El centenario y el tricentenario

El año 2014 no es sólo el del tricentenario de la caída de Barcelona en la Guerra de Sucesión a la corona española. El año 2014 es también el centenario del inicio de la I Guerra Mundial, una de las grandes carnicerías humanas que nos ha dejado la historia del Viejo Continente, con más de nueve millones de víctimas mortales en los campos de batalla.

 

Si en Catalunya conmemoramos el tricentenario con un espíritu vindicativo, en Europa también recuerdan con énfasis el primer centenario de la Gran Guerra, pero con un tono grave y solemne. La Guerra de Sucesión, como la I Guerra Mundial, fue una conflagración internacional en la que intervinieron muchos países, alineados en dos bandos enfrentados y con tres protagonistas que se repiten: Francia, Gran Bretaña y Alemania.

 

En la Guerra de Sucesión, Gran Bretaña y Alemania (entonces el Sacro Imperio Germánico) se aliaron contra Francia. Y en la I Guerra Mundial, Francia y Gran Bretaña se aliaron contra Alemania. La dinastía Habsburgo, que reinaba en Austria y España a finales del siglo XVII, nos la volvemos a encontrar al frente del Imperio austro-húngaro en la I Guerra Mundial.

 

Y si el heredero de esta dinastía, Carlos, era el pretendiente a la corona española por el cual los catalanes -bueno, no todos- lucharon y murieron, el asesinato del príncipe Francisco Fernando de Habsburgo y su esposa fue el chispazo que encendió la I Guerra Mundial. Hoy, esta dinastía ha quedado enterrada por la historia y ya no reina en ninguna parte.

 

Europa conmemorará el centenario de la Gran Guerra como una trágica y absurda desgracia donde millones de jóvenes perdieron la vida en las trincheras. Hoy, Alemania y Francia son la columna vertebral de la Unión Europea. En cambio, en Catalunya, la Generalitat aprovecha el tricentenario para desenterrar el hacha de guerra contra España y, de paso, contra Francia.

 

El Viejo Continente se ha desangrado a lo largo de los siglos en luchas constantes entre sus pueblos (la Guerra de los Cien Años, la Guerra de los Treinta Años, la Guerra de Sucesión, las guerras napoleónicas, la guerra franco-prusiana, la I Guerra Mundial, la II Guerra Mundial…). En ningún otro lugar del planeta, en ninguno, no ha habido una pulsión bélica tan constante y mortífera como la que hemos protagonizado los blancos europeos. ¿Nos tenemos que sentir orgullosos de esta orgía de sangre? No. Nos tenemos que sentir profundamente avergonzados y hacer un humilde acto de contrición por toda la barbarie que hemos provocado y sufrido.

 

Los países que hace cien años se enfrentaron en la I Guerra Mundial lo conmemorarán con solemnes actos de recuerdo a las víctimas y con el firme propósito de no caer nunca más en las sanguinarias batallas del pasado. En Catalunya, en cambio, convertimos el tricentenario en un motivo para inflamar a las «tropas» y retomar la lucha con más ímpetu.

 

¿Qué pasó en 1714? La Guerra de Sucesión, que tenía una dimensión europea, finalizó con los tratados de Utrecht, firmados en 1713 entre las potencias y países que tomaron parte (Francia, Gran Bretaña, Austria, el Sacro Imperio Germánico, Prusia, Portugal, los Países Bajos, Saboya…). Pero los catalanes -bueno, no todos- decidimos continuar por nuestra cuenta una guerra que estaba acabada… y, obviamente, nos masacraron por no respetar la paz que se había acordado.

 

Salvando las distancias es como si, una vez firmado el armisticio de 1918, Flandes no lo hubiera aceptado y hubiera continuado la guerra. Lógicamente, los flamencos habrían sido vencidos y humillados. Una guerra es una desgracia para todo el mundo (excepto para los generales y para los traficantes de armas) y cuando se acaba, todo el mundo está contento. Los catalanes de 1714 estaban aislados de Europa, decidieron suicidarse… y lo consiguieron.

 

Creo que el tricentenario, como el centenario de la I Guerra Mundial, es un buen momento para homenajear a los muertos, lamentar todo el dolor causado y hacernos el firme propósito de no caer nunca más en la trampa de la violencia. Convertir los hechos de 1714 en un referente para los catalanes de hoy es un peligroso anacronismo. ¿Qué estamos diciendo? ¿Que los españoles, en general, son malos, invasores y explotadores? ¿Qué pensaríamos si los húngaros convirtieran el centenario de la I Guerra Mundial en una apelación al odio y a la revancha contra los franceses y los británicos, que les vencieron en 1918 y provocaron la implosión del Imperio austro-húngaro de Sissí y Johan Strauss? En este sentido, el mensaje de la Unión Europea a Artur Mas es nítido: la Guerra de Sucesión se acabó con los Tratados de Utrecht en 1713.

 

*PD: Gracias a que España decidió no participar a la I Guerra Mundial, los empresarios catalanes se hicieron de oro con las exportaciones masivas de todo tipo de productos a los países en conflicto.

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