Xavi

En tiempos pretéritos, cuando viajaba, era usual que cuando mis interlocutores -blancos, negros, rojos o marrones- descubrían mi nombre, Xavi, sonrieran. El mérito, lejos de ser mío, era de Xavi Hernández. “¡Ah…!, ¿cómo el jugador del Barça?”, preguntaban entonces sin esconder admiración y desde puntos bastante recónditos del planeta. A menudo, en circunstancias incómodas, la coincidencia homónima permitía romper el hielo e instalar la conversación en zona de confort -el Barça-. Pronto, de Xavi pasábamos a Messi y antes a Ronaldinho, entre otros, y hacías la tarde. La insistencia de la anécdota ha creado vínculo y, aunque nunca he visto a Xavi a menos distancia de la que separa el graderío del césped del Camp Nou, me lo siento cercano. A lo lejos y con el deslumbramiento de los focos mediáticos, me he hecho de él una idea de tipo afable e inteligente. De todas formas, idolatrías al margen, lo único a ciencia cierta que sé es que ha sido uno de los mejores jugadores de fútbol que he visto jugar. Así, confieso que me complace que vuelva al Barça, ahora con el traje de entrenador, y le deseo suerte.

Del Xavi entrenador no sé más que lo que llega de tierras árabes, y no es negativo. Sin embargo, entiendo que las comparaciones son odiosas y que el melón del Xavi entrenador del FC Barcelona está por abrir. Por otra parte, el egarense vuelve a casa en un momento delicado para el club, con más prisas que paciencia. Así, pese a la simpatía que el personaje genera, se encontrará con un campo lleno de minas, que deberá saber desactivar. Paradójicamente, se le ha terminado el oasis qatarí y llega al desierto barcelonés.

El presidente Joan Laporta, aquel al que le sobraba un asado para convencer a Messi para quedarse, ha dejado pudrir demasiado la situación. Aunque es cierto que gran parte de la culpa del desbarajuste es del expresidente Josep Maria Bartomeu, Laporta se ha mostrado carente de reflejos, y el mal se ha hecho peor. Veremos si es cierta la berrea que dice que este presidente suele caer de pie como los gatos. No es la primera vez que desconcierta. Ganó las primeras elecciones después de prometer que tenía medio fichado a David Beckham, cuando no era cierto; entonces, tuvo que fichar a Ronaldinho y la jugada le salió redonda. Esta vez ha ganado las elecciones prometiendo la continuidad de Messi, y tampoco. Ahora, sin embargo, no hay dinero para sacar más conejos del sombrero de mago.

Con este panorama, el homónimo deshace el camino de Qatar. Tengo la sensación, a veces deseo, que le irá bien y que de las piedras hará panes. Veremos. Celebraría que se le recibiera con un mínimo período de cortesía, pero las urgencias se agolpan y la cordialidad se convierte en un bien escaso. En fin, que, si todo va mínimamente bien, podré volver a viajar y cuando me pregunten cómo me llamo, espero volver a recibir esa sonrisa cómplice de un interlocutor foráneo que relaciona mi nombre con el del entrenador del FC Barcelona. Crucemos los dedos.

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