¿Qué balance haces de la situación del sector educativo después de estos años de lucha sindical?
Una curva en forma de montaña. Durante unos cuántos años, desde los 80 hasta los 90, la enseñanza pública fue remontando a todos niveles: se disminuyeron las horas lectivas, entraron técnicos, había más dinero para proyectos, menos alumnos por ratio, etcétera. Se nota la crisis y también hay un punto de inflexión en la Ley de Educación de Catalunya (LEC), que es la primera ley neoliberal de este país, y la segunda es la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). La LEC bendice e institucionaliza la doble red, porque dice que el sector educativo está formado por centros públicos y concertados y se elimina la obligación de la administración de dar una plaza pública. Es un paso hacia la privatización. Cambia la participación de los sectores públicos y con la excusa de la autonomía cambia la manera de funcionar con más poder de la dirección. Se coge el modelo de la empresa privada para ponerlo en los centros públicos.
Te vas en un momento en que parece que el sector está más movilizado que nunca en defensa de la educación pública…
La movilización contra la LEC ya estaba activa. Hubo cuatro huelgas generales. Con los recortes el sector educativo es el que menos se hacia escuchar, pero ahora las familias se han identificado con los recortes y no sólo como si fuera cosa de los profesores. Hay más concienciación.
¿Cuál es el reto más grande que tiene por delante el sector educativo?
Enderezar y hacer recular la LEC y recuperar lo que nos han sacado con los recortes. Volver a tener una escuela democrática.
¿Cómo definirías tu relación con la consellera de Enseñanza, Irene Rigau?
Es difícil de decir. Diría que cordialmente antagónica.
