El comando chinchetas

El deporte de élite se ha convertido en un negocio global donde mandan las audiencias televisivas, las marcas comerciales y los patrocinadores. Esto pasa con el fútbol, pero también con el automovilismo, las carreras de motos, el tenis, el baloncesto, las modalidades más espectaculares del atletismo y la natación, el ciclismo… 

Por ejemplo, la Vuelta a España, que se está disputando entre los días 26 de agosto y 17 de septiembre, no es un competición que organice la Federación Española de Ciclismo, como se podría pensar. No. Desde hace 40 años, la organiza la empresa privada Unipublic, filial de la multinacional ASO (Amaury Sport Organisation), que también gestiona y explota, entre otros acontecimientos deportivos, el Tour de Francia o el rally París-Dakar.

La Vuelta a España es, más allá de cualquier otra consideración, un business que cuenta con más de 30 empresas patrocinadoras –encabezadas, este año, por Carrefour- y proveedores oficiales. Participan un total de 23 equipos de ciclistas, todos ellos esponsorizados por grandes empresas comerciales (Citroen, Telefónica, Groupama, Cofidis…) o por Estados como Kazajistán, Baréin o los Emiratos Árabes Unidos.

La de España, después del Tour y el Giro de Italia, es la tercera competición ciclista por etapas más importante del mundo. Quien lo determina es el número de espectadores que es capaz de convocar a pie de carretera –que dan el “ambiente” imprescindible para hacerla mediáticamente atractiva- y, sobre todo, la audiencia televisiva que reúne, de la cual RTVE y Eurovision Sport tienen los derechos de emisión.

España, para los organizadores de la Vuelta, es carreteras, paisaje y gente: el decorado y el atrezzo necesarios para producir y vender su producto. Buscar connotaciones patrióticas o nacionalistas en este acontecimiento deportivo es absurdo e inútil. Del mismo modo que pasa con el Grand Prix de España de Fórmula 1, que se hace en el circuito Barcelona-Cataluña de Montmeló. O con el rally París-Dakar, que se celebra desde hace cuatro años… ¡en Arabia Saudí!

Por eso, da pena que cuatro hombres hechos y derechos de Osona se encuentren inmersos en un buen lío judicial por haber intentado sabotear la etapa Súria-Arinsal de la Vuelta con el lanzamiento de 400 litros de aceite a la calzada. Desde ámbitos independentistas se había impulsado, desde hace semanas, una campaña para aprovechar el eco mediático de esta carrera para usarla de caja de resonancia de sus vindicaciones.

El objetivo era que –como hizo la entidad Gure Esku con la exhibición masiva de ikurriñas en la pasada edición del Tour, que celebró tres etapas en tierras vascas- llenar de esteladas los lugares de los Países Catalanes por donde tenía que pasar la Vuelta. Pero el resultado de esta campaña ha sido un fracaso rotundo.

Después del resquemor por los engaños reiterados de los líderes de los partidos independentistas desde el 1-O, las masas esteladas arrastran una decepción y una desorientación totales que las ha llevado al pasotismo. Lo volveremos a constatar en la Diada del próximo lunes, donde la afluencia a la manifestación convocada por la ANC es previsible que logre mínimos históricos.

A pesar de la derrota generalizada del embate independentista, todavía quedan algunos irreductibles que se lo creen, como es el caso de estos cuatro adultos de Osona que querían parar la Vuelta con un vertido de aceite. No se sabe si fueron ellos mismos, pero también hay algún “maulet” que se dedicó a tirar chinchetas en la carretera durante la etapa Mataró-Barcelona, a su paso por el collado de Estenalles. Resultado: unos veinte corredores pincharon y tuvieron que cambiar la bicicleta. Afortunadamente, nadie sufrió ningún percance físico.

Hay una mística y un martirologio independentista que se ha construido desde la derrota, a comienzos del siglo XVIII, de las tropas del pretendiente austriacista a la Corona de España y la victoria de los Borbones. El general Josep Moragues, el Carrasquet, los caudillos de las guerras carlistas, el fracasado complot de Prats de Molló de Francesc Macià, los hermanos Badia, la ejecución del presidente Lluís Companys, Martí Marcó, Fèlix Goñi… forman parte de este altar de catalanes muertos por la patria.

Los cuatro adultos de Osona y el comando de las chinchetas son los herederos de esta “línea dura” del independentismo que se niega a aceptar la evidencia: que, para bien o para mal, Cataluña ha cambiado. Después de las últimas oleadas migratorias, somos 8 millones de ciudadanos, la mayoría de los cuales se expresan en lengua española y con una importante expansión de la comunidad musulmana (magrebíes y pakistaníes).

Como catalán y descendiente de familia catalana, mi obligación moral es preservar el legado que heredé: la lengua, pero también un carácter empático y cooperativo con los recién llegados, que es lo que me enseñaron mis padres. Sabiendo que la prosperidad económica de Cataluña, como la de España y la de Europa, está relacionada con el crecimiento y el rejuvenecimiento demográfico.

Desde esta constatación, lo que resulta prioritario es la salvaguardia de nuestra lengua, como instrumento transmisor de nuestra cultura. Y, en este sentido, hay que afirmar que la estrategia de la Generalitat y de las entidades de la “sociedad civil” para introducir el conocimiento y el uso del catalán entre los nuevos vecinos –en especial, los que han llegado en los últimos 20 años- no ha funcionado.

La apuesta independentista, que ha vinculado la lengua catalana con la división y el enfrentamiento de la sociedad, es un gravísimo error que pagamos y pagaremos muy caro. El catalán ha acabado siendo una lengua antipática que se identifica con quienes se dedican a tirar chinchetas y a verter aceite al paso de los corredores de la Vuelta ciclista a España. 

Haciendo el ridículo de este modo, no vamos a ninguna parte. Es urgente reinventar el catalanismo del siglo XXI con unos códigos que tengan muy en cuenta la realidad social del país, irreversiblemente plural y mezclada. En este sentido, la Alianza Catalana –la alternativa identitaria que propugna Sílvia Orriols, la alcaldesa de Ripoll- también es un camino totalmente equivocado.

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1 comentario en «El comando chinchetas»

  1. La Mare de Déu Senyor……per quatre xinxetes , el català i els catalans ja som antipàtics?….no vull ni imaginar , doncs , quina percepció han de tenir dels espanyols al món , sobretot havent tingut colònies arreu i havent maltractat a mig món. Si , efectivament , no pases de ser un aficionat al periodisme.

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