‘El Follonero’

Jordi Évole se hizo famoso como El Follonero (Una altra cosa y Buenafuente), un tipo peculiar que sentado entre el público de los shows de Andreu Buenafuente intervenía cuando quería y criticaba a quien le apetecía (una especie de voz de la conciencia –Pepito Grillo– o una primera versión de lo que después se conocería como Twitter). Inicialmente el papel tenía que hacerlo un actor pero pedía demasiado dinero y, finalmente, se lo propusieron al propio Évole, entonces guionista. El cornellanenc aceptó el reto pensando que se trataba de un papel puntual, que pronto volvería al anonimato, pero la cosa funcionó muy bien y El Follonero se convirtió en un habitual del programa, hasta el extremo de hacerse un nombre y adquirir vida propia.

Así nació Salvados (exitoso spin-off de Buenafuente), con la idea de hacer dos programas especiales para las elecciones españolas del 2008; pero el éxito hizo que el programa se quedara… y hasta hoy. El proyecto inicial aprovechaba el gancho del Follonero, pero poco a poco, casi imperceptiblemente, el personaje gamberro de las camisas de cuadros se fue transformando en un periodista crítico que supo conectar con la España de los indignados. No descubriré ahora y aquí los méritos de Évole y su Salvados.

Aunque creía al Follonero muerto y enterrado, contemplo con satisfacción cómo, de vez en cuando, casi irremediablemente, el alter ego de Évole aparece en escena haciendo memorables quebradizas. En el concierto a favor de los refugiados del Sant Jordi, el añorado Follonero aprovechó que hablaba Évole para decir, entre otras cosas: «… Pensad, autoridades, que lo que estáis aplaudiendo desde el palco también nace de vuestra incapacidad política para resolver este tema. Sabemos que algunos de vosotros lucháis y lucháis para conseguir que esto no sea así. Pero otros os refugiáis y decís que es un problema de competencias. Yo creo que no es un problema sólo de competencias, sino un problema de incompetencias…«.

Seguramente no fue lo más interesante que dijo Évole en ese discurso, ni siquiera fue lo más interesante de un concierto donde actuaron Lluís Llach, Paco Ibáñez o Serrat, pero sí fueron las palabras que más escocieron y aún escuecen, de modo especial entre los políticos aludidos.

Como tuiteaba David Fernández (CUP), después de leer la intervención del Follonero algunas veces (él, cinco), compruebo que «no sobra nada y lo clava todo, y hace pensar«. Cuando Évole dice que no es «sólo» un tema de competencias, el adverbio tiene un valor capital, reconoce que es una cuestión de competencias, pero que el debate va más allá (él apunta hacia las incompetencias). De hecho y puestos a desobedecer injusticias, como que no nos dejen votar si queremos o no ser independientes, también (otro adverbio importante) podemos desobedecer la injusticia de no poder acoger refugiados.

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