelbaki Es Satty aparece de manera reiterada.

El 10 de enero de 2006, la Policía Nacional y la Guardia Civil practicaron una veintena de detenciones de ciudadanos musulmanes, casi todos magrebíes, que vivían mayoritariamente en Vilanova i la Geltrú. Se les acusaba de formar parte de una organización islamista radical que se dedicaba a formar y a enviar combatientes a las «zonas calientes» de Oriente Medio, en concreto en Irak y Afganistán. También se les imputaba haber ayudado a huir a un implicado en los atentados del 11-M en Madrid, Mohamed Belhad.

La investigación, dirigida por el juzgado n. 5 de la Audiencia Nacional, había empezado dos años antes y era el resultado de tres pistas que seguían por separado varios cuerpos de seguridad: por un lado, los vínculos en España del Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM), que había perpetrado los terribles atentados de Casablanca en el año 2003, con 45 muertos; del otro, un terrorista fugitivo del pelotón jihadista que organizó los atentados del 2004 en los trenes de cercanías de Madrid, que causaron 191 muertos; y, finalmente, el jihadista suicida que el 12 de noviembre de 2003 atacó la base del ejército italiano en Nasiriya (Iraq), provocando 28 muertos.

Los hilos de estas investigaciones confluían en Vilanova i la Geltrú y tenían un denominador común: el empresario Mohamed Mrabet Fahsi, que tenía varias carnicerías en la ciudad y era el presidente de la asociación islamista que gestiona la mezquita de A el Furkan. Durante meses, Mohamed Mrabet Fahsi fue sometido a una exhaustiva vigilancia policial y se identificaron a los miembros de esta trama vinculada al GICM.

Según consta en el sumario de la Operación Chacal, Abdelbaki Es Satty era uno de los hombres de máxima confianza de Mohamed Mrabet Fashi, hasta el punto que lo nombró imam de la mezquita Al Furkan. En el registro que se hizo en el domicilio del empresario, en la calle Lepant n. 52 de Vilanova i la Geltrú, la Guardia Civil encontró tres transferencias bancarias a nombre de Abdelbaki Es Satty, además de diversa correspondencia personal del imam, hecho que demuestra su estrecha relación y complicidad.

En el decurso de las investigaciones, la Policía Nacional había detectado que Abdelbaki Es Satty era un miembro relevante de la célula de Vilanova i la Geltrú y por eso pidió al juez la intervención de la línea de su teléfono móvil. Pero, curiosamente, poco después se levantó esta intervención con el argumento que, posiblemente, usaba un aparato con otro número.

En los interrogatorios que se hicieron a la veintena de detenidos en la Operación Chacal, muchos de ellos identificaron la foto de Abdelbaki Es Satty como la persona que daba las charlas particulares donde se incitaba a participar en la jihad. Un testigo también aseguró que el imam había compartido piso, durante una temporada, con Belgacem Bellil, que después se trasladó a Irak y se suicidó en el atentado de Nasiriya contra el cuartel italiano.

A pesar de todas estas pruebas y evidencias, Abdelbaki Es Satty, que sale reiteradamente mencionado en el sumario de la Operación Chacal por los otros miembros del grupo, no fue detenido ni siquiera interrogado como testigo. ¿Por qué?

Leyendo el sumario se puede constatar que la Guardia Civil tenía un «topo» en el grupo que comandaba Mohamed Mrabet Fahsi, a quien se identifica con la clave B-05. En su declaración judicial, el testigo protegido B-05 cantó» quiénes eran los miembros más activos de la célula jihadista y, de manera sorprendente, no menciona el nombre del imam Abdelbaki Es Satty, a pesar de que era el encargado de «comer el coco» a los más jóvenes del grupo de Vilanova i la Geltrú, como hizo diez años más tarde con los chicos de Ripoll.

Este «olvido» sólo tiene una explicación plausible e inquietante: que el mismo Abdelbaki Es Satty fuera el «topo» que la Guardia Civil bautizó como B-05. Los 24 muertos de los atentados de las Ramblas y Cambrils merecen que esto se aclare.

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