Ni cabeza ni jinete

No sé por qué tantos aspavientos por haber puesto en la explanada del Born una estatua de Franco sin cabeza. Todos estos que han puesto a parir al gobierno de Ada Colau tendrían que estarle agradecidos porque su osadía ha avivado el arrebato que los barceloneses acostumbramos a esconder bajo toneladas de sentido común. El show montado nos ha ayudado estos días a exorcizar demonios y prepararnos psicológicamente para cuatro años más de gobierno Rajoy gracias al apoyo del PsoE. Lo que más lamento es que la terapia de grupo se haya quedado a medias por culpa de los tres descerebrados que la han tirado al suelo. Con lo que nos ha costado la broma, el consistorio tendría que haber puesto vigilancia para garantizar el derecho de todos los barceloneses a desbravarnos adecuadamente.

Más allá de la absurda polémica -que ha acabado también con mi amigo Ramón por los suelos-, me quedo con la imagen de arrogancia que ha dado el gobierno municipal tirando para adelante con la performance y obviando que los nervios del personal están a flor de piel. Tampoco me sirven de mucho las explicaciones de intelectuales justificando a través de artículos de opinión interminables la exhibición de la estatua del dictador en la zona cero del patriotismo fabricado en el laboratorio convergente. Si no han entendido que el jinete sin cabeza no era sólo un símbolo del franquismo, sino también un símbolo de esta España que tanto nos duele es que no han entendido nada.

Colau y su equipo no han llegado ni al ecuador de su mandato y ya comienzan a mostrar síntomas preocupantes del mismo despotismo ilustrado que ha caracterizado a todos los gobiernos municipales que les han precedido. Yo creía que sus orígenes los habría hecho inmunes a los vicios de la casta, pero han caído en la trampa a la primera de cambio. La colocación a dedo de decenas de amigos y conocidos en cargos de confianza y la numerosa delegación que ha aprovechado el periplo latinoamericano de la alcaldesa para hacer turismo a cargo del erario público son sólo dos ejemplos. Encontrar entre los técnicos a una persona con una larga trayectoria en asesoría a socialistas y convergentes dice mucho de las nuevas formas de hacer política del consistorio.

Celebro que la alcaldesa esté embarazada y me saco el sombrero por su maña a la hora de organizarse el poco tiempo libre disponible, pero eso no la dispensa de la crítica política. Ha sido una de las peores semanas que se recuerdan en Sant Jaume porque la oposición ha tumbado el Plan de Actuación Municipal (PAM) y, además, tendrán que volver a poner el nombre de Samaranch –gran demócrata como todo el mundo sabe- en la fea bolsa bajo la escalera. Me preocupa especialmente el tema del PAM porque si después de tanto esfuerzo ciudadano un gobierno es incapaz de conseguir los apoyos políticos necesarios para que se apruebe inicialmente es seguramente por falta de mano izquierda a la hora de negociar. Estaría bien que alguien les recordase de tanto en tanto que gobiernan en minoría y que lo hacen con un partido que acaba de condenarnos a cuatro años más de régimen popular.

Muy a disgusto al final tendré que dar la razón a mi vecino anarquista cuando dice que es mejor que gobierne la derecha porque al menos no nos engaña. Mientras sigo buscando una alternativa para exorcizar mis demonios ya que no tengo ni cabeza ni jinete, pienso que quizás le iría bien a la alcaldesa fichar al periodista Albert Montagut como cargo de confianza para que la asesore mejor de cara al futuro. Por lo que tengo entendido, en el Barça ha hecho muy buen trabajo hasta que han conseguido despedirlo.

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