¿Un primer paso hacia una crisis verdadera en Rusia?

Maquiavelo dejó escrito que las fuerzas mercenarias son inútiles y peligrosas y que si un príncipe apoya su estado en ellas nunca se encontrará firme y seguro, porque carecen de unión y son ambiciosas, indisciplinadas e infieles. Vladimir Putin lo descubrió por las malas el pasado 24 de junio, cuando el propietario del grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, se amotinó como consecuencia de su disputa con el ministro de defensa, Sergei Shoigú.

La decisión de Prigozhin de atacar a Bakhmut por su cuenta, más atraído por el valor de sus minas que por la importancia estratégica de la ciudad, escaló una disputa con el ejército regular a la que Shoigú respondió recortando las municiones y los suministros destinados a los mercenarios. El propietario de Wagner replicó con un vídeo escandaloso donde acusaba a la cúpula militar, y muy especialmente al ministro de defensa y al jefe del estado mayor, Valeri Guerasimov, de la muerte de sus hombres, pero también de la de miles de soldados de las fuerzas regulares.

La tensión llega a su punto culminante a primeros de junio, cuando el ministerio de defensa emite un decreto que obliga a los miembros de cualquier fuerza mercenaria a firmar un contrato que las subordina al ejército regular. Progozhin se negó. Un acuerdo como éste podía hacer peligrar sus suculentos intereses mineros en África.

Los hechos se precipitan el 23 de junio, cuando Prigozhin acusa al ejército de bombardear su retaguardia. Algunas fuentes indican que intentaron asesinarle.

La respuesta es inmediata. Las fuerzas de Wagner ocupan Rostov y una columna de mercenarios avanza hacia Moscú para detenerse a 200 kilómetros de la capital, tras conseguir la inmunidad de los sublevados y garantizar la libertad de Prigozhin con un exilio en Bielorrusia que le permite seguir controlando la actividad de sus hombres y sus minas africanas.

Ahora es el momento de las preguntas. La primera, ¿cómo fue posible que los hombres de Progozhin avanzasen 800 kilómetros sin que nadie fuera capaz de detenerlos ni ofreciera una oposición seria? Algunos bloggers afirman que unidades regulares del ejército se unieron a los sublevados. En Telegram, los soldados rusos no se cortaban en expresar su admiración por el hombre que ha acabado por convertirse en el único héroe de una guerra que tenía que durar tres días y que casi un año y medio después no tiene ninguna pinta de acabar. El hombre que ha sido capaz de decir lo que piensa buena parte de la soldadesca y denunciar la inutilidad y corrupción de un ministerio de defensa al que poco le importan las vidas de sus hombres.

La segunda, cuáles son los apoyos de Progozhin entre las élites del país y cuál ha sido su papel en el levantamiento. Es conocido el apoyo de los hermanos Kovalchuk, propietarios de National Media Group, el holding que controla las principales televisiones y redes sociales del país, y a través de él, todo lo que ven y escuchan a los rusos. También son conocidas sus buenas relaciones con Ramzam Kadyrov, por mucho que fue el único que se puso en marcha para expulsarle de Rostov. Se habla de la proximidad con el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov; el general Sergei Surovikin; el gobernador de la región de Kursk, Roman Starovit, o el escritor Zahar Prilepin. Se sabe también que tiene un buen número de seguidores y simpatizantes entre aquellos generales del ejército y oficiales de las diferentes agencias de seguridad que ven perspectivas de ascenso profesional en caso de que alguien escuche las peticiones de destituir a la actual cúpula del ministerio de defensa.

La tercera, si Putin será capaz de sobrevivir a un crisis que ha acabado con la sensación de seguridad de los oligarcas rusos. De hecho, a medida que Prigozhin se acercaba a Moscú, se multiplicaban las salidas hacia el extranjero de aviones privados. Para mayor humillación, quien le solucionó la papeleta fue Alexander Lukashenko, presidente del estado títere de Bielorrusia, a quien el sátrapa del Kremlin nunca ha visto como un igual.

Rusia nunca ha perdonado ninguna muestra de debilidad a sus líderes. Y dejar que salga prácticamente impune un hombre oficialmente acusado de traición, que en su aventura se llevó por delante la vida de 15 militares, además de destruir un avión y seis helicópteros, demuestra una debilidad extrema. Es probable que los hechos del 24 de junio sólo hayan sido el primer paso de una crisis aún mayor.

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