Mis compatriotas eran el enemigo

I am not your negro es una película de obligada visión para todos los que creemos estar libres de racismo y, desde luego, para todos los demás.

Su realizador, Raoul Peck, que se hizo famoso cuando el documental I am not your negro fue nominado a los Oscars del pasado año, lo entiende como una forma de activismo. Haitiano, recreó el asesinato del líder congoleño Patrick Lumumba en Lumumba (2000), informó sobre el genocidio ruandés en Siempre en abril (2005) y mostró los efectos del terremoto haitiano en Muerte en Pacot (2014).

El hilo conductor del relato de Raoul Peck es un texto de treinta páginas que el escritor James Baldwin había escrito a su agente literario, en respuesta a la petición de escribir una parte de la historia de Norteamérica a través de sus mejores amigos y activistas de los Derechos Civiles, todos ellos asesinados: Martin Luther King en 1968, Malcolm X en 1965 y Medgar Evers en 1963.

La obra de James Baldwin (Nueva York, 1924-París, 1987), narrador, ensayista y comediógrafo estadounidense de raza negra, tuvo gran repercusión literaria y política por el análisis del problema racial en Estados Unidos. Hijo de un predicador de Harlem, el mayor de nueve hermanos y homosexual, Baldwin se fue a París, buscando su identidad como negro y como creador, lejos del racismo de su país. A partir de sus propias experiencias empezó a escribir sobre las tortuosas relaciones entre negros y blancos norteamericanos, envueltas en una espiral de odio y miedo.

A lo largo de hora y media, I am not your negro explica la lucha por los derechos civiles en EE.UU y del mismo James Baldwin que, a través de sus intervenciones en programas televisivos, argumenta que el racismo no es un problema entre blancos y negros. En contra de lo que pensaba Malcom X, con el que simpatizaba, achacaba el problema sobre todo a la apatía y a la ignorancia de la sociedad americana. «La historia de los negros en Norteamérica no es una historia bonita y llena de colores», afirmaba Baldwin, que comprendió como nadie que el sueño americano es una construcción falsa, sustentada en el genocidio de los nativos, primero, y de los negros, después. Y resulta obvio que sus reflexiones sobre las divisiones de raza, clase y sexo siguen vigentes. «El funcionamiento de Occidente, y sobre todo de América -decía- sigue basado en el dominio de la élite sobre la mayoría inerme».

«El blanco no existe, blanco es como el poderoso llama a su poder y un negro no es exactamente una persona con todos los atributos. Un negro es otra cosa. Un negro es una cosa», repetía James Baldwin, que siempre denunció ese liberalismo progresista que se justifica a base de pequeñas concesiones. Un blanco -también decía, con gran sentido del humor- «no es más que una metáfora del Chase Manhattan Bank». «En Estados Unidos se toleran a los que pelean por los derechos civiles, pero en el momento que dan un paso más y hacen responsables a la lucha de clases de la injusticia; en el momento en el que se mezclan a los negros, las mujeres y todos los demás con los pobres, entonces se acabó», recalcaba.

Ensayo político de gran potencia, I am not your negro no es un documental de bustos parlantes, tampoco un libelo, ni siquiera un film que se pueda etiquetar dentro del legado audiovisual de la administración Obama. Es un aldabonazo a los reformistas que creen que con cambiar las leyes cambian las cosas; a los que, encaramados al guindo, piensan que eso del racismo (como el nacionalismo) es un anacronismo; y, sin duda, a los muchísimos que se llaman andanas, pensando que la cosa no les atañe.

Ahí está, en fin, esta película, clara, precisa que, con rabia articulada, se hace eco de las palabras de Baldwin («No soy un negro. Soy un hombre») y lo hace en un lenguaje espectacular, con imágenes y música de antes y de ahora; y, sobre todo, con un nivel de honestidad difícil de superar. Como el del propio James Baldwin cuando decía que, visto lo visto, «mis compatriotas eran el enemigo».

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