Sobre la celebración del acto inaugural del 125º aniversario del FC Barcelona en el Spotify Camp Nou nunca más se supo. Ha desaparecido completamente del relato, de los mensajes y hasta de las alusiones de la junta directiva que, meses atrás, había fijado de forma innegociable, segura y definitiva la fecha del 29 de noviembre de 2024 como la elegida para la reapertura del estadio. Eso sí, parcialmente, con motivo de la apertura de los actos de esa efeméride. Fue un anuncio reiterado y vertebrador del presidente Joan Laporta y de sus acólitos a la hora de revestir mediáticamente la controvertida licitación a favor de Limak, que, como se presumía, tampoco ha acabado siendo una maniobra transparente ni ajustada a las exigencias del proyecto.
Uno de los motivos principales que justificaba la elección de Limak radicaba en que, además de resultar más económica, garantizaba acortar los plazos de obra sustancialmente y poder volver a finales de noviembre de este año, ocupando la primera y la segona gradas. En cambio, todos los cálculos y la planificación avanzados prevén que las obras se prolongarán cuatro años, los mismos previstos en el anterior proyecto, que contemplaba seguir jugando en el estadio mientras se completaba la reforma.
En cuanto al ahorro en inversión, los 1.500 millones autorizados en préstamo para la realización del Espai Barça ya se sabe, también, que solo servirán, con suerte, para terminar el estadio sin que exista un plan de financiación para el resto de los equipamientos, entre ellos el nuevo Palau Blaugrana y la urbanización del entorno. Y ha trascendido, igualmente, que para reducir costes y horas de trabajo, tras haber ganado Limak la concesión de las obras, Laporta y sus ingenieros han renunciado al supermarcador de 360º, el mirador circular sobre Barcelona, Collserola, el Mediterráneo y el Baix Llobregat, y a la cubierta en su concepción original, sustituida por materiales de menor consistencia y más baratos.
Aun así, en una reciente reunión con socios en la que se facilitaron detalles sobre la marcha constructiva, se omitió expresamente la posibilidad de volver a jugar el 29 de noviembre en el estadio, y ni mucho menos hacerlo con la intención de festejar ese 125º aniversario. De hecho, en el avance de esa conmemoración el 29 de noviembre pasado, con motivo del 124º aniversario, donde se le dio un especial protagonismo a la figura de su comisionado, David Carabén, ya pudo detectarse la renuncia tácita de la junta a esa otra promesa incumplida de reabrir el estadio en la fecha anunciada.
Tampoco es que se haya ofrecido ninguna explicación o alternativa, sino que directamente se ha vendido a los socios otro cuento distinto con datos y matices que invitan a pensar en nuevos retrasos y complicaciones. Lo verdaderamente misterioso es que la nueva fecha posible de reapertura es la del 15 de diciembre. O sea, apenas 17 días más tarde que la fecha del aniversario tan señalada y tomada como referencia irrenunciable hace un año.
Cabe preguntarse si, a la hora de realizar un esfuerzo para cumplir plazos, ese estrecho margen de apenas unos días no habría sido posible recortarlo. La respuesta es que, evidentemente, eso era más que factible. La junta, voluntariamente, es la que ha preferido eludir el cumplimiento de una palabra dada, que era solo postureo, una forma de adornarse con un relato a la medida y conveniencia de la coyuntura. Es más, ahora esa fecha del 15 de diciembre es aproximada, flexible y supeditada al avance de las obras. Traducido al lenguaje laportista, al de un universo donde el relato va siempre cabalgando a lomos de la fantasía y el oportunismo, quiere decir que ahora mismo el regreso no se producirá hasta entrado el año 2025, si es que, finalmente, se dan las circunstancias que lo permitan.
Para Laporta y para Limak la dificultad de seguir construyendo al ritmo adecuado y jugar partidos ha sido, desde el primer día, un impedimento insalvable, un imposible que no se ha querido afrontar, o que más bien se ha querido disimular, como es propio del manual laportista, a la espera de que llegado el momento se produzca algún milagro o, simplemente, se cambie una narrativa por otro. Pese a las otras promesas difundidas sobre penalizaciones rigurosas y ejemplares a Limak por cada día de retraso, hoy se sabe que también eran humo y más palabrería laportista
Las perspectivas son, ahora mismo, que el retorno se retrase muchas más semanas de las anunciadas, que en su momento se irán justificando con base en diferentes y explicaciones ventajistas, y que al primer equipo le espera todavía una larga estancia en Montjuic, lo mismo que a los socios abonados.
Todo apunta a que, en algún momento más dulce del año -ahora mismo no se da la atmosfera más respirable y entusiasta-, se promoverá la adquisición de abonos dobles, multiusos o combinados con el gancho de garantizar, a los socios que levanten la mano, prioridad a la hora de asegurarse un abono para el nuevo Spotify Camp Nou cuando finalmente abra parcialmente, por lo menos durante dos temporadas más. Una medida que ya hay socios dispuestos a impugnar si no se aplican otras fórmulas en caso de overbooking, por sorteo o rotación.
De otro modo, va a ser complicado atraer y seducir, si no es con premios y regalos, a abonados que quieran repetir la experiencia, no del todo satisfactoria, por complicada, inestable, precaria y nómada, de seguir yendo a Montjuic media temporada más, probablemente entera a este paso. Sobre el maltrato y el desinterés sufrido a lo largo del curso 2023-24 a los pocos socios que decidieron abonarse al Lluís Companys, podría escribirse un libro.
