El líder de Unió Democrática, Josep Antoni Duran Lleida, ha puesto su cargo de presidente del partido a disposición del consejo nacional después del fracaso de este 27-S, una contienda electoral que ha dejado fuera del Parlamento de Catalunya a los democristianos.
Desde las filas de Unió Democràtica se había reiterado públicamente un mensaje de confianza: decían, también durante la jornada de este domingo, que conseguirían representación parlamentaria.
La realidad ha sido muy diferente para la candidatura que ha encabezado Ramon Espadaler. El progreso del escrutinio los ha mantenido por debajo del 3%, a partir del cual habrían podido entrar al Parlamento, y no han podido superar ese umbral. El partido, fundado el 1931, concurría este año en solitario a unas elecciones por primera vez desde la Segunda República.
En su comparecencia, Duran se ha dirigido a la militancia para decir que «no nos han ido suficientemente bien» y que «hemos perdido». La derrota política tiene, en este caso, una dimensión mucho más grave, puesto que el hecho de desaparecer del hemiciclo hace peligrar la existencia del partido, que arrastra una pésima situación económica.
Unió, según el último informe del Tribunal de Cuentas, referido al ejercicio de 2013, tenía un endeudamiento bancario de 17.164.394,67 euros, además de deudas con proveedores de 1.322.124,36 euros y cuotas atrasadas a la Seguridad Social de 428.771 euros.
A este agujero se añade la parte alícuota de los préstamos bancarios que, por valor de 9 millones de euros, tiene pendientes de pagar la antigua federación de Convergència i Unió.
Aplicando la tradicional cuota de representación del 25%, a Unió le correspondería hacerse cargo de la amortización de 2,25 millones de euros más. En definitiva, el partido democristiano ha afrontado las elecciones con una carga financiera de más de 20 millones de euros.
