El gobierno de Cataluña suspende en transición energética

Según balance del Instituto Catalán de Energía, la energía nuclear ha sido en 2022 la principal fuente para la producción eléctrica en Cataluña (un 56,2% del total). También cabe destacar que los ciclos combinados y la cogeneración han representado el 18,6% y el 8,3%, respectivamente, de la producción total. En conjunto, la producción de energía eléctrica con fuentes energéticas no renovables en Cataluña ha sido del 84,4% en 2022. Las energías renovables han sido sólo un 15,6%; la mayoritaria ha sido hidroeléctrica y la eólica sólo ha supuesto un 5,8%. En el conjunto del Estado, las renovables, el pasado año, representaron un 42% de la estructura de la generación, pese a la sequía, y si lo comparamos por comunidades autónomas, Cataluña está muy alejada del 17,8% de Castilla y León o 11,7% de Aragón.

Llevamos, por tanto, un retraso considerable. Pero si en vez de compararnos con otros, nos miramos el ombligo y consultamos nuestro PROENCAT (Prospectiva Energética de Cataluña, 2050), se prevé que en 2030 Cataluña disponga de 5.234 MW de energía eólica terrestre cuando actualmente es sólo de 1.344 MW.

En 2022 se pusieron en funcionamiento en toda Cataluña 73 MW de energía eólica. Querer hacer creer que a este ritmo conseguiremos multiplicar por tres la eólica terrestre que actualmente dispone el país es autoengañarse; al ritmo que vamos conseguiríamos alcanzar el año 2075 lo que decimos que haremos el año 2030. Es decir, no sólo hacemos el ridículo con relación a otros sino que incumplimos nuestros propios objetivos.

¿Por qué un país que se cree moderno y avanzado va tan retrasado con el tema de la transición energética? Hay dos razones principales por las que Cataluña no ha hecho los deberes: estamos atrapados por la burocracia dentro de un marco jurídico demencial (aprobado en 2009 y que no se derogó hasta el año 2021) y que las cosas se han hecho tan mal que ha provocado la resistencia del territorio (ahora también en relación con relación a las eólicas marinas, para las cuales el PROENCAT prevé 1.000 MW en 2030 y todavía no se ha aprobado ningún proyecto). Teresa Jordà, la consejera que de palabra fue tan beligerante a favor del despliegue de las energías renovables, ya no está. Veremos qué camino toma su sucesor, que de momento no se sabe.

Estoy seguro de que existe un tercer factor determinante. Nada es infinito en un mundo finito, y tampoco lo es la capacidad o la fuerza de un gobierno para realizar sus funciones. Si se pudiera objetivar con unidades físicas, digamos que el gobierno del M.H. Aragonés tiene 1.000 kilopondios de fuerza de gobierno, que si los gasta en algo, debe detraerse necesariamente de otro sitio. Como en un presupuesto, tanto en el país como en la economía doméstica: si compro una nevera, quizá el cambio de coche tendrá que esperar, lo que no sucedería si los recursos fueran infinitos.

Y si todo el esfuerzo se dedica a hacer de llorones de lo mal que nos trata Madrid, a reclamar Cercanías, a apoyar las preocupaciones jurídicas de quienes están instalados en Waterloo, a castigar a quien no rotula en catalán su comercio, a oponerse a la ampliación del aeropuerto de El Prat o al cuarto cinturón, a controlar como hablan los chavales a la hora del patio o bramar por una independencia que ellos mismos hicieron «interruptus»… pese a ser temas muy importantes y trascendentes, quizás no les queda aliento a los del Gobierno para hacer otras cositas, como eso de dejar de consumir combustibles fósiles y aprovechar la energía solar (el viento también lo es). Lo digo como hipótesis para justificar el retraso que llevamos porque si el problema es que no creen en esto de la transición energética, entonces sí tendríamos un gran problema.

Todo es curioso y contradictorio. Dentro de las llamadas estructuras de estado, hay quienes desde el gobierno suspiran por conseguir una «soberanía energética». Claro, que como suele ocurrir, las palabras no acompañan a los hechos: si casi el 85% de la energía eléctrica producida en Cataluña el pasado año dependió del uranio, del gas y del petróleo (elementos de los que Cataluña no dispone), no estamos bien situados en este tipo de soberanía.

Más allá de cualquier cavilación, gobernar debería ser también avanzar en la transición energética para luchar contra el cambio climático. No parece que el gobierno catalán se esfuerce demasiado en ello.

(Visited 51 times, 1 visits today)
Facebook
Twitter
WhatsApp

HOY DESTACAMOS

Deja un comentario