El entorno laportista le ha preparado a Xavi otra encerrona este fin de semana

La rueda de prensa previa al partido en casa contra la Real Sociedad, que ya ha adquirido una enorme trascendencia, será caliente. El técnico debe aclarar si habrá limpieza’ del vestuario este verano y quién la asume, él o Deco

Xavi Hernández - Foto: FC Barcelona

La esperpéntica semana azulgrana, que el primer equipo del FC Barcelona ha vivido peligrosamente como tercero en la Liga tras la debacle de Girona, se ha cerrado con otro golpe duro al barcelonismo en forma de clasificación del Real Madrid para la final de la Champions en Wembley, después de eliminar al Bayern Múnich. Más allá de la polémica arbitral, el barcelonista no ha podido dejar de imaginar que hubo un momento, tras la victoria en París de la ida de los cuartos de final, en que se construyó el sueño de otra final en Wembley, dando por hecho que en las semifinales el vencedor de la eliminatoria Atlético de Madrid-Borussia Dortmund era un rival asequible. Puede que hoy, con la perspectiva del tiempo, esa ensoñación se parezca más a una pesadilla y hasta parezca menos dolorosa la triste realidad de haber caído en Montjuic ante el equipo de Luis Enrique a tiempo de evitar una final de la Copa de Europa frente al Real Madrid, algo que más tarde o más temprano sucederá, inevitablemente.

Entre tanto, sin embargo, los medios no se han atrevido, seguramente por falta de atrevimiento, a generar un debate en clave Xavi sobre el desenlace de los dos partidos de vuelta de las semifinales, el PSG-Borussia y el Madrid-Bayern. La cuestión de fondo sería evaluar qué equipo jugó mejor, cuál dominó el partido y quién mereció cada resultado, pues, por ejemplo, el finalista alemán, el Borussia Dortmund, la alcanzó después de encajar media docena de remates al palo de la delantera del equipo parisino entre los dos partidos, y de ejecutar, en París, un plan de juego claramente defensivo que, finalmente, resultó impenetrable para Mbappé y Dembélé. Está claro que, según la doctrina Xavi, el PSG habría merecido otra suerte de desenlace porque habría tenido más dominio, control del partido y ocasiones que su rival.

El análisis del partido del Bernabéu se hace más complicado, si bien la dinámica fue la inversa de la ida en Múnich, donde el Bayern llevó la iniciativa. En el Bernabéu dio un paso atrás esperando resistir el vendaval blanco y aprovechar, como hizo, una de las pocas ocasiones para adelantarse y estar a punto de eliminar al Madrid, que remontó en otra de sus noches mágicas, rematada con una decisión arbitral que el entrenador de los alemanes, Tuchel, encajó tan mal o igual que Xavi la tarjeta roja a Araujo ante el PSG. Un error arbitral que “te echa por el suelo el trabajo de toda una temporada”, como dijo Xavi excusando la pobre respuesta táctica de su equipo ese día, igual que ante el Girona, en ese caso señalando fallos de sus jugadores.

Ningún argumento futbolístico se sostiene si se aplica solo parcialmente. No sirve de nada jugar mejor si se fallan ocasiones ni cambia el resultado, el que sea, si el rival gana por haber marcado un gol en la única ocasión que ha tenido. El fútbol encierra, precisamente, ese factor de incertidumbre que convierte cada partido en una historia distinta de cualquier otra.

Las semifinales de Champions no han favorecido, al contrario, el revisionismo del batacazo de Girona la semana pasada, pues la resaca de ambos partidos ha aplastado toda la dialéctica de Xavi, que ya era frágil, recurrente e insatisfactoria, alimentando un debate que da otra vuelta de tuerca a la actualidad azulgrana. En concreto, a la solidez de esa continuidad de Xavi, cuestionada en algunos de los medios que los filoaportistas y filoguardiolistas hacen sobre la cruda realidad de un balance realmente pobre de la temporada, sin duda por culpa de errores de los jugadores, tan comunes como inevitables en el fútbol, pero desde luego marcada por demasiadas decisiones técnicas, tanto de Deco como de Xavi, contradictorias y equivocadas. Un rifirrafe entre el entrenador y la cúpula directiva (Joan Laporta i Deco) disimulado y consentido por Xavi, que, por razones estrictamente económicas, no ha tenido otra alternativa que soportar a lo largo de la temporada.

Xavi lleva todas las de perder en este pulso a causa de su zigzagueante y veleidoso posicionamiento en relación con su propio futuro, que ha parecido oportunista y egoísta en función de los resultados y de las circunstancias. Se fue, o dijo irse, cuando las cosas se pusieron feas y blandió el año de contrato firmado cuando la junta, tomándole la palabra, contemplaba su relevo. Por eso, incluso cayendo en la Champions y en la Liga, goleado en Madrid, su figura se ha mantenido falsamente esgrimida por Laporta en aras de la estabilidad.

La verdad es que esa estabilidad ha durado poco más de una semana, pues la victoria sobre diez frente al Valencia tapó defectos graves de fondo del equipo, y el tropiezo ante el Girona los dejó al descubierto. Laporta, si no es capaz de controlar a los suyos -es decir, a ese ejército de guardiolistas en todos los medios que no le van a dejar pasar ni una a Xavi- se enfrenta a un problema de enorme calado, latente y larvado, que va a reaparecer cáusticamente en cada curva de lo que queda de temporada.

Poco ha ayudado que esta semana, complementariamente, la junta haya alimentado filtraciones sobre la declaración de transferibles de la práctica totalidad de la plantilla en un intento de señalar a los jugadores, como ya hizo Xavi en Montilivi, de los malos resultados y de bajar los brazos en la remontada del Girona. A Xavi le espera este domingo una rueda de prensa complicada, no solo porque habrá de tranquilizar públicamente a los suyos a base de desmentir la estrategia de Laporta de provocar malestar entre los futbolistas para que acepten ser traspasados. También debe defenderse de esa nueva actualidad en la que su cargo tiembla y se mueve a cada momento. Ratificarlo como hizo Laporta hace dos semanas no ha sido, vistos los resultados y la rabiosa reacción mediática en su contra, la solución más acertada ni, desde luego, la más ilusionante.

Flota en el ambiente la extraña impresión, cada vez más desconcertante, de no saber si Xavi se encuentra ahora mismo en otro de esos reset suyos, en el medio de una etapa, al principio de algo o al final de nada y como dependiente de cada resultado incluso en esta recta final donde aún no está asegurada la clasificación para la Supercopa de España. Solo puede hacerse una lectura positiva de esta encrucijada sobre la base de que si Xavi consigue remontar y acabar segundo habrá acumulado a ojos de según que directivos, como Rafael Yuste, el vicepresidente deportivo, otro motivo de celebración y de satisfacción esta temporada.

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