La abdicación inducida de Juan Carlos

La sucesión tenía que ser inminente o tenía que esperar dos años con los riesgos pertinentes
Juan Carlos I, durante el discurso de abdicación
Juan Carlos I, durante el discurso de abdicación

O abdicaba ahora o se tenía que esperar dos años. Después del verano, el Rey se tendría que haber esperado que pasara la Diada de Cataluña y la macromobilitzación que se espera y el 9-N, día señalado para votar la consulta independentista. Después, el calendario llega con las primarias del PSOE para escoger candidato a la presidencia del Gobierno. Y finalmente, una detrás la otra, las municipales, autonómicas y generales.

Si los resultados de las generales rompieran, cómo han apuntado las europeas, el bipartidismo en España, el monarca tendría difícil asegurarse una mayoría en la Cámara que no pusiera en riesgo la sucesión. Este proceso se tramita en Las Cortes mediante una Ley Orgánica, el borrador se aprueba este mismo martes en un consejo de ministros extraordinario, que para ver luz verde necesita una mayoría cualificada de dos tercios. Con la composición actual, PP y PSOE aseguran su aprobación.

Total: dos años de espera que, con una salud muy débil, una imagen decrépita y los índice de popularidad más bajos de su historia, habrían sido demasiado tiempo para plantear una sucesión sin sobresaltos.

El anuncio del jefe de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, quién la semana pasada decidía públicamente dejar de dirigir el PSOE precipitó los acontecimientos. La sucesión tenía que avanzarse al congreso que quieren celebrar los socialistas a finales de julio. Entonces, si se cumple la estrategia de la Zarzuela, Felipe VI ya será rey de España.

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