Nunca más dictadura

Bluesky

A veces se intenta normalizar una situación o tendencia determinada a base de repetir insistentemente una misma información, en este caso, sobre lo que votan los jóvenes.

Es cierto que puede haber una minoría que se incline por la extrema derecha, pero afortunadamente la mayoría conoce -porque se les ha explicado y porque la memoria colectiva todavía está viva- qué significa vivir bajo una dictadura. Y saben que el fascismo nunca más puede ser una opción.

Susana Alonso

Vivir bajo una dictadura es vivir sometido al miedo, a la represión y a la negación sistemática de los derechos humanos. Es vivir sin libertad de expresión, sin capacidad de decidir, con la censura como norma y con la violencia como herramienta de control. Es vivir en un régimen que encarcela, tortura y asesina para mantenerse en el poder, que convierte a los ciudadanos en súbditos y que condena a generaciones enteras a la sumisión y al silencio. Esta experiencia terrible y sanguinaria que vivimos durante el franquismo no puede ser olvidada ni relativizada, porque forma parte de nuestra historia y nos recuerda el precio inmenso que se pagó para recuperar la democracia.

Las generaciones que sufrimos aquella oscuridad hemos transmitido a nuestros hijos y nietos el recuerdo de lo que significaba vivir sin derechos ni libertad. Hemos explicado que la democracia no fue un regalo, sino una conquista arrancada con sacrificios, movilizaciones y resistencia. Por ello, sabemos que no podemos permitir que los discursos interesados de los que añoran la España negra del franquismo vuelvan a arraigar.

Los jóvenes de hoy, herederos de esta memoria y protagonistas del futuro, tienen claro que defender la democracia es defender su propia dignidad. Es cierto que la democracia debe mejorar, debe ser más justa, participativa e igualitaria, pero nunca puede ser sustituida por el autoritarismo.

El fascismo es sinónimo de violencia, de silencio impuesto, de persecución y de sangre derramada. Es la negación absoluta de la libertad y de la dignidad humana. Ninguna sociedad que aspire a ser justa e igualitaria puede permitir que vuelva a arraigar un sistema que convierte a los ciudadanos en súbditos y que condena a generaciones enteras al miedo y a la obediencia ciega.

Les guste o no a los defensores de la dictadura, el futuro es democrático, libre e igualitario.

A pesar de los intentos de los dirigentes de la extrema derecha de sembrar el miedo y la división con discursos xenófobos y excluyentes, los jóvenes de hoy no se dejarán engañar por personajes trogloditas como SantiagoAbascal (Vox), Sílvia Orriols (Aliança Catalana) o incluso dirigentes de Junts. Sus proclamas, basadas en el odio a la diversidad, en la negación de los derechos de las minorías y en la voluntad de retroceder hacia un Estado oscuro y autoritario, no tienen cabida en una sociedad que aspira a ser plural y justa.

Sabemos que la xenofobia y la exclusión son armas viejas del fascismo, ya que si bien se presentan como soluciones fáciles a problemas complejos, en realidad sólo generan más desigualdad, más violencia y más fractura social.

Los discursos que criminalizan a las personas migrantes, que desprecian a las mujeres o que niegan la diversidad cultural y lingüística o el cambio climático son una amenaza directa contra la convivencia, la democracia y el futuro del planeta. Pero los jóvenes, que han crecido en un mundo más abierto e interconectado, saben que el futuro pasa por la solidaridad, la inclusión y el respeto a los derechos humanos.

Es cierto que la democracia debe mejorar, que hay que profundizarla y hacerla más participativa e igualitaria. Pero precisamente por eso los jóvenes no votarán a aquellos que quieren destruirla con discursos de odio, sino que la defenderán y la harán crecer. El fascismo nunca más, porque sabemos qué significa y porque no estamos dispuestos a volver atrás. La memoria del sufrimiento bajo la dictadura y la conciencia del peligro que representan las ideologías excluyentes son el mejor antídoto contra quienes quieren imponer un futuro de miedo y sumisión.

La democracia nunca puede ser sustituida por el autoritarismo. La libertad de expresión, el derecho a decidir, la igualdad ante la ley y la protección de los más vulnerables son conquistas que no se pueden perder.

Con la fuerza de las nuevas generaciones, el fascismo no tendrá cabida. Los jóvenes de hoy, herederos de la memoria histórica y protagonistas del futuro, saben que defender la democracia es defender su propia dignidad. Ellos son la garantía de que nunca más volveremos a la España negra del franquismo, que nunca más aceptaremos la censura, la persecución o la sumisión. Su voz es la continuación de las luchas del pasado y la promesa de un futuro mejor.

Por eso, ante los discursos interesados que intentan blanquear el fascismo y normalizar el autoritarismo, la respuesta debe ser clara y rotunda: nunca más. Nunca más dictadura, nunca más represión, nunca más sumisión. El futuro es nuestro, y será libre, democrático e igualitario.

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