El acuerdo con el PSC deja a Colau más sola que la una

El rechazo al presupuesto ha mostrado la soledad política de la alcaldesa. El pacto con el PSC le pasa factura y crecen las fricciones en el bipartito
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Ada Colau estrena el 2017 con una cuestión de confianza por el presupuesto. La imposibilidad de pactar con la oposición, más interesada en obstaculizar al bipartito para evidenciar su debilidad que a establecer alianzas para favorecer la gobernabilidad de la ciudad, no es la única razón que explica la soledad política de la alcaldesa de Barcelona.

Su pacto con el PSC ha quemado los puentes del diálogo con republicanos y ‘cupaires’, y da al gobierno una imagen más de continuidad de las viejas políticas que del cambio radical prometido hace dos años. Además, el matrimonio de conveniencia con los socialistas chirría cada día más porque se mantiene sobre una desconfianza mutua que no para de crecer.

PACTOS DIFÍCILES DE DIGERIR

Las cuentas de Colau se aprobarán a finales de enero tal como prevé la ley, pero tirar por lo derecho perjudica a su gobierno. En el último pleno municipal del 2016, la tirantez entre BComú y ERC y la CUP se hizo más evidente que nunca. Colau les reprochó que fueran capazes de pactar un presupuesto en el Parlamento «con la derecha» y en cambio en Barcelona pusieran todos los palos a las ruedas. El republicano Alfred Bosch no dudó en volverse respondiendo: «Perdisteis el norte el día que pactasteis en el Ayuntamiento con lo que vosotros denominabais la mafia de Barcelona», en referencia al PSC.

Mientras tanto, la regidora de la CUP María José Lecha se reía del cambio. «Habéis hecho un giro de 360 grados, así que volvemos a estar donde estábamos en mayo del 2015», ironizó. En este escenario de reproches mutuos, los socialistas hacían cómo si la cosa no fuera con ellos. Aun así, la alianza política entre Colau y Collboni, que va camino de hacer un año de vida, no es tan idílica como se quiere hacer creer y la autonomía con la que funcionan las áreas de gobierno controladas por el PSC está provocando fricciones con el equipo de Colau.

La gestión de la cartera de Cultura está en el centro del huracán, y no sólo por la polémica que generó el año pasado el fallido nombramiento de Xavier Marcé como comisionado. El veto de Colau sólo sirvió para que Jaume Collboni fichara Marcé como asesor personal, pero a nadie se le escapa que es él quien marca las políticas del Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB).

A mediados de diciembre se puso en marcha en la plataforma Change.org una iniciativa para reclamar a Colau que tenga más en cuenta a los trabajadores de la cultura a la hora de tomar decisiones políticas. El manifiesto, que ha superado las 1.500 firmas, critica la gestión socialista y acusa a BComú de haber renunciado a sus propuestas programáticas. «El trabajo que ha desarrollado -el PSC- hasta el día de hoy supone un viraje de 180 grados respecto a los propósitos que el equipo de BComú había planteado al principio«, se afirma en el texto.

Para los impulsores, la apuesta socialista para las industrias culturales es una «forma neoliberal» de ver la cultura y margina los espacios alternativos barceloneses. La clave para entender las críticas está en la lluvia de millones en forma de subvenciones que aprobó Collboni el mes de noviembre pasado «para reforzar el tejido cultural de Barcelona» y que prioriza los grandes equipamientos culturales ya consolidados y muy nutridos de aportaciones de otras administraciones públicas en detrimento de proyectos más modestos.

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