Guerras de ricos

Sin pena ni gloria, como ocurre con todo lo que no es de la cuerda de los intereses dominantes, se acaba de estrenar ‘Los hombres libres de Jones‘ una estupenda película que narra la revuelta de unos campesinos pobres que rechazaron participar en la guerra americana de Secesión, librada en beneficio de los esclavistas ricos, lo que en la época se denominaba comúnmente «una guerra de ricos peleada por los pobres«.

Este episodio tuvo lugar durante la guerra que enfrentó a unionistas y confederados, a mediados de 1864, en el condado de Jones, una zona humilde del sureste del Misisipi, poblada por pequeños agricultores que no poseían esclavos. La Confederación, no solo realizaba levas de combatientes, incluidos menores, sino que arramblaba con las cosechas, el ganado o los textiles elaborados a mano por las mujeres, y hasta llegó a proclamar leyes que eximían del reclutamiento a los ricos propietarios de esclavos.

Todo ello hizo que un puñado de desertores, liderados por New Knight, se hicieran fuertes en las tierras pantanosas, donde se unieron a esclavos prófugos huidos de las plantaciones. Muchos de ellos se oponían a la esclavitud por motivos religiosos y morales, aunque la rebelión ha sido considerada como un movimiento antifiscal, una lucha de clases contra los intereses y las políticas de la élite esclavista.

El 12 de julio de 1864, el periódico unionista ‘The Natchez Courier’ decía: «Puede resultar interesante para muchos de nuestros ciudadanos saber que el condado de Jones, estado de Misisipi, se ha escindido de su Estado y ha formado un gobierno propio, tanto militar como civil. La Confederación, tras reclamar el derecho de cesión, no está dispuesta a hacer extensivo el mismo derecho a dicha república, le ha declarado la guerra y ha enviado allí a un ejército al mando del coronel Maury, para aplastar la rebelión».

Al concluir la guerra, los hombres libres de Jones se sumaron a las fuerzas del norte que, durante un tiempo, mantuvieron en los estados del sur unidades militares para hacer cumplir la Constitución. Al retirarse éstas, los terratenientes volvieron a sus posesiones y con la complicidad de las nuevas autoridades locales, se las amañaron para mantener la esclavitud. Knight contribuyó a liberar a niños negros que eran arrebatados por la fuerza a sus familias para trabajar en los campos, bajo el eufemismo de «aprendices«. También capitaneó una unidad de la milicia estatal de Misisipi, integrada sobre todo por negros, cuyo cometido era proteger el derecho al voto de los libertos. El Ku Kux Klan, que no era otra cosa que un somatén integrado y al servicio de los propietarios blancos, ahorcó y mató a tiros a miles de personas e incendió granjas e iglesias por aquellos años.

La rebelión de Jones podría haber sido una metáfora de las múltiples guerras, casi todas, que han librado los humanos, pero no lo es. Se trata de un hecho real (que está siendo motivo de estudio y debate en la izquierda americana) con muchas y muy aleccionadoras enseñanzas. Sin doctrinas, sin discursos, sin libros, aislados…, unos granjeros blancos se convirtieron de «clase en sí en clase para sí«, como decía Karl Marx en su «Miseria de la filosofía». Tomaron conciencia de que el enemigo no vestía uniforme azul y venía del norte, sino que estaba allí, a su lado, explotando a los esclavos y a los pobres. Entendieron que aquella guerra no era su guerra y acabaron luchando contra el ejército en el que habían servido. Y consecuentemente, claro, compartieron su causa con la de los negros porque ambos, más allá del color de su piel, tenían no sólo intereses comunes sino una concepción común de los seres humanos y sus relaciones.

Algo que el internacionalismo obrero de principios del siglo XX no pudo concretar y acabó en la tragedia de la I Guerra Mundial, en la que bajo la mentira de las banderas, los himnos, las patrias…, millones de personas acabaron matándose entre sí, en una contienda ajena a sus sentimientos y a sus intereses, que sólo interesaba a los ricos. Y así sucesivamente, guerra tras guerra, los desposeídos solo han sido interpretados como «carne de cañón» de los poseedores. Cosa que, enmascarada de unos y otros pretextos, sigue ocurriendo hoy en día en muchos lugares del planeta. A veces, a las mismas puertas o dentro de nuestras propias casas, donde, desprovistas, a Dios gracias, del cruento pasado, se siguen librando «guerras de ricos peleadas por los pobres».

¿Y si no, qué es, por ejemplo, lo que está ocurriendo con los que votaron sí en el Brexit, con quienes nutren los partidos xenófobos en Europa o, más concretamente, con quienes se dejan arrastrar por el mito de una Cataluña independiente?

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