Mitos y leyendas de la Bonanova

Hasta hace relativamente pocos años, se podía opinar a favor o en contra de las cosas, pero desinformar estaba mal visto. Los hechos se respetaban. Había cierta exigencia de conocerlos antes de debatirlos o comentarlos, no digo en la barra del bar, pero sí en tribunas periodísticas.

Hace años que se conoce la existencia de El Kubo y Las Ruïna, dos inmuebles okupados en La Bonanova, y okupados con agresividad ideológica, además. Nada más hay que acercarse a dichos inmuebles, ver las vallas municipales robadas y usadas como escudos/barricadas y las soflamas que campean en la fachada. Tales como “Governi qui governi, serem ingovernables” o “Si aparece la Brimo, arderá el barrio”. Esta última advertencia la lanzaron los okupas con toda claridad (a la vez que fortificaban a ojos vista ambos inmuebles) en los días previos al desalojo judicial de El Kubo anunciado para la madrugada del 23 de marzo de 2023.

Difícilmente puede calificarse de “remanso de paz” un barrio donde pasan estas cosas, y donde han pasado durante años, por mucha riqueza por metro cuadrado que se atesore allí. Por mucho que alguien crea o finja creer que en la Bonanova todos los vecinos son “inmunes a la crisis, al paro, a la pobreza y a la falta de vivienda” y que por eso “lo último que necesitan son ayudas”, por expresarlo en el diáfano estilo de Gabriel Rufián (ERC). Por cierto, ERC es uno de los partidos que constantemente clama que “España nos roba” y rechaza firmemente que la superior renta por capita de los habitantes de Cataluña, comparada con la de los de otros territorios de España, justifique invertir menos aquí. Eso por no olvidar que la renta per capita es un un concepto estadístico que de ninguna manera se reparte uniformemente entre todos los seres humanos de esos territorios. Se puede ser pobre entre los más ricos y rico entre los más pobres…

Seguimos con el tema de la Bonanova. No es ni mucho menos el único barrio de Barcelona con inmuebles okupados desde hace tiempo, mucho tiempo. Demasiado. Sí es uno en el que notoriamente había, insistimos, un desalojo anunciado por orden judicial. El día anterior a la fecha programada, yo mencioné el tema en el atril del Parlament en mi condición de diputada de CS. Expresé mi preocupación por las amenazas okupas de que harían “arder” el barrio si se cumplía la orden del juez, lamenté el grado de permisividad legal y administrativa con la okupación que nos había llevado a este punto y expresé el deseo de que el desalojo se llevara a cabo con garantías; es decir, interviniendo suficientes dotaciones de la Policía, con inequívoco apoyo político.

Veinticuatro horas después conocíamos que el desalojo se había parado. Públicamente se informó de que la Policía había pedido al juez pararlo por no poder garantizar la seguridad (!). El Ayuntamiento de Colau & Collboni admitió sin complejos que preferían esperar momentos más propicios. No era difícil inferir que con eso querían decir dejar pasar la campaña electoral y las elecciones del 28M.A algunos esto les parecería la mar de inteligente. A nosotros nos pareció indignante y peligroso. En sede parlamentaria, yo anuncié mi intención, y la de mis compañeros de Ciutadans, de ir el martes 25 de abril a las 20 horas a protestar pacífica y democráticamente frente a El Kubo y La Ruïna y a pedir su desalojo. Y de ahí todos los martes en adelante que hiciera falta.

Obsérvese que la campaña electoral todavía no había empezado, aunque ciertamente la teníamos encima. Por esta razón, invité por carta a todos y cada uno de los alcaldables por Barcelona como yo misma (Ada Colau incluida) a ir juntos, a formar un frente común contra la okupación. La intención de esto era precisamente sacar un tema tan delicado de la contienda electoral. Si íbamos todos juntos a pedir el desalojo, razoné a todos por carta, y de nuevo en la tribuna del Parlament (donde acabé haciendo extensiva la misma invitación a los 135 diputados del hemiciclo), nadie le quitaría votos a nadie por este tema. Y el problema podría estar resuelto muy pronto.

Se puede opinar lo que se quiera de lo que pasó a continuación. Pero es importante no perder de vista la objetividad de los hechos. Procedamos a repasarlos.

Sobre mi carta de invitación a ir todos juntos al Kubo y La Ruïna:

  1. La CUP colgó en Twitter un vídeo donde la hacían pedazos
  2. El alcaldable del PP no contestó pero dijo públicamente que el tema no le parecía “serio”; al día siguiente se grabó un vídeo con Paqui, víctima de okupación en otro barrio; la pobre Paqui tenía una tienda de campaña plantada frente a su piso okupado; se la robaron después de grabar este vídeo
  3. La única respuesta escrita fue de Vox, que también por carta comprometió cortésmente su asistencia

(Silencio por parte de todos los demás)

Llegaron las 20 horas del martes 25 de abril. Para allá que nos fuimos, en cumplimiento de la palabra dada. Los demás también cumplieron la suya de dar la callada por respuesta y no aparecer. Vox apareció una hora más tarde, cuando ya era evidente que una buena cantidad de vecinos se habían animado a salir a la calle a protestar a pleno pulmón.

Llegaron seis furgonetas de los Mossos. Los okupas salieron, se les enfrentaron, tiraron harina, latas de conserva, insultos a discreción, etc. Un par de ellos acabaron desfilando furgonetas adentro mientras los vecinos aplaudían, nos daban las gracias por acudir y nos preguntaban si volveríamos al martes siguiente.

Volvimos. El martes 2 de mayo, el 9, el 16, etc. No hemos fallado ni uno. Lloviera o hiciera sol. Con campaña electoral o sin ella. Con representación en el Ayuntamiento y sin ella. El último martes que estuvimos, un vecino vino a darnos la mano y a agradecernos el cumplimiento de la palabra dada en las peores circunstancias.

Ciertamente llevábamos y llevamos todas estas semanas aguantando de todo. Incluida una derrota electoral municipal que hay quien ha intentado utilizar para amilanarnos y desanimarnos. A veces los que intentaban esto eran los mismos que, en el primer momento de las protestas, se grababan vídeos en cualquier otro momento y lugar pretendiendo ser los “verdaderos antiokupas”; eso sí, en solitario y rechazando todo frente común: así obraron Valents y el PP. Vox sí que formó un frente, pero no lo hizo con ningún partido democrático ni con las fuerzas y cuerpos de seguridad. Se presentó con porras extensibles y del tatuado brazo de Dani de Desokupa, el Popeye de la Okupación, que ya no sabes si su modelo de negocio consiste en liarse a palos con los okupas o en aparentar que lo va a hacer e ir aligerando así de unos cuantos  miles de euros a desesperados propietarios que han perdido toda fe en la Administración para estos asuntos. Dato no menor: Desokupa cobra por adelantado y no garantiza nada. Si por lo que sea su “mediación” no funciona, no te devuelven el dinero. Es lo que suele pasar cuando la okupación no es de una mafia particular sino de grupos antisistema organizados, que buscan visibilidad política. Avisados quedan los afectados. En casos así, Popeye no les va a solucionar nada.

A mí personalmente me llovieron no pocas barbaridades en redes por decir lo que pienso de Desokupa, que es bastante parecido a lo que pienso de los okupas: me parece inmoral vivir de la okupación y de amedrentar a la gente, y me parece intolerable que un vecino y propietario que ya paga sus impuestos tenga encima que financiarle los tatuajes a Popeye. Es sólo una opinión, claro. Pero es la mía. Y la de muchos de mis compañeros de Ciutadans.

¿Nos ha servido esto para ganar elecciones? Obviamente, no. Pero, suponiendo que fuésemos gente dada a cambiar alegremente de principios y de chaqueta, ¿nos habría ido mejor, a nosotros o a los vecinos de la Bonanova, haciendo un discurso prookupas y/o prodesokupas? ¿En qué contexto real y de opinión pasaba lo que pasaba?

Como en tantos otros asuntos, hemos asistido a una fascinante polarización entre los ultras partidarios de desokupar a palos y los ultras partidarios de blanquear y minimizar la okupación. ¿A qué vecinos tenemos que creer, a los que consideran inevitable lo que pasa en El Kubo y La Ruïna, y se conforman con que no les abran la cabeza con un hacha, o a los que vienen a hurtadillas a decirte “claro, si vives calle Mandri abajo no has tenido ningún enfrentamiento con esta gente, pero yo, que vivo al lado, y que les he visto ponerse más y más agresivos sobre todo después de la pandemia”…? O también: “A mí Albert Batlle me aconsejó en una reunión que si tenía medios para pagar a los okupas de mi local okupado en Via Augusta, que pagara y me los quitara de encima, que no era lo ideal, pero… No, pero no pongas mi nombre, que me amenazan con una inspección fiscal de esas que siempre te encuentran algo…”. O a los que día sí, día también, nos mandaban vídeos de las juergas en otro fortín okupa que todo el mundo sabe que es un infierno vecinal pero la corrección política imperante exige no decirlo: Can Vies. O aquel matrimonio de la Barceloneta que les intentaron okupar la casa en la que viven en sus narices, llamaron a los Mossos y les aconsejaron meterse en casa y no salir “porque no os podemos mandar a nadie”…

Ciertamente tienen razón los que denunciaban que, para la inmensa mayoría de políticos, este asunto sólo tenía interés en clave electoral. En esa clave se ha adulterado, desvirtuado, corrompido y hasta mentido. Se ha pretendido que era “imposible” desalojar esos inmuebles sin orden judicial -eso, dicho por los mismos que habían echado el resto para parar la orden…-, cuando sencillamente con la Ley de Seguridad Ciudadana en la mano, los okupas de El Kubo y La Ruïna habían hecho méritos más que suficientes para ser desalojados, identificados y arrestados por los Mossos a la voz de ya. Esto también me lo recordó un vecino de la Bonanova, que me trajo veinte ejemplares impresos de dicha ley. Tal cual se lo transmití por carta y en denuncia formal ante la conselleria de Interior de la Generalitat a su titular, Joan Ignasi Elena.

En fin. Las elecciones municipales ya han pasado y efectivamente los okupas allí siguen, Popeye se ha esfumado y nosotros, fieles a la palabra dada -como lo hicimos yendo todos los martes, durante ocho meses seguidos, a protestar contra los cortes de la Meridiana…-, allí seguimos en solitario. Visibilizando lo que se pretende invisible. Así sea para recordarle al nuevo y flamante alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, que en campaña hizo suya nuestra promesa de crear una Oficina Municipal del Propietario, una oficina para orientar, asesorar y ayudar a las víctimas de la okupación. ¿Lo va a hacer? Veremos. Como también veremos si se cumple la orden judicial ya cursada de desalojar La Ruïna. ¿A lo mejor también lo dejan para después de las elecciones generales? ¿Y de las otras y de las otras? Total, ya se sabe que en Barcelona y en Cataluña, está todo siempre controlado y nunca pasa nada… ¿no?

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