La confesión de Jordi Pujol ha hecho reaparecer los fantasmas del pasado. Muchos hemos tenido que rebobinar en nuestras historias personales y reinterpretar nuestras vidas a la luz del comunicado que hizo el ex-presidente de la Generalitat.
Jaume Reixach y yo escribimos una biografía crítica suya. Se titulaba Jordi Pujol. Historia de una obsesión. En casa de un conocido me topé con un ejemplar de este libro, publicado en 1991 Y he descubierto que lo dedicamos a Lluís Matas. Lluís Matas fue un periodista con el que coincidimos en el Diario de Barcelona. Compartía nuestra falta de sintonía con Pujol y el pujolismo. Había muerto en un accidente de tráfico poco antes de que acabásemos el original del libro.
En la dedicatoria hablábamos de las personas que, como él, no verían el post-pujolismo. Ahora estamos en el post-pujolismo. Y no es como nos la imaginábamos, ni Luis, ni Jaume, ni yo.
La respuesta más habitual cuando le pides a la gente qué piensa de la confesión de Jordi Pujol es que se siente «engañada». Muchos han vivido engañados por el hombre que presidió la Generalitat durante 23 años, sabiendo que tenía dinero escondido a Hacienda en un paraíso fiscal. No son pocos tampoco los que han muerto sin conocer este engaño.
Estoy rehaciendo mentalmente el listado de todos mis amigos y conocidos que no vivirán el post-pujolismo. Todos tenemos algunos a los que nos hubiera gustado pedirles: «¿Qué te parece esto de Pujol?». Cada uno tiene los suoys. Lluís Matas, Romà Planas (que fue jefe de gabinete de Josep Tarradellas), Luis Neira (chofer de Raimon Obiols), Jordi Estadella, Xavier Batalla, Ernest Udina, Luis de Sebastián, Eduard Soler, mi padre…
Es una lástima no tenerlos ahora cerca. Pero la gran lástima es haber tenido que vivir tantos años de pujolismo.
