Pie en pared

Mientras escribo este artículo, hoy, domingo 28 de abril, estamos pendientes de saber la resolución que pueda adoptar el presidente Pedro Sánchez tras su puñetazo en la mesa y el “hasta aquí hemos llegado”, que muchos compartimos, respecto a la insoportable degradación moral y política a la que nos somete la derecha extrema y la extrema derecha política, social y judicial con su juego desestabilizador y golpista. No sé cómo puede acabar siendo la salida que, si está leyendo este artículo, ahora ya sabremos. Sin embargo, la salida, siendo muy determinante, no es lo que me mueve a escribirlo, porque sea cual sea, el “dinosauro” seguirá ahí. Lo que me motiva es la degradación insoportable y el papel que cada uno de nosotros juega en la instalación de ese ambiente irrespirable y tan peligroso, y la imperiosa necesidad de detenerlo y revertirlo. Reflexionemos todos qué es lo que debería hacer la ciudadanía para preservar una sociedad decente y un Estado de Derecho no subordinado a intereses políticos y económicos espurios.

Susana Alonso

Siempre he pensado que la ciudadanía es sobre todo una responsabilidad más que un privilegio, una responsabilidad que hay momentos que es necesario ejercer decididamente. Éste es uno de ellos. Las Derechas están empujando a nuestras democracias occidentales hacia el modelo de las democracias llamadas iliberales. En éstas sólo existe una apariencia de democracia, dado que no disponen de verdaderos mecanismos de control y equilibrio entre las instituciones. Son en realidad una caricatura de democracia. Los ciudadanos haríamos bien en estar alerta porque los recursos volcados internacionalmente para conseguirlo son ingentes.

De hecho, estamos lisa y llanamente ante un golpe de estado con métodos nuevos, sin tricornios, ni tanquetas, más sibilino, más subrepticio, soft en las formas diríamos pero no en el fondo, y las vías y medios para llegar allí consisten en la pseudoprensa, canales de tv u otros medios particularmente digitales, etc… que entran en nuestra casa o están tranquilamente en nuestro bolsillo. Se trata ahora de controlar, de influir, de intoxicar, controlar los resortes adecuados sin demasiado ruido, con normalidad: pongamos que congelamos la renovación de instituciones clave para la democracia de forma que controlemos la composición de sus órganos y, por tanto, indirectamente –o no tanto– controlamos las decisiones que puedan adoptar, por ejemplo. Así, el golpe de estado soft se da a pequeñas cucharadas que tragamos como si nada y, al final, ya no están al servicio del interés general sin darnos cuenta.

La batalla es esta. Muchos asistimos atónitos hace unos meses a unas manifestaciones y al acoso de ultra derecha frente a la sede del Partido Socialista tan violentas como también grotescas en algunos momentos. Todo muy estrafalario y grotesco como digo, rosarios de por medio , algunas escenas que el gran Berlanga habría aprovechado sin duda como parodia del “país de Nunca Jamas” del franquismo irredento, ligeramente transmutado ahora en populismo derechista. Sin embargo, no por más hilarantes que fueran las imágenes, eran menos reveladoras de lo que se estaba, se está, cociendo en España: un insidioso populismo ultraderechista, hermano de todos los populismos que en todas partes están asaltando las democracias occidentales. Populismos tan o más peligrosos justamente por su aparente banalidad, una banalidad de la que ya nos advertía Hanna Arendt y que no podemos ignorar, un mal que nos estamos tragando poco a poco, como si nada, hasta que sea demasiado tarde.

Frente a esto y todo lo que se puede derivar, sólo una ciudadanía caudal y consciente de su responsabilidad pero también de su poder –recuérdese lo que cantaba Daniel Viglieti de que “una gota como ser poco, con otra se hace aguacero”- puede poner freno a la pulsión trumpista, populista y, digámoslo sin tapujos, también golpista de las derechas españolas. Deberíamos empezar por desintoxicarnos, ¿Cómo? Rehuyendo y no admitiendo toda la bronca e intoxicación que nos llega ni a todo aquel que la promueva sea por la vía que sea, tertulias desgarradas, llamativas, pseudodiarios que hacen del “bulo” su razón de ser, informadores que manipulan etc, rehuyendo la crispación que nos destruye personalmente y como sociedad. Es necesario recuperar también la amabilidad, la cortesía, el respeto a la verdad, no admitir ni crispación ni crispadores. Naïf sí, higiénico también y se vive mucho mejor personal y colectivamente.

Pie en pared, ciudadanos y ciudadanas.

(Visited 41 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario