Netanyahu busca su solución final

El domingo se cumple medio año del inicio de la actual guerra de Gaza, conflicto en el que han muerto cerca de 35.000 civiles palestinos, 205 trabajadores humanitarios y 130 periodistas y en el que se han destruido la mayoría de casas e infraestructuras civiles de la Franja. Guerra que estalló como respuesta a la sorpresiva ofensiva de Hamás y otros grupos palestinos del 7 de octubre saltando el muro que rodea la franja y matando a 695 civiles israelíes, 71 civiles extranjeros, 400 soldados y policías israelíes y secuestrando a más de 1200 personas. Un ataque perpetrado en el 50 aniversario de la guerra del Yom Kippur que mostraba de nuevo, medio siglo después, la vulnerabilidad de Israel pese a su superioridad tecnológica y militar. Un estado de Israel que comprobaba una vez más que no podía sostenerse ni existir en paz, humillando o ignorando a los legítimos habitantes de Palestina que vivían allí desde mucho antes de la existencia del estado judío. Un estado nacido en parte gracias al sentimiento de culpa de Occidente por la barbarie del Holocausto, pero que era esclavo de su pecado original. Haberse creado desplazando por la fuerza a quienes habitaban aquella tierra desde hacía siglos, los palestinos.

No justifico los crímenes cometidos por los milicianos de Hamás ese día, pero no se puede entender la brutalidad de la acción sorpresiva del 7 de octubre sin reconocer el callejón sin salida en el que Benjamin Netanyahu ha dejado desde que gobierna Israel los territorios palestinos, convirtiendo a Gaza en algo comparable a los guetos en que los nazis encerraban a los judíos, y haciendo imposible un territorio palestino autogobernado y sostenible en Cisjordania, al haberse instalado en estas últimas décadas casi medio millón de colonos judíos, muchos de ellos venidos de Latinoamérica o la antigua Unión Soviética a quienes Israel les ha dado tierras, casas y agua arrebatada a los palestinos.

Netanyahu ha podido hacer todo esto gracias a su alianza con la ultraderecha racista y los grupos religiosos, logrando perpetuarse en el poder y evitar así tener que rendir cuentas a la justicia por las causas de corrupción que está imputado. Para Netanyahu continuar en el poder indefinidamente a cualquier precio, haya paz o haya guerra, es la solución que necesita para evadir la cárcel. Y estos seis meses, con la excusa del ataque del 7 de octubre intenta pasar a la historia como el mayor líder que hizo Israel mayor, aplicando una solución final para Gaza. Dejar a dos millones de personas sin casa y sin tierra, devastando la franja como hizo Alemania, por ejemplo en el gueto de Varsovia, mientras los colonos de Cisjordania matan día a día con plena impunidad a civiles palestinos para tomarles la tierra y el agua y hacer Israel aún mayor.

Estos últimos días Netanyahu y el gobierno de los partidos que le apoyan han cometido dos hechos que no sabemos si pueden ser contraproducentes en los planes para continuar la ofensiva para construir ese Gran Israel. Uno, el bombardeo de la embajada iraní en Damasco, hecho sin precedentes que vulnera toda legalidad internacional que no sabemos si forma parte de una provocación deliberada para que Irán e Hizbulá caigan a la trampa, acaben con su respuesta moderada y se desate una nueva guerra en el sur del Líbano y norte de Israel a la que Netanyahu respondería quizá cumpliendo uno de sus sueños mesiánicos, bombardeando Beirut y Teherán. El otro hecho ha sido el asesinato de siete trabajadores de la ONG World Central Kitchen que ha indignado a la admistración Biden, principal proveedora de armas en Israel. Asesinatos que confirman la actitud genocida con la que actúa Israel que considera a los palestinos como “no personas” y a las ong y periodistas cómplices, con planteamientos similares a los que tenía la Alemania nazi con los judíos. Se dice mucho que Israel es la única democracia de Oriente Próximo. Pero si antes era una democracia sólo por los ciudadanos de nacionalidad israelí, no por los millones de palestinos de Gaza y Cisjordania que vivían en un régimen de apartheid, ahora es un estado loco liderado por alguien que huye de la justicia. Y más allá de que ciertamente haga mayor territorialmente Israel, por más decenas de miles de palestinos que mate, no conseguirá su solución final de hacer desaparecer a los palestinos de Gaza y Cisjordania.

Y acabe cuando acabe el liderazgo de Netanyahu en el estado judío, el legado que habrá dejado con tanto muertos será más odio y rencor, y más personas dispuestas a morir dentro de cinco o cincuenta años perpetrando nuevos ataques hacia Israel como los del 7 de octubre.

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