Justicia social, menos odio y más fraternidad

Hay políticos que dicen que la expresión “justicia social” les da miedo. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, dice que es «un invento de la izquierda» que promueve «la cultura de la envidia». El presidente argentino, Javier Milei, dijo, hace unos días, en Madrid, que la justicia social «siempre es injusta» y añadió que «abrir la puerta al socialismo es invitar a la muerte». Yo no presido ninguna comunidad autónoma ni ningún país pero pienso todo lo contrario: si queremos unas sociedades más justas tenemos que conseguir que la justicia social se difunda cuanto más, mejor. Es necesario repartir la riqueza entre las personas y entre los países. Para mí, el socialismo no es la muerte sino la esperanza y querer que se recorte lo máximo posible el desequilibrio de calidad de vida entre ricos y pobres no es «cultura de la envidia» sino una obligación de la humanidad.

Paralelamente a los esfuerzos políticos por acercarnos a esta justicia social debe avanzarse también en la consecución de una sociedad más fraternal, donde las personas nos veamos unas a otras como colegas, no como adversarios. La cultura a combatir es la del odio, la de buscar enemigos a los que cargar la responsabilidad de todo aquello que no nos gusta, nos hace sufrir o nos complica la vida.

Hace unos días acompañé a una amiga a una visita que su hijo tenía que hacer al Hospital de Sant Joan de Déu. Mi amiga tiene parkinson, con las dificultades que implica para su movilidad y control muscular. El niño es autista y va a su aire, no se está quieto y no responde cuando le hablas. Cogimos varios autobuses y en los trayectos chocó alguna vez con los viajeros. La respuesta inmediata de las personas con las que chocaba o que veían cómo se estiraba en los asientos o en la parte trasera del autobús era de recriminarle el comportamiento. Algunos responsabilizaban a la madre, que no podía contenerlo, de educarlo mal. Había que explicarles las condiciones de ambos para que rectificasen. No siempre hubo tiempo para contarles el comportamiento del niño.

Se te parte el corazón, claro, cuando ves estos incidentes, que por mi amiga y su hijo son su día a día habitual. ¿Por qué no pensamos un poco en las posibles causas de un comportamiento que nos molesta o desagrada antes de lanzar insultos o broncas? Tenemos demasiado a menudo a punto de activar la máquina de gruñir. ¿Por qué no cargamos más la máquina de amar, escuchar, entender, ayudar? El niño se acurrucaba a menudo junto a personas que se sentaban a su lado. Una mujer mantuvo una gran sonrisa cariñosa todo el tiempo en que tuvo la cabeza del chaval descansando en su hombro.

Necesitamos que la justicia social se abra camino en todas partes y que la fraternidad entre en la cabeza y el corazón de todos. Difundiendo el odio quizás se ganan presidencias y elecciones pero se pierde la ternura y la solidaridad que da sentido de verdad al hecho de estar vivos.

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