El monolito de TV3

El comité de empresa de TV3 ha reclamado a la dirección de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA) la retirada de la placa que hay en los estudios de Sant Joan Despí y que conmemora la inauguración de estas instalaciones por parte del entonces presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, en 1986. Al igual que este monolito, en Cataluña hay decenas de ayuntamientos, centenares de equipamientos (escuelas, centros hospitalarios, instalaciones deportivas, mercados…) e infraestructuras que mantienen, hoy en día, placas honoríficas con referencias a quien fue presidente de la máxima institución catalana de autogobierno durante 23 años (1980-2003).

Desde el 25 de julio de 2014, cuando Jordi Pujol hizo pública la confesión sobre el supuesto «legado secreto» de su padre Florenci, depositado en un paraíso fiscal y que la familia nunca declaró, el mito del refundador de la patria catalana cayó y se rompió en mil pedazos. Las posteriores investigaciones que ha dirigido el juez José de la Mata, con el apoyo de la Fiscalía Anticorrupción y de la UDEF, han puesto al descubierto una parte de la espesa trama societaria que utilizó el clan Pujol -en especial, Marta Ferrusola y sus hijos Jordi, Josep y Oleguer- para camuflar la montaña de millones que llegaron a amasar y a mover. Todavía hoy, una parte de este tesoro continúa escondido en paraísos fiscales que se niegan a colaborar con las autoridades judiciales españolas y a ofrecer los datos que se les requieren.

El caso Pujol está lejos de quedar aclarado -empezando por el origen del misterioso «legado secreto»- y esperamos que algún día pueda acabar de reconstruirse el puzzle. Pero, mientras tanto, la acumulación de pruebas y evidencias es más que suficiente para censurar la connivencia del ex-presidente de la Generalitat con la corrupción de su familia, del partido que fundó y de la administración que creó ex novo.

Yo no tengo nada contra Jordi Pujol, como a menudo se me ha reprochado. Al contrario, me merece respeto y pena por el infierno personal que está pasando, con el hijo primogénito en la prisión. Habría podido ser un político recordado con afecto si hubiera sido capaz de retirarse al cabo de dos legislaturas -como, sabiamente, dispone la Constitución de los Estados Unidos- y no hubiera caído en la tentación de mezclar la política con los negocios, pensando erróneamente que todo el mundo tiene un precio y que la lealtad se compra con dinero.

Sin hacer leña del árbol caído, sería bueno que la Generalitat y los ayuntamientos procedieran a retirar las placas -como la que hay en el monolito de los estudios de TV3- que conmemoran la inauguración hecha por Jordi Pujol. Cataluña debe girar página, definitivamente, de este desgraciado periodo de nuestra historia.

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