Fotografías…

Dice una leyenda que algunas tribus aborígenes se negaban a ser fotografiados por los exploradores porque aquellas máquinas les robaban el alma. Era la explicación más plausible que se les ocurría cuando se veían en un papel, fuera de su cuerpo. Lo cierto es que el invento de Joseph Niépce tiene algo mágico o esotérico. Desconozco, por otra parte, si la fotografía que se quiere tomar Carles Puigdemont con Pedro Sánchez le acabará o no robando el alma. Vista la trayectoria, igual el presidente español es un coleccionista de almas… Las parroquias, como siempre, van divididas. El independentismo más acérrimo reprocha al expresidente catalán una fotografía nonata, defendiendo, como los indígenas, que la instantánea le esquilará el alma. De hecho, para este sector, Puigdemont perdió su alma cuando decidió transitar, como ERC, por el camino del pacto, y a cambio de la amnistía hizo presidente a Sánchez. La parroquia más ruidosa de Sánchez piensa igual, que el líder socialista vendió su alma para mantenerse en el poder. Lo mismo ocurre con Oriol Junqueras, precoz en la venta de almas y a la espera igualmente de fotografiarse con el presidente español.

De momento, sin embargo, las fotos que hemos podido ver son las de Sánchez con el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, y con el líder de la oposición y del PP, Alberto Núñez Feijóo, el jueves y el viernes, respectivamente. Desconozco si alguno de ellos ha perdido el alma después de los retratos. Lo cierto es que son fotos necesarias en una democracia estándar. Forman parte de lo que debería ser normal. Sin embargo, parece que de un tiempo a esta parte en España nada es demasiado normal. La irrupción de la extrema derecha de Vox ha puesto el carro, España, por el pedregal. Entonces, cosas tan básicas como dialogar, pactar, hacerse fotos, adquieren un peligroso cariz de singularidad.

Así, celebro las fotos de Sánchez con Aragonès y Feijóo, como voy a celebrar, en caso de que se acaben haciendo, las de Sánchez con Puigdemont y Junqueras. Las primeras forman parte de la cotidianidad política, y las segundas de la necesidad de resolver un conflicto, que no vamos a solucionar a trompicones, como algunos pretenderían. Después, veremos si las fotografías salen nítidas o borrosas, pero eso ya es harina de otro costal. Como decía el fotógrafo Berenice Abbott: «La fotografía ayuda a las personas a ver».

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