Laporta divide la crisis poniendo el foco de la crítica en Xavi y en la plantilla

El 'guardiolismo', resentido por los ataques del técnico a Ramon Besa, se ha vengado con artículos implacables y demoledores, mientras las portadas han cargado contra los jugadores y reclaman 'limpieza' en el vestuario

Joan Laporta

La manera de reaccionar del laportismo a la debacle de Girona, que sin duda va a marcar este final de temporada, está siendo, una vez más, de manual por parte del aparato de control mediático de la junta. Lo más importante para seguir a flote es que la palabra crisis, que debía aparecer con mayúsculas en todos los titulares de esta semana, no ha etiquetado la actualidad de las horas posteriores a una derrota que, provisionalmente, ha dejado al Barça en el tercer puesto de la Liga y con deberes exigentes para las cuatro jornadas que faltan.

Laporta, siempre compulsivo y errático, reaccionó con un espontáneo «¡Esto no puede ser!» a la salida de Montilivi, un mensaje sobre el que, curiosamente, el laportismo ha abierto dos líneas de defensa y de protección del palco, que sigue siendo, de fondo, la única razón de ser de la amplia mayoría de la prensa y del poderoso entorno digital que arropa y blinda el palco.

Por un lado, ese sector inequívocamente guardiolista, que se la sigue teniendo guardada a Xavi por haber señalado a Ramon Besa en su día, se ha soltado en contra de la figura del entrenador recién renovado con una crítica feroz y despiadada. A Xavi lo han acribillado por no saber reaccionar a los desafíos estratégicos de los entrenadores rivales, por acabar la temporada en blanco sin autocrítica, por llorón, por su victimismo, y, sobre todo, porque no se le considera apto ni cualificado para seguir en el banquillo en lo que queda de Liga y mucho menos para la próxima temporada. Ese colectivo de ilustres firmas periodísticas e influencers del laportismo ponen el acento en la mediocridad de Xavi, repetidamente superado por sus rivales y retratado por un Girona que lo ha apalizado en todos los sentidos en los dos enfrentamientos por idéntico resultado.

En cualquier caso, con el freno de mano puesto a la hora de elevar sus ácidas reflexiones hacia la figura del presidente, más intocable incluso ahora que en la crisis de enero pasado, resuelta con la surrealista solución de no aceptar la dimisión de Xavi. Más o menos como la segunda gran crisis de hace dos semanas, tras caer en Champions y descolgarse en la Liga, que ha acabado con una especie de genuflexión de Laporta y de Deco ante la figura del técnico y la de su primer protector, Alejandro Echevarría, para rectificar su decisión de abandonar el barco después del 30 de junio.

Una segunda reacción mediática ha puesto el foco en los jugadores, en el rendimiento de algunas de las piezas claves de este Barça, como si, después de todo, la plantilla no hubiera estado -salvo excepciones- a la altura de las circunstancias, deslizando que más allá de Gavi, Lamine Yamal, Cubarsí, Fermín y Pedri (hasta con dudas), el resto son transferibles y carne de cañón de la que librarse en verano.

Si Xavi ha sido el protagonista de las columnas, de ese tejido opinativo encendido y radicalizado en contra de la continuidad de Xavi, la necesidad de buscarle relevo a según qué jugadores, a los que se responsabiliza de todos los males’ de este Barça y de la pésima temporada, ha sido el leitmotiv de las portadas y de las tertulias posteriores porque, desde la cúpula de comunicación de la junta, así se ha insinuado al entorno mediático. Las consignas han sido claras: perder tendrá consecuencias para algunas estrellas como Frenkie de Jong, Raphinha, Marcos Alonso, Araujo, Lewandowski y todo aquel por quien el mercado muestre el más ligero interés.

Esa otra vertiente del laportismo se ha apoyado en las propias palabras de Xavi tras caer estrepitosamente en Girona: «Siempre nos pasa igual, dominamos los partidos, jugamos mejor que el contrario y al final, por errores nuestros, individuales, tiramos por la borda todo el esfuerzo. Así hemos perdido los cuatro partidos de esta Liga con el Girona y el Real Madrid». Un cóctel peligroso que habrá que ver cómo encaja el vestuario en la recta final del campeonato.

Desde la junta, además, se han deslizado media docena o más de nombres de los refuerzos, tres mínimo, que han de llegar como resultado de otra pirueta financiera de Laporta sin la cual ahora mismo sería imposible plantear cualquier operación, pues de momento lo único seguro es que los cedidos como Èric Garcia, Ansu Fati y Dest han de volver al Camp Nou, así como resolver la inscripción de la próxima temporada de Íñigo Martínez y las ampliaciones de contrato de Balde, Gavi y Araujo, cuyo traspaso se da por hecho, y hacerle hueco a la carísima transacción de Vítor Roque.

La prensa en general se sigue creyendo las películas económicas de Laporta, que espera quemar el signing bonus de Nike -se habla de 100 millones-, la venta anticipada de los palcos VIP del futuro Spotify y de los beneficios de operaciones de venta para tapar el agujero de Barça Studios y poder fichar bajo la regla de 1:1. O sea, la de poder invertir cada euro extra de beneficio por traspaso o reducción de salarios a nuevos jugadores.

Laporta, en definitiva, pretende seguir esquilmando los recursos del club, los pocos que quedan, ingresos futuros que solo servirán para pagar hoy las deudas contraídas por él mismo y que el club necesitará, y no tendrá, más a corto plazo de lo que parece.

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