Òmnium Cultural descubre la pobreza

Cinco empresarios -Lluís Carulla, Joan Baptista Cendrós, Fèlix Millet, Pau Riera y Joan Vallvé- firmaron el acto de constitución de Òmnium Cultural, el 11 de julio de 1961. Desde entonces, esta entidad se ha dedicado a la defensa de la lengua y la cultura catalana, a partir de la visión que han tenido sus sucesivos dirigentes.

A Òmnium Cultural se la conoce por organizar actividades como el Premio de Honor de las Letras Catalanas, la Nit de Santa Llúcia, la Flama del Canigó o Somescola.cat. En los últimos tiempos se ha convertido en una de las patas ciudadanas sobre las que pivota el movimiento independentista catalán, al lado y de la mano de la Asamblea Nacional Catalana (ANC).

Los ideólogos del movimiento independentista consideran que tienen la batalla ganada en toda Cataluña excepto en las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona, y que hay que introducir cuñas dentro de este territorio hostil. Por ello, ERC se sacó de la manga el Súmate liderado primero por Antonio Baños y Eduardo Reyes, que no funcionaron tan bien como el ahora incisivo diputado Gabriel Rufián.

Desde hace meses, hay eventos que no tienen nada que ver con la causa separatista en los que aparecen representantes de la ANC. La manifestación contra la reforma del Plan Hidrológico del Ebro que se celebró hace unos meses en Barcelona es uno de los muchos ejemplos que se podrían citar. Los independentistas han de significarse en todas partes. Recuerdan a los curas y las monjas cuando exhibían su condición mediante sotanas o vestidos peculiares.

Ahora, Òmnium Cultural apuesta por introducirse en el mundo de la lucha contra la pobreza. Este martes, su presidente, Jordi Cuixart, participará en la presentación del proyecto «Libres de pobreza, exclusión y desigualdades». Lo hará junto a David Fernández, en representación de la cooperativa de servicios financieros éticos y solidarios Coop57, y Teresa Crespo, presidenta de Entidades Catalanas de Acción Social, que agrupa a un centenar de asociaciones que trabajan con colectivos en situación o riesgo de exclusión social.

Se agradece que Òmnium Cultural reserve energías y dinero de sus 60.000 socios para ayudar a combatir la pobreza, pero sus dirigentes y miembros deben entender que, desde fuera, se mire con cierta reserva y suspicacia su presencia en un terreno, como es el de la lucha contra la pobreza, que nunca ha sido el suyo.

En un país normal, cada uno se dedica a lo que sabe hacer y tiene suficiente experiencia como para hacerlo bien. Sin que ello signifique que no sean bienvenidas todas las manos cuando se trata de combatir la pobreza que padecen tantos miles de catalanas y catalanes.

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