Abriendo fronteras o cerrando Europa

El próximo 13 de julio saldrán de Salt los autocares que forman la caravana Abriendo Fronteras. Irán hasta Ventimiglia, la población italiana donde se concentran muchos inmigrantes que intentan pasar a Francia pero a menudo son devueltos por las fuerzas de seguridad de ese país. Los cientos de personas que viajarán en esta caravana solidaria denunciarán la política xenófoba que está aplicando el gobierno italiano desde que Matteo Salvini, dirigente de la Liga, es su vicepresidente y ministro del Interior.

Su denuncia, sin embargo, no se limita a la Italia de Salvini. «¡Paremos los pies a la Europa fortaleza!», reclaman en el cartel de difusión de la caravana. En su Manifiesto recuerdan que «Europa no sufre una crisis migratoria sino una crisis de valores«. ¿Qué ha quedado de aquella Europa, modelo de defensa de los derechos humanos, envidia de los que vivían y viven todavía bajo sistemas autoritarios y antidemocráticos?

De la Alemania donde Angela Merkel abrió los brazos al millón de personas que huían de la guerra de Siria hace tres años hemos pasado a la que quiere construir en la frontera con Austria centros de control de los inmigrantes para devolverlos a los países por donde llegaron al continente. Mientras, Italia y Malta se niegan a aceptar que los barcos de las ONGs que rescatan migrantes en el Mediterráneo los desembarquen en su territorio, España ha aceptado que las embarcaciones Aquarius, de Médicos sin Fronteras, y Sos Méditerranée y Open Arms, de Proactiva Open Arms, trasladaran a Valencia y Barcelona a las 700 personas que los gobiernos italiano y maltés han rechazado estos últimos días.

El Consejo Europeo que, los pasados 28 y 29 de junio, debatió la cuestión de la inmigración estuvo más pendiente de satisfacer los intereses de los xenófobos de la CSU alemana que ponían en peligro la continuidad del gobierno de Merkel que de los valores solidarios y humanitarios que se supone que fundamentan la Unión Europea.

Así las cosas, y cuando la acidez de este debate no se corresponde con una realidad donde las llegadas de migrantes se han reducido veinte veces en relación a 2015, cada vez se escuchan más voces avergonzadas del papel europeo en esta «crisis de valores». «El último que apague la luz», piden ya algunos. Otros, como el ex-presidente del Parlamento europeo, el alemán Martin Schultz, piden, ahora, «una contrarrevolución progresista que haga frente al repliegue nacionalista y al fragor populista que campa por Europa».

¿Estaremos a tiempo?

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