Comprar pueblos ‘muertos’: romanticismo y negocio

El municipio de Solanell, en el Alt Urgell, ha vuelto a cobrar vida desde hace cuatro años gracias a la iniciativa de Saül Jarrete y varios socios de una cooperativa
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Cada vez son más los pueblos abandonados que tienen pretendientes para comprarlos enteros, y muy a menudo son cooperativas las que los quieren para reformarlos para vivir. Es el caso del núcleo de Solanell, que pertenece al municipio de Montferrer y Castellbò (Alt Urgell). Su ubicación estratégica, a poca distancia de la frontera con Andorra y Francia, propició que sus antiguos aldeanos pudieran hacerse un sobresueldo con el contrabando, fuera directamente o con intermediarios.

Después de la última guerra civil, el maquis adquirió un cierto protagonismo. Todo prácticamente, pero, quedaba en la intimidad de los vecinos con las miserias propias de cada día y de cada época. A pesar de todo, Solanell fue un pueblo relativamente grande, aislado, pero extenso. A comienzos del siglo XX, todavía tenía una treintena de casas, pero con todo, en la década de los años sesenta sus habitantes decidieron, como en otros pueblos de la comarca, hacer las maletas y marchar para siempre jamás. El desarrollo industrial y el crecimiento de las ciudades de los valles de los ríos Llobregat y Ter así como del área metropolitana de Barcelona atrajeron a miles de pirenaicos a lo largo de los siglos XIX y XX.

Al principio era una bajada distribuida homogéneamente por todas las aldeas, pueblos y villas que iba vaciando las casas de los familiares sobrantes. Pero más adelante afectó mucho más los pueblos y aldeas de los valles menos accesibles y más alejadas de las vías de comunicación que seguían los principales ríos. A partir de aquel momento las casas en ruinas y el faro de una iglesia románica que caía a trozos configuraron la fisonomía de una población que, en el caso de Solanell, se tienen las primeras noticias por el acto de consagración de la catedral de Santa Maria de la Seu d’Urgell en 839.

PUEBLO TURÍSTICO

Ahora hace cuatro años, la situación hizo un giro inesperado gracias a la iniciativa de un joven arquitecto tarraconense, Saül Jarrete, que decidió comprar las casas para reconstruir y hacer revivir el pueblo. Puso hilo a la aguja y, a estas alturas, son cinco las viviendas que han permitido volver a recuperar la vida en la localidad alturgellenca.

Hasta ahora se han invertido unos 900.000 euros, de los cuales 120.000 se destinaron a hacer llegar la electricidad. Un gran proyecto que empezó, como otros, como una cuestión profesional, pero que se ha acabado convirtiendo en un pequeño reto personal de Jarrete, tuvo que sudar la gota gorda para reconstruir la pista forestal para poder acceder al pueblo, puesto que lo llevó a cabo en plena crisis económica y sin ningún tipo de ayudas ni inversores.

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