Mas solo que la una

Entre las muchas patrañas que circulan por las redes sociales (y fuera de ellas) sobre la cuestión catalana, llama especialmente la atención un mensaje destinado a loar las amistades, relevancia y proyección de Artur Mas y su formación, Convergència Democràtica de Catalunya (CDC). Nada más escandalosamente lejos de la realidad.

Dos días después de las elecciones autonómicas del 27 de septiembre, Artur Mas firmaba un artículo en el diario francés Le Monde en el que, además de interpretar capciosamente los resultados, decía: «No deseamos iniciar este proceso solos, preferimos hacerlo de la mano de nuestros vecinos». ¿Qué vecinos? ¿Francia, Portugal… España? ¿Se trataba acaso de un velado deseo de negociar o, simplemente, de un reflejo del que se siente más solo que la una? En cualquier caso, Mas, CDC y su soberanismo no es solo que carecen de aliados, sino que empiezan a despertar un manifiesta antipatía.

Como es natural, diferentes mandatarios europeos han manifestado por activa y por pasiva que el plan de Mas, de materializarse, conduciría directamente a la salida de Catalunya de la UE y del euro. La arquitectura europea se fundamenta en la lógica de los Estados y estos no están por la labor de reformularse, a partir de iniciativas rupturistas. Solo mediante un proceso de rediseño de carácter federal de amplio espectro sería posible superar esta realidad.

Ya en 2009, Hillary Clinton se negó a opinar sobre lo que consideraba asunto interno de un país europeo y Barack Obama se ha posicionado en contra de una hipotética secesión. Pero lo más grave es que ni siquiera entre sus afines logra apoyos Mas a su causa.

El nacionalismo quebequés, que no plantea directamente la independencia, sino un mayor autogobierno para la provincia canadiense de Quebec, está tan alejado políticamente de los convergentes y sus aliados como lo está geográficamente Catalunya de Canadá. El Partido Nacionalista Escocés (SNP), socialdemócrata, no oye, no contesta, al independentismo catalán. Y aquí -donde ningún presidente autonómico o alcalde de fuera de Catalunya ha manifestado su apoyo al «proceso»- los nacionalistas vascos empiezan a ver el empecinamiento de Mas como un problema real para sus aspiraciones ¿Ha visto alguien a representantes de alguna fuerza política española en mítines de CDC y afines?

Y la cosa no acaba aquí. Los que en 2010 acogieron con simpatía a un Artur Mas que se presentó como business friendly y prometía «eliminar grasa» del sector público, huyen ahora de él despavoridos. Solo alguna pequeña patronal de ámbito catalán le sigue prestando oídos, en medio de un clamor contra su hoja de ruta. De las 28 cartas que el pasado año envió Mas a mandatarios europeos, solo Hungría (con el gobierno más xenófobo de la Unión) y la Unión Europea respondieron. Francia se negó a contestar un fax escrito en inglés.

Todo esto, a pesar de los casi 20 millones de euros que, oficialmente, ha invertido la Generalitat en su programa de relaciones públicas en el exterior que, claro, incluye la promoción del «proceso». Solo la delegación de Bruselas, que además ejerce de secretaría para la UE, tiene 2.391 metros cuadrados y cuesta a los contribuyentes catalanes 936.179,74 euros cada año.

Con este panorama, poco tiene de extraño que, hasta en el plano personal, Mas carezca de amigos. Como explicaba su mujer, Helena Rakosnik, de íntimos, aquello que se dice íntimos, solo tiene tres: Sixte Cambra, actual presidente de la Autoridad Portuaria de Barcelona; Manuel Cerqueda, actual presidente del banco andorrano Andbank, y Jordi Vilajoana, secretario general de Presidencia de la Generalitat.

Aunque quizá sea mejor no tener amigos que tenerlos de determinado pelaje, como es el caso, por ejemplo, de la Liga Norte, única formación política europea recibida con todos los honores por Artur Mas, que se significa por su xenofobia y por sus escándalos de corrupción, como el que en 2012 protagonizó Francesco Belsito, tesorero del partido y estrecho colaborador del líder Umberto Bossi, que fue acusado de blanqueo de dinero, malversación y fraude. ¿Nos suena?

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