Independencia & fútbol

¿Cuántos independentistas hay en Catalunya? Las encuestas sitúan el abanico entre un 35% y un 50% de la población, depende de quién las hace y de la muestra demoscópica que se escoge. En todo caso, no es un sentimiento mayoritario aplastante ni lo será en un futuro inmediato.

¿Tiene sentido dividir por razones identitarias una sociedad tan mezclada y compleja como la catalana? Me parece una peligrosa sandez, viendo los estragos traumáticos que suscita el nacionalismo exacerbado en el mundo globalizado del siglo XXI. En el este de Ucrania tenemos una dramática constatación estas últimas semanas.

El presidente Artur Mas tiene toda la legitimidad para dirigir Catalunya hacia donde él quiera. Ha sido elegido democráticamente y tiene el apoyo parlamentario necesario. Otra cosa es que la anunciada celebración de la consulta del 9-N sea una lamentable pérdida de tiempo y de energía colectiva.

Siempre he pensado –y estoy seguro que la perspectiva histórica me dará la razón- que la canción del «proceso» es una ‘cortina de humo’ alimentada mediáticamente y políticamente para:

1. Tapar los casos de corrupción que afectan al núcleo duro de CiU, empezando por la familia Pujol

2. Desviar la atención sobre los graves recortes presupuestarios que se han perpetrado en la sanidad pública, en la educación pública, en la universidad pública, en los servicios sociales y en las pensiones

3. Encubrir el escándalo que representa el favorecimiento, desde el poder político, de la sanidad privada concertada, la educación privada concertada, la universidad privada, los servicios sociales privados concertados y las pensiones privadas

4. Silenciar el desmantelamiento de la industria catalana, con miles de trabajadores despedidos y heroicos episodios de resistencia obrera que pasan desapercibidos, como Panrico

5. Esconder las consecuencias más trágicas del estallido de la burbuja financiera (desahucios, pobreza energética, hambre, desnutrición infantil, suicidios…)

6. Permitir la masacre de la clase media y agudizar las diferencias sociales, de forma que, gracias a la crisis, los ricos son todavía mucho más ricos (que se lo pregunten a Isidre Fainé)

Ante todas estas evidencias, el independentismo es un «artefacto» muy útil al poder de verdad -el financiero-, pues actúa como un elemento de distracción colectiva ante los verdaderos problemas de nuestra sociedad: la estafa colosal perpetrada por la banca, el desmantelamiento del Estado del bienestar y la concentración de la riqueza en muy pocas manos.

Objetivamente, los principales impulsores y avaladores del independentismo catalán son la gran banca, Mariano Rajoy y los «fondos buitres» que se están apoderando, a precio de saldo, del parque inmobiliario e industrial de Catalunya. Obviamente, al PP el «proceso» le va de perlas. Mientras todo el mundo habla de ello, lo aprovecha para aprobar decretos y leyes que, sin el «problema catalán» en primera página, concitarían una clamorosa indignación en las calles. El último ejemplo: los 40.000 millones avalados por el Estado español a la banca en concepto de «créditos fiscales diferidos» o la descarada privatización –vía BOE- de «la Caixa».

Si dicen que el fútbol es el «opio del pueblo», el independentismo es «el LSD de Catalunya». Una sencilla pregunta: ¿de qué vive Josep-Lluís Carod-Rovira, el «padre» del independentismo contemporáneo? Pues de una fantasmagórica cátedra de la Universitat Pompeu Fabra subvencionada… por la Obra Social de ‘la Caixa’.

Por supuesto, cuando los poderes fácticos consideren que el independentismo, empezando por el «Masías», ya ha hecho su función de alucinación masiva lo tirarán como un «kleenex» al vertedero de la historia. No nos equivoquemos: el verdadero combate no es entre el 50% y el 50% de los catalanes, sino entre el 1% y el 99% de la población mundial, también en el caso de Catalunya.

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