La Premier puede dejar a Laporta y sin el ‘bombón’ de la Superliga

El propio rey Carlos y el gobierno británico pretenden prohibir a sus clubs, bajo amenaza de expulsión, jugar "competiciones no autorizadas" por la UEFA y adoptar de medidas contra su elevado endeudamiento

Joan Laporta

En el tablero del fútbol europeo, la Premier League le puede dar una estocada letal al proyecto de la Superliga si prospera la iniciativa del Parlamento del Reino Unido, que estudia promulgar una ley para prohibir la entrada de clubes británicos en la controvertida competición paneuropea ideada por el Real Madrid. Algunos medios se han hecho eco de esta posibilidad el mismo día que la propia casa real británica ha anunciado medidas drásticas contra el endeudamiento de los clubes de la Premier, que se ha disparado hasta los 4.500 millones.

El rey Carlos III ha presentado esta misma semana a los parlamentarios el programa legislativo del Gobierno británico para el próximo año, el último antes de unas elecciones previstas para otoño de 2024, aludiendo de forma explícita a una nueva ley del fútbol que haga incompatible a los clubs de la Premier participar en cualquier competición continental al margen del control de la UEFA.

No deja de sorprender que en el país del Brexit sea el propio gobierno quien alimente una medida proteccionista de los intereses de la UEFA en directa y abierta oposición con ese gran plan de Florentino Pérez, secundado finalmente por Joan Laporta, el único presidente sumiso y aferrado a la idea de la Superliga tras el abandono del resto, incluida la Juventus, que al final solo resistió unos meses integrando ese solitario tridente cuando empezó la guerra de verdad.

Los clubs ingleses que aparecieron en la lista inicial de la Superliga en abril de 2021, Chelsea, Arsenal, Liverpool, Manchester City, Manchester United y Tottenham Hotspur, fueron los primeros en saltar del barco cuando los aficionados se levantaron por primera vez contra el instinto lucrativo de sus propietarios, y desde el propio gobierno británico se acordó denunciar y oponerse enérgicamente a esta segregación futbolística por contravenir la esencia competitiva de la Copa de Europa, ahora Champions League, basada en la meritocracia y el resultado puro de la competición.

La Superliga, en el formato presentado hace dos años, estaba reservada a una serie de clubs, los denominados grandes e históricos del continente, que se aseguraban unos ingresos presuntamente mastodónticos a cambio e disputar una liga entre ellos al margen de la UEFA y con independencia de su clasificación en la liga doméstica. Como se recordará, la negativa del Bayern Munich y del PSG, pero sobre todo de la afición y del gobierno del Reino Unido, junto a la reacción vivamente adversa desde Bruselas y la de la Unión Europea, provocaron que al cabo de apenas un mes todos los clubs italianos menos la Juventus, junto con el bloque de la Premier entero y también el At. Madrid y el resto, con la excepción de Real Madrid y Barça, hubieran desistido. Ambos habrían sido los más generosamente beneficiados por la inversión original de JP Morgan, con más de 300 millones que habrían recibido en forma de préstamo avanzado sobre la cesión los derechos de imagen, y no se sabe cuántas cosas más, a cambio.

A partir de ese conflicto interno y externo los episodios siguientes fueron confusos. JP Morgan dio prácticamente por enterrado el proyecto mientras que Florentino quiso darle la vuelta fichando a un alto ejecutivo, Bernd Reichart, antiguo CEO del Grupo RTL Deutschland, creando un sociedad impulsora de la nueva Superliga con matices y otra cara, incluidos ascensos y descensos. En paralelo, esta nueva sociedad planteó ante los tribunales europeos un pleito sobre el ámbito de la UEFA y su régimen de funcionamiento como monopolio.

La nueva medida anunciada desde Londres, restrictiva por lo que respecta a la participación de sus equipos en «competiciones no autorizadas», en palabras del propio rey Carlos, llegó acompañada de una declaración no menos destacada sobre la aplicación de medidas de control para que sus equipos no caigan en manos de inversores extranjeros. En consecuencia, se creará una institución independiente que supervise la gobernanza de los clubes, controle posibles adquisiciones futuras y asegure que el dinero «fluya hasta la base de la pirámide». La nueva ley británica permitirá, de hecho, retirar la licencia a los clubes disidentes.

En puertas de la resolución del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), anunciada para el día 21 de diciembre, la posición británica y la complaciente asunción de la Premier, donde todavía no son mayoría los clubs-estado o patrocinados por grandes capitales, aquellos que en palabras de Javier Tebas practican el dopaje financiero y desvirtúan el equilibrio económico y la competición, proyecta una enorme trascendencia a ese fallo que ya podría ser, de facto, papel mojado sea cual sea el sentido de sentencia del TJUE, contra la que no cabe recurso.

Aún en el supuesto de una sentencia favorable a los intereses de Florentino, todo indica que, por ahora, la postura de los poderosos del fútbol inglés y de la Premier, hoy en día la competición más rentable y valorada del planeta fútbol, no pasaría por arriesgarse a quedarse fuera de la Premier y de la Champions.

Habrá, no obstante, quien interprete esa contramedida del gobierno británico como el pulso definitivo a la Superliga y el desafío final para esos clubs en manos de grandes capitales a los que les esperan, a imagen y semejanza del férreo control de LaLiga española, unos años de austeridad y fiscalización del gasto, sobre todo en fichajes, para cortar por lo sano ese endeudamiento creciente e insostenible como consecuencia de la espiral competitiva en la que han entrado algunos clubs. Principalmente por el efecto Manchester City, que está pendiente de afrontar, por parte de la Premier casi un centenar de infracciones del fair play financiero que Ferran Soriano y su jeque de Abu Dabi cometen sistemáticamente desde hace años con despreocupación y soberbia, desatendiendo incluso la obligación de aportar documentos y de colaborar en las investigaciones y normativa de la Premier. El City se cree lo bastante fuerte y con abogados más que capaces para burlar las leyes, como ya hizo con la UEFA cuando lo sancionó expulsándolo de la Champions y el TAS anuló el castigo por la prescripción de las enormes fechorías cometidas por Ferran Soriano. Básicamente, la obtención de recursos artificialmente generados por patrocinios procedentes del holding o de sociedades orbitales del propietario desde el emirato. El propio Javier Tebas ha cruzado demandas contra el City y el PSG en la construcción de un nuevo orden en el fútbol europeo en el que los clubs puedan competir con sus propios medios, los reales, sin interferencias del capricho de las grandes fortunas.

A todo esto, Laporta lleva gastados más de dos millones en sostener la Superliga por orden de Florentino a quien le firmó, se supone que como el resto de los clubs, un compromiso de permanencia en la Superliga contra una penalización de 300 millones si abandonaba la nave. Laporta cuenta con esos más de 300 millones prometidos para solucionar la precaria y trágica situación financiera del FC Barcelona. Es otra de sus bazas, ahora mismo amenazada por este misil desde las Islas Británicas.

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