Las barbas del vecino

Que sepan los vecinos de Salou y Vilaseca y, por extensión, los catalanes en general qué está pasando con el juego, antes de que el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, su vicepresidente de Economía y Hacienda, Oriol Junqueras, amigos, interesados y lobbies correspondientes se pongan de acuerdo para encasquetarnos el proyecto BCN World.

«El Revel es una herida monumental al final del famoso paseo marítimo de Atlantic City, que da nombre a la serie Boardwalk Empire. El resort se inauguró en 2012 para convertirse en el mayor de la ciudad, para cerrar tan sólo dos años después, con una inversión de 2.000 millones de dólares (1.754 millones de euros) que hoy se oxidan frente al mar», cuenta Amanda Mars (El País, 9 de abril de 2016), en una crónica sobre el desastre de la ciudad que apostó resueltamente por el juego y ahora se encuentra en bancarrota.

«El Ayuntamiento -apunta Amanda- se ha quedado sin blanca y ha estado a punto de suspender todos los servicios no esenciales, pero ha llegado a un acuerdo in extremis con los trabajadores para retrasar el pago de los sueldos hasta que entre el dinero de los impuestos del segundo trimestre». Es decir, la ciudad se ha arruinado por la crisis de los casinos. «Hemos perdido el 70% de los ingresos fiscales en seis años; no existe ningún lugar en el mundo donde haya ocurrido algo así», explica el alcalde. El momento crítico llegó hace algo más de un año cuando, de golpe, cerraron cuatro de sus doce casinos, alguno de ellos, por cierto, propiedad de Donald Trump. Para más inri, el Ayuntamiento se ve obligado a devolver a algunos casinos cantidades millonarias en pago de impuestos por la depreciación de sus activos.

Y la cosa no acaba aquí. En la meca del juego de Las Vegas, donde los hoteles, ya económicos, han bajado sus tarifas más de un tercio, todo el mundo reconoce la existencia de una profunda crisis. ¿Por qué? Pues porque, entre otras cosas, el juego presencial acusa la competencia de Internet y, en consecuencia, flojean los turistas y los ricos despampanantes no se sienten motivados. Porque, en fin, los negocios de Las Vegas responden a modelos anticuados y el estilo de diversión que ofrece está periclitado. Nada de extrañar por tanto que cabarets como el Folies Bergère, que llevaba funcionando desde hace más de medio siglo, hayan echado la persiana o que entre las máquinas tragaperras deambulen jugadores de la tercera edad.

Y en Macao, donde anualmente se juegan 44.000 millones de dólares -siete veces más que en Las Vegas-, según Bloomberg los ingresos de los casinos cayeron un 37% en el primer trimestre de 2015, comparados con los del mismo período del año anterior. Todo ello a pesar de proyectos delirantes como un hotel estilo Luis XIII, que prevé abrir este año a 130.000 dólares por noche la suite presidencial, que incluye mayordomo personal y una flota de 30 Rolls Royce Phantom a disposición de sus clientes. De hecho, hasta el turismo de negocios -que figura en el proyecto BCN World- también está acusando el pinchazo de Macao. Las ferias de relojes de lujo están a la baja.

¿Y la trastienda? «En el paraíso del juego y las barras de striptease acabar en la cama con un imitador de Elvis no es lo peor que te puede pasar», afirma Beatriz García en una crónica para El Confidencial, en la que narra la vida en Las Vegas, a ojos de los trabajadores de hoteles y casinos. Una legión de empleados que, por menos de 8 dólares a la hora, recogen las basuras, hacen camas, limpian los baños, sirven comidas… Todo ello en un ambiente en el que, entre chillones neones, hay quien mendiga para comprarse un anillo de bodas, vende tangas usadas de strippers o cobra por dejarse golpear los genitales: «Kick me in the balls for 10 dollars«. «El encargado recibía sobornos y sobornaba a las mejores bailarinas para que se prostituyeran (…) Los chicos que trabajaban en los salones lo tenían muy crudo. Sólo desayunaban. Funcionaban a base de dexedrina y panqueques», escribe James Ellroy en Seis de los grandes, refiriéndose a Las Vegas.

Panorama que, si no lo remedian el vicepresidente Junqueras -que quiere unir en el proyecto de Salou y Vilaseca casinos y turismo familiar- o los ciudadanos, puede resultarnos a la vuelta de la esquina de lo más familiar, con agravantes incluidos.

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