¿Qué pasó en Chile y sus parecidos con España?

Este año, el mes de septiembre, se recuerda el aniversario (cuarenta años) del golpe militar liderato por el General Pinochet en contra de un gobierno democráticamente escogido, el gobierno de Unidad Popular, presidido por el Presidente Salvador Allende. Este golpe militar inició una dictadura enormemente represiva que, además de deshacer las reformas populares realizadas por el gobierno depuesto, inauguró un nuevo régimen económico-político caracterizado por un neoliberalismo guiado por el pensamiento económico identificado con la Escuela de Chicago, que dirigió las contrarreformas económico-sociales de aquella dictadura.

 

Tuve el enorme privilegio de asesorar en el gobierno de Unidad Popular, y fue así como pude conocer y seguir de cerca los cambios sustanciales que este gobierno realizó a través de políticas públicas que fueron populares entre grandes sectores de la ciudadanía que resultaron beneficiados por tales reformas. Resultado de esto, el apoyo electoral al gobierno subió, lo cual alarmó a las fuerzas conservadoras y liberales, que vieron menguados sus intereses con aquellas medidas, y que recurrieron a amplios sectores de sus fuerzas armadas, presionándolas para realizar el golpe militar, el cual fue facilitado y apoyado por la Administración Nixon en los EE.UU., temerosa que el experimento de la Unidad Popular (comprometido a conseguir el socialismo a través de la vía democrática) fuera exitoso y se expandiera por toda América Latina.

 

Tal como indicó el Presidente Nixon, «el mayor peligro que tenemos es que el gobierno de Allende pueda consolidarse y sea exitoso. Tenemos que evitar por todos los medios que otros países de América Latina se sientan atraídos por la experiencia del gobierno de Allende». El establishment económico y financiero norteamericano se alió con el establishment chileno (en una alianza de clases a nivel internacional) en ayuda de sus intereses de clase en contra de los intereses de las clases populares de los dos países, y mucho en particular en aquel momento, en contra de las clases populares chilenas. (Ver Navarro, V., «Chile through the mirror of events in the health sector», Social Praxis, 2T 1-2 pp 25-66, 1974).

 

Es importante subrayar que no fue EE.UU. el que impuso Pinochet en Chile, como constantemente se indica. Yo pude ver con mis propios ojos que los que llevaron a cabo el golpe militar fueron la burguesía chilena, la oligarquía chilena, las clases medianas de renta alta chilenas, la Iglesia chilena, la banca chilena, y la mayoría de las fuerzas armadas chilenas, apoyadas, no por EE.UU. (EE.UU. no era entonces ni es ahora un país de 300 millones de imperialistas), sino por el gobierno federal presidido por el republicano del Presidente Nixon (que no podía ir a barrios obreros en EE.UU. por su enorme impopularidad, consecuencia de la enorme represión del gobierno federal en contra de los mineros en la cuenca minera de los Apalaches -el Asturias de EE.UU.-, que habían amenazado con paralizar el este de EE.UU. mediante una huelga general en los sectores energéticos basados en el carbón).

 

Las reformas de la Unidad Popular (UP)

Donde las reformas fueron más acentuadas estuvo en las áreas sociales, y mucho en particular en el área sanitaria. Yo estaba de Profesor Visitando en la Escuela de Salud Pública de Chile, junto con mi amigo Hugo Behm, decano de esta Escuela, y nuestro común amigo Gustavo Molina, muy cercano al Presidente Allende. El que intentó el gobierno UP fue potenciar el sector público, tal como el Servicio Nacional de Salud, a expensas del sector privado, al cual se le permitió su existencia (continuando atendiendo a las clases más benestants), pero sin permitirle (cómo todavía ocurre en España) que parasités al sector público (utilizando el sector público sin retribución de los costes de esta utilización) e incentivando la dedicación a plena ocupación de los profesionales sanitarios en el sector público (lo cual creó una enorme resistencia de los Colegios de Médicos, controlados por la medicina privada). En farmacia, el gobierno prohibió que se distribuyeran en las farmacias chilenas productos que no hubieran sido autorizados por las agencias de control de calidad (de fármacos) existentes en Chile y en otros países (incluido en EE.UU.). El «dumping farmacológico» (venta de productos, rechazados en los países ricos, a países en vías de desarrollo) es un fenómeno generalizado todavía hoy. Tales medidas originaron una enorme resistencia de la industria farmacéutica (que, según documentó el Congreso de EE.UU., fue la que financió el golpe militar).

 

Como España, el golpe militar era la respuesta defensiva de las clases benestants frente a las demandas de las clases populares. Y como también ocurrió en España, aquel golpe era reflejo del dominio de una clase profundamente reaccionaria, que no tenía ningún tipo de sensibilidad democrática, frente a la expansión de los derechos civiles y laborales de las clases populares, conseguida por medios democráticos. Los parecidos del que ocurrió en Chile con el que ocurrió en España en 1936 eran enormes.

 

Cuando el golpe militar tuvo lugar, se produjo una enorme represión. Mi amigo Hugo Behm estuvo detenido en un campo de concentración. Estando en este campo, y a propuesta mía, la Asociación Norteamericana de Salud Pública, The American Public Health Association, que reunía en 100.000 profesionales salubristes (expertos en políticas públicas encaminadas a mejorar el bienestar y calidad de vida de los ciudadanos) de Norteamérica, lo nombró Presidente Honorario de su Asociación. Este espléndido caso de solidaridad fue fruto de una alianza internacional de los que luchaban para conseguir una mejor salud y bienestar social para sus pueblos. En realidad, la dictadura fue particularmente represiva entre los grupos profesionales, contra estos salubristes que, en su gran mayoría, habían apoyado las reformas sanitarias del Presidente Allende y su gobierno. En España, por cierto, la represión del golpe militar fue, entre los profesionales, contra los maestros (como mis padres) que habían apoyado y llevado a cabo las reformas educativas de la República española.

 

Durante la dictadura chilena la sanidad y la educación públicas fueron privatizadas, habiéndose deteriorado de una manera muy marcada la calidad de ambas. En realidad, el deterioro de la educación (y su carestía) fueron la chispa que motivó a los estudiantes a salir a la calle al 2011, iniciando un movimiento de protesta que, al añadirse grandes sectores de la clase trabajadora, como los mineros, se convirtió en un amplio movimiento de rebeldía frente a las políticas impuestas por la dictadura y mantenidas durante el periodo de democracia vigilada. Su extensión fue tal (se calcula que un tercio de la población adulta participó en estas movilizaciones, según el artículo de Roland Benedikter y Katja Siepmann «Chile: the Switzerland of the South?» a Challenge, Sept/Oct 2013, vol. 56, issue 5, pp 5-30, de donde extraigo la mayoría de los datos utilizados en este artículo) que amenazó a las estructuras de poder financiero y económico chilenas. Tales protestas eran ya la expresión de un gran enfado de las clases populares frente a aquel modelo económico-social impuesto por la dictadura y mantenido en el periodo democrático, consecuencia de una transición que (como la española) dejó el poder económico y financiero inalterat.

 

El modelo neoliberal de la Escuela de Chicago

Durante muchos años, el modelo chileno neoliberal generado por la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, que asesoró a la dictadura chilena, se ha presentado como un gran éxito. El portavoz más ultraderechista del capital financiero norteamericano (el Wall Street Journal) ha sido uno de sus máximos promotores, habiendo indicado últimamente en un editorial que el que necesita Egipto es una dictadura como la del General Pinochet. Los datos que constantemente se utilizan a favor de este supuesto éxito del modelo Chicago son: un crecimiento elevado de su PIB (un 6% por año), una baja desocupación (un 7%), y un elevado grado de inversión, tanto extranjera como doméstica. En reconocimiento de tal «éxito», Chile fue el primer país de Latinoamérica aceptado en la OCDE (el club de los países más ricos del mundo).

 

El que no se llama en esta promoción del modelo chileno es que los salarios están entre los más bajos (en relación a su PIB per cápita) de la OCDE, habiendo sido esto causa (como España) de un enorme crecimiento del endeudamiento de las familias. Al 2012, la tasa de endeudamiento de las familias era de un 59% de toda la renta recibida, con unos de los intereses más elevados en el dinero recibido prestado. Según una encuesta realizada al 2012 por el Market Rescue Institute de la Universidad Católica de Chile, solamente un 36% de chilenos creía que se podrían comprar una casa, debido a la dificultad de conseguir crédito a un interés razonable y que pudieran pagarlo (citado en el artículo de Benedikter y Siepmann).

 

Este enorme endeudamiento explica (cómo también lo explica en España) el enorme crecimiento del sector financiero en Chile. Este crecimiento ha sido ni más y menos que cincuenta veces superior al crecimiento de la economía real (la economía que produce bienes y servicios). Hoy el centro de poder (el mismo que en España) es el capital financiero, que también controla la financiación y gestión del limitado Sido del Bienestar chileno (que incluye desde las pensiones a los servicios sanitarios y educativos, todos ellos privatizados).

 

La privatización masiva de la gran mayoría de actividades económicas y sociales (punto central en el modelo chileno neoliberal) que se hizo, en teoría, para ofrecer mayor elección de bienes y servicios a los ciudadanos, ha facilitado previsiblemente la creación de monopolios que han encarecido el precio de muchos de los bienes y servicios proveídos por el sector privado. Y esto tanto en el sector privado como en el público. Así, una de las industrias más importantes de Chile es la de producción de papel, resultado de la gran extensión de bosques existentes al país. Pues bien, a pesar de la gran abundancia de la materia primera ?madera-, el coste del papel en Chile es mayor que en otros países de América Latina que no tienen la riqueza de este recurso. Y esto es resultado del gran monopolio que existe en esta actividad económica.

 

Resultado de este enorme crecimiento del capital financiero y de la monopolización del capital productivo, hemos visto un enorme crecimiento de las rentas superiores procedentes del capital, a costa de un enorme descenso de las rentas del trabajo (tal como ha ocurrido también en España), siendo Chile (como España) uno de los países con mayores desigualdades de renta de la OCDE.

 

La predecible rebelión de las clases populares frente al modelo neoliberal

Las movilizaciones populares han sido una protesta frente a este modelo. Cómo bien indicaba un eslogan del movimiento, «Mucho crecimiento: pero no Desarrollo», indicando que el problema clave en la economía chilena no es el crecimiento de la riqueza sino la distribución de los recursos creados por tal crecimiento, así como el tipo de crecimiento. Es obvio que este crecimiento ha favorecido (como España) a las rentas del capital a expensas de las rentas del trabajo. Y otro eslogan de las manifestaciones, «No al lucro», expresa también una protesta hacia el tipo de crecimiento y a la motivación (el afán de lucro) que lo guía y dirige.

 

Naturalmente que el gobierno democráticamente elegido, depuesto por el golpe en Chile, era diferente al existente en España; que la dictadura establecida por el golpe en Chile fue diferente al existente en España; y que el periodo llamado democrático que vino a continuación en Chile fue diferente al que ha ocurrido en España. Pero, aceptando las diferencias, el hecho es que hay también muchas similitudes en cada uno de los periodos históricos citados (de aquí una aclaración constante a lo largo del artículo subrayando que «el mismo ocurre en España»).

 

Y han sido estas similitudes las que explican la escasa visibilidad mediática en España del 40 aniversario de aquel golpe militar en Chile. Excepto pequeños actos aquí y allá, no han habido ceremonias oficiales, y esto resultado de que los establishments financieros, económicos, políticos y mediáticos españoles (que tienen una conciencia de clase muy desarrollada) no quieran ni sentir hablar de aquellos parecidos, pues la denuncia del que pasó en Chile es también una denuncia del que ha pasado en España, denuncia que la establishment no quiere que tenga lugar, pues sería una denuncia de este establishment también, tanto de sus orígenes como de su comportamiento. Así de claro.

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