Sir Charles se instala en Londres, huyendo de todo

Ha marchado al Reino Unido, donde ahora vive su mujer, dado que su imputación judicial tiene mala pinta y porque soplan vientos de tormenta en el Camp Nou
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Carles Vilarrubí responde, incuestionablemente, al perfil de directivo azulgrana arribista e interesado, atraído de repente por este extraordinario poder que también emana del palco del Camp Nou, una fuerza irresistible para un personaje con su habilidad para navegar en lo que antes era el núcleo duro del pujolismo, hoy convertido en las cloacas de la antigua Convergencia.

Antes de 2010 nadie lo habría relacionado con el FC Barcelona, ni siquiera los mismos compañeros de Sandro Rosell, tan sorprendidos como el resto del entorno azulgrana con la incorporación de Vilarrubí a última hora, una vez ganadas las elecciones. No encajaba por edad, estilo de vida, perfil político, estatus social y todavía menos por sus méritos barcelonistas. Consiguió esta gloria como resultado de una cadena de favores urdida desde el tejido financiero, político e institucional de convergencia. El empujón definitivo se lo dio Jaume Rosell, padre de Sandro Rosell, que fue quién pidió a su hijo el favor de aceptar a sus filas un exponente del oportunismo como Carles Vilarrubí. Alguien desde muy arriba había movido los hilos para colocar a uno de los suyos en la junta del Barça.

Pero el horizonte ha cambiado mucho desde el 2010, y ahora que las vacas se vuelven magras y soplan vientos de tormenta en el Camp Nou, este virtuoso del escapismo y del camuflaje ha decidido instalar su cuartel general en Londres y refugiarse en el Reino Unido de Brexit, huyendo de este mundo que se derrumba a sus pies.

Se desmarca de Cataluña viendo venir que sus amigos de Madrid, especialmente Florentino Pérez, le han empezado a dar la espalda. Vilarrubí había mantenido una suite permanente en el hotel Ritz de Madrid mientras fue el gran facilitador del reino y embajador del pujolismo en la capital. Se jactaba hasta hace muy poco de celebrar en su domicilio de Barcelona cenas con Florentino, Artur Mas y Duran i Lleida, entre otros invitados de los altos poderes catalán y español, ciertamente allá donde siempre se ha sentido más cómodo.

Dejó de hacerlo cuando el giro independentista le obligó, por el contrario, a invitar, fomentar y tolerar que Òmnium Cultural y otros grupos entraran estelades en el Camp Nou, aunque esto le costara al Barça una multa detrás de otra y la amenaza de una clausura europea del estadio. También ha impulsado desde la junta la renuncia a la acción de responsabilidad contra Joan Laporta, el blindaje económico de la familia Cruyff y todo el que haga falta para eludir, al menos hacia él, las críticas de la prensa hostil contra Rosell y Bartomeu, los dos presidentes a los cuales debe de su presencia en la junta, y hacia los cuales ha exhibido sin ruborizarse una deslealtad absoluta.

De sus gestos de cobardía hablan las actas de la junta directiva en la qué hizo constar su voto particular contrario a todas las resoluciones del caso Neymar, con el único propósito de eludir legalmente cualquier responsabilidad económica posterior. También se opuso al pacto final con la Fiscalía y se levantó de la mesa de la asamblea de compromisarios cuando tocó votar este punto de la orden del día. En la última asamblea, directamente marchó cuando tocaba exponer y votar los temas calientes del día. Un desertor impecable.

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