Artur Mas es Sansón

Ya lo profetizó el obispo Torras i Bages, el «padre» del nacionalismo conservador: «Catalunya será cristiana o no será». A pesar de que su libro La tradició catalana fue publicado en 1892, su influencia es, por lo que podemos constatar, plenamente vigente.

De acuerdo con el legado de Torras i Bages, en la política catalana nos hemos acostumbrado, en los últimos años, a revivir escenas bíblicas. Artur Mas fue, durante una época, el Juan Bautista que nos anunciaba la llegada del «Salvador, hijo de Dios»: Oriol Pujol. El «Salvador» se estrelló por culpa de las ITV y, entonces, Artur Mas se transmutó en el Moisés que nos tenía que guiar a la Tierra Prometida (la independencia).

El batacazo electoral del 2012 fue traumático y, a continuación, Artur Mas asumió el rol del David catalán, luchando contra el Goliat español. Pero el «cuento» tampoco ha funcionado y las elecciones municipales del 24-M nos han traído como gran novedad… ¡la irrupción en el Ayuntamiento de Barcelona de los «indignados» de Ada Colau!

Ahora asistimos al capítulo final del «proceso» con una nueva escena bíblica: la de Artur Mas haciendo de Sansón y cargándose el «templo» de la federación Convergència i Unió, también llamado la «casa grande del catalanismo». Las consecuencias de este episodio son conocidas: Sansón-Mas muere sepultado bajo los escombros, víctima de la desesperación y de su propia fuerza sobrehumana.

Yo no sé –lo intuyo- quién es el asesor áulico que, inspirándose en la Biblia, aconseja a Artur Mas a protagonizar estas excéntricas barbaridades. Destruir la fórmula de CiU, que tantos éxitos electorales ha dado en el pasado, es enterrar al catalanismo moderado en la marginación política.

Con el acto de Molins de Rei y su apelación a los actores de la «sociedad civil» (ANC, Òmnium y AMI) para que organicen una «lista con el presidente», Artur Mas ha inoculado la cizaña de la división y la bronca en el «corpus» independentista. La buena gente que, en los últimos cuatro años, se ha movilizado en la calle y ha sudado la camiseta por el sueño de la «Dinamarca mediterránea» no se merece este castigo y esta condena.

En su viaje en Itaca, Artur Mas ha decidido quemar las naves de CiU… antes de llegar y está obligando a la «tropa» a saltar por la borda y a continuar nadando en el inmenso mar azul, sabiendo que les espera la fatiga y la extenuación de la noche. El divorcio con el partido de Josep Antoni Duran Lleida –que, espabilado como es, se queda con las siglas del histórico partido después de la dolorosa escisión interna sufrida- es un cataclismo que anticipa y precipita la muerte política de Artur Mas.

Una vez derrocado el «templo» erigido por Jordi Pujol en 1978, CDC se ha quedado desguarnecida y al pairo bajo las estrellas. A Esquerra Republicana (ERC) le queda ahora el agradecido trabajo de ir recogiendo los restos del naufragio convergente provocado por Sansón-Mas. Eso sí, mirando cuidadosamente el ADN de cada candidato que entre por la puerta de Calabria. Al final, todo cuadra y tendremos que acabar haciendo un monumento al «abuelo» Florenci, aquel que de joven era un entusiasta militante de ERC y que de viejo legó la envenenada «deja» en Suiza/Andorra para su nuera y sus nietos, causando el descrédito y la ruina política de su hijo Jordi. Ahora ya lo sabemos: CDC ha sido y es, en realidad, la «marca blanca» de ERC.

Con la destrucción de CiU, Sansón-Mas nos acaba de descubrir el secreto mejor guardado de la política catalana.

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