Federalismo posnacional

El historiador Joan Esculies calificó de «postnacional» el discurso de Salvador Illa en Drassanes en el que desplegó el mensaje oficial de campaña que le llevará a las elecciones al Parlament de Catalunya del 12 de mayo. Este excelente discurso se puede encontrar en el dominio público aquí, y a mí me parece que se entiende mejor junto al discurso que Illa pronunció en la London School of Economics en marzo, menos filtrado por unos spin doctors que entonces todavía estaban trabajando a medio gas. Ambos discursos son importantes y complementarios, el de Londres pronunciado en la tierra del Brexit, el mayor fracaso del soberanismo en los últimos años.

Susana Alonso

Esculies lo decía, si lo entendí bien, con cierto pesar, pero a mí «postnacional» me parece un adjetivo adecuado. Lo decía para reflejar que Illa había decidido dejar para mejor ocasión cualquier cambio constitucional o estatutario, para centrarnos en el buen gobierno con los instrumentos legales que ya tenemos. A mí esto de centrarnos en lo que ya tenemos me parece muy bien, dado el mal balance que merecen los intentos de darle vueltas en los últimos años. Pero, además, yo ampliaría el sentido de «postnacional» al laicismo nacional, es decir, a centrar la acción pública en el buen gobierno, y especialmente en las políticas sociales y los servicios públicos (y esto hoy sólo se puede hacer con colaboración institucional y altas dosis de armonización fiscal transnacional, o sea federalismo), y dejar para la esfera privada, respetándolos pero sin hacer de ellos la prioridad pública y retórica, los sentimientos nacionales, tan diversos en Cataluña, España, Europa y el mundo. Es en el sentido que lo dijo hace unos años el canadiense Justin Trudeau: “Canadá podría ser el primer estado post-nacional” (¿no queremos fijarnos tanto en Canadá?). Soy consciente de que esto es casi-utópico, incluso para un maratoniano como Illa, que necesita para expandir sus votos guiñar un ojo al enorme cráter de moderados expujolistas que ha dejado huérfanos el procés.

Las misas en latín de Puigdemont y otros independentistas pre-conciliares a macha martillo, hablando de restituir un pasado convenientemente manipulado, y repitiendo todos los tópicos sobre el PSC, no logran borrar la realidad de una Catalunya muy por debajo de su potencial, por culpa del procés. Sequía, déficit de renovables, fracaso en educación, política social en crisis permanente, deterioro institucional, fuga de empresas que no piensan volver… no se van fácilmente de la memoria por mucha retórica delirante pseudo-religiosa que vendan las diferentes candidaturas independentistas, tan enfrentadas y tan parecidas. Las misas en latín puigdemontistas suenan cada vez más delirantes en un mundo que está discutiendo si lo que está ocurriendo es el inicio de la tercera guerra mundial.

Illa en Drassanes debe leerse entero, las crónicas han sido un poco sesgadas:

-“Formamos parte de un espacio político compartido que se llama Europa”

-“La manera, la posibilidad no segura pero la posibilidad única de mantener este modelo de vida pasa por una Europa que se fortalezca progresivamente, que camine hacia un horizonte federal”

-“Aprovechando los espacios institucionales que nos ofrece la arquitectura europea liderando la eurorregión Cataluña mediterránea”

El futuro presidente Illa habló de colaboración institucional desde los ayuntamientos hasta la UE. Éste es nuestro marco federal, ya existente, al que no le sacamos suficiente jugo. Habló de consorcio tributario y combatir la competencia fiscal, no de añadirnos a ella. Esto permitirá la tercera gran transformación. La primera (el despliegue del autogobierno y la recuperación de Catalunya) no fue sólo de Pujol (como dicen las crónicas que dijo Ilsla: dijo mucho más), fue de Tarradellas, de los catalanes en Madrid y de los Juegos Olímpicos de BCN. La segunda fue la de los gobiernos de Maragall y Montilla, de los que destacó las políticas sociales, no la poco entusiasmante y bastante divisiva reforma del Estatut. Todo esto lo dijo nte el nieto de Tarradellas, el hijo de Solé-Tura y de Roca Junyent. Y enlaza con lo que dicen los sectores más lúcidos en España, como Nicolás Sartorius, que habla de Euro-España en una democracia expansiva que vaya más allá del Estado-nación y que entre en las empresas. El federalismo post-nacional es mucho más ambicioso y al mismo tiempo realista que toda la retórica nacional, pero estéril, del procesismo zombie.

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