Messi se va, nosotros nos quedamos

Messi se va. Esto salvará el liderazgo de audiencia de TV3 este mes de agosto. Tendrá otras consecuencias. De entrada, la guerra a muerte para apoderarse de la presidencia del Barça. Una guerra, una más, que la gran mayoría de los que vivimos en Barcelona y somos o éramos del Barça viviremos como simples espectadores. Veremos como el dinero corre a apoyar a algunos candidatos y, a ciencia cierta, oiremos hablar poco de fútbol y mucho de ideología. ¡Poco balón y mucha estelada, vaya!

El caso es que el que dicen que es el mejor futbolista de la historia se va a ManchesterMilán. O a China o Japón,¡véte a saber! Él se irá pero nosotros nos quedaremos aquí. A lidiar con lo que tenemos. ¿Y qué tenemos? Pues una sociedad dividida por el debate territorial y maltratada por una pandemia que nos ha dejado echos polvo.

Tenemos un curso escolar a punto de empezar que todos vivimos con el corazón en un puño. Profesores, administrativos de los centros educativos, padres, niños, jóvenes y las familias de todos ellos. Hay un cierto consenso generalizado en todo el mundo en que es mejor volver a las clases a pesar de que esto comporte inevitablemente contagios. Es mejor que se produzcan esos contagios, a pesar de las medidas de seguridad que se adopten, que mantener cerradas las aulas a todos los niveles educativos.

Quizás la palabra pánico es demasiado fuerte para referirse a cómo viviremos los próximos meses, pero creo que se aproxima bastante a la sensación que vivirá buena parte de nuestra sociedad.

El miedo que supone para los culés que Messi se vaya es que vuelvan los tiempos del Barça sufridor y perdedor. El miedo de los culés que no quieren que se mezcle el fútbol con la política es que el Barça pase de ser 'más que un club' a ser 'nuestro club', como lo son TV3 o Catalunya Ràdio. Y el miedo de los que no son culés es que la fuga de Messi, de Juan Carlos I o de Puigdemont nos mantenga despistados y divididos ante el reto real que tenemos ante nuestras narices: una sociedad enfrentada, empobrecida y asustada.

Así las cosas, hay que desear mucha suerte y victorias a Messi en su futuro profesional y personal y aplicarnos a fondo para que aquí no nos venza el miedo, la tristeza, la pereza o el derrotismo en el combate más necesario que nunca por una sociedad donde todos tengamos derecho a una vida digna y lo podamos ejercer.

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